Julieta, la chica suicida.

Capítulo 32

–¿Y quién demonios es Hendrick?–Era la cuarta vez qué Kevin preguntaba, mientras que yo mordía mis uñas.

La señora Olga me había llamado para avisarme que su hijo Hendrick, lo habían herido de bala, en unos de sus operativos.

Así qué le pedí a Kevin qué me llevara al hospital junto a Michell.

–¡Bien! Entonces nadie me responde. ¡Bien!– Gruñó.

–Amor, yo ni siquiera lo conozco.–Habló Michell .

–¡Y ni siquiera Michell lo conoce! ¿Es en serio, Julieta?–Él volteó a verme con el ceño fruncido.

Odio ése estúpido modo de Kevin.

–Sólo acelera,Kevin.–Pedí.

–Sili iciliri,Kevin.– Lo escuché remediarme.

Unos diez minutos después ya habíamos llegado. Michell y yo nos adelantamos mientras qué Kevin guardaba el auto. Al llegar a la sala de espera, observé a la madre de Hendrick allí.

–Julieta, que bueno que has venido.–Me dio un corto abrazo.

–Gracias por avisarme.–Le sonreír.–Ella es mi mejor amiga, Michell.–Ambas se saludaron.

–Estoy segura qué mi hijo se alegrará.

–¿Entonces, podría pasar?

–¡Oh, claro qué si! Adelante.–Me señaló la habitación. Le dije a Michell que no tardaría.

Al entrar vi a Hendrick concentrado en un libro, aún así no se percato que había alguien con él.

–¿Cómo está mi policía favorito?–Bajó el libro sorprendido pero con una sonrisa en sus labios.

–Tendrán que herirme seguido para volver a verte.

–No puedo creer que sigas diciendo estupideces.–Rodé los ojos.

Hendrick tenía su abdomen cubierto con una venda.

–¿Qué ha pasado?–Pregunté sentándome a su lado.

–Me dispararon pero por suerte tenía el chaleco antibalas. Sólo tengo algunos moretones, aún seguiré disponible para ti más tiempo.–No pude evitar qué una carcajada saliera de mí. 

–Sin duda alguna escucharte reír es mi medicina.

–Ya has quedado más tarado, Hendrick.

–Un beso tuyo pude ser mi cura. ¿Ayurias a éste pobre moribundo? Colocó sus labios en forma de pico para qué yo lo besara.

Negué con la cabeza y besé su frente.

–Bueno por algo se empieza.– Dijo alegremente.

De momento a otro la puerta de la habitación se abrió sorpresivamente.

–Julieta Smith te exijo que... –Kevin entró a la habitación a gritos, mientras que una Michell, colgaba de su espalda.

¿Pero qué demonios?

No me había dado cuenta en que momento Hendrick había sacado su arma para apuntar a mis amigos.

–¿Quienes carajo son ustedes? Hendrick preguntó.

Kevin levantó sus manos y Michell bajó rápido de su espalda, para colocarse detrás de él asustada.

–¿Es en serio, Julieta? ¿Te buscas a un delincuente?– Kevin intentó acercarse a mi.

–Ni se te ocurra acércate a ella.–Ya Hendrick se había levantado de la cama.– ¡Y yo no soy ningún delincuente!

Michell me pedía ayuda con la mirada.

–Hendrick ellos son mis amigos. Puedes... Eh bajar el arma... Por favor. Él me miraba cómo sí dudara de mí.

–¿Segura?–Asenti. Y el bajó su arma.

–¿Y ustedes dos que hacen aquí?–Les pregunté a ambos.

–Te juro que trate de impedir que entrara. Pero conoces al tarado de tú amigo.– Ella miró con enojo a su novio.

–No iba a dejarte sola en un cuarto con un hombre.–Kevin trató de excusarse.

–¡Kevin! ¡Estamos en un hospital, no íbamos a hacer nada!

–Eso no tiene nada que ver, Julieta. Sí no, pregúntale a Michell.–Eso último lo dijo con malicia.

Escuché a Hendrick reírse y Michell colocarse tan roja cómo un tómate.

–Sí serás idiota, Kevin.

Me giré hacía Hendrick.

–Ellos son Kevin y Michell. Ambos mis mejores amigos.

–Un gusto conocer a los dolores de cabeza de Julieta- Habló él.

–Para nosotros también es un gusto conocerte ¿verdad amor?– Ella miró a Kevin esperando una pronta respuesta de su parte.

–Sí.– Carraspeo su garganta.– Un gusto conocerte a ti también.

–Y no te preocupes; soy policía. Hendrick le estiró su mano y Kevin la aceptó.

Me despedí de Hendrick quedando qué pronto volveríamos a vernos. Kevin me había dejado en casa después de reirnos un rato, sobre lo sucedido en el cuarto del hospital.

Estaba en el jardín de mi casa cuándo un auto se detuvo en la entrada. Jamás lo había visto, así que me quedé de pié para ver quién pudiera ser. De allí se bajó un chico de cabello negro, un poco alto de lentes. Se acercó a mí animadamente.

–Hola, soy Jaxon y tú debes de ser Julieta ¿no?

–Eh... Si Soy yo.–Respondí confundida.

–Es un gusto por fin conocerte, Julieta.

–¿Y tú eres...?

–Trabajo para tú padre. Lo estaba buscando para entregarle unos documentos.

Quise recordar su nombre y su rostro, pero no logré nada. Quizás era nuevo.

–Él ya no vive acá.

A el pareció sorprenderle y aún así trato de disimularlo.

‐Bueno en ése caso lo buscaré en la oficina.–Antes de irse, besó mí mano.–Espero volver a verte, Julieta.

Y se marchó dejándome la duda de saber ¿quién era ése chico?

******
Aidan.

–¡No voy a colocarte un puto micrófono, para qué entres a la cueva de lobos, Aidan!–Veía caminar a David de un lado a otro.

–Es una excelente oportunidad que tenemos. Nadie se dará de cuenta que lo llevo, soy la mano derecha de Danillo, nadie me revisara.

–Pero Jaxon tendrá los ojos puestos en ti todo el tiempo.

–A mi me vale Jaxon.

Hoy tendremos una importante reunión con los mafiosos mas importantes. Allí se hablará sobre la importación de la droga que Danillo le envía a ellos. Es una oportunidad perfecta para grabar esa reunión.

‐Abriré  tú propia tumba.–  Me habló nuevamente David, tratando de convencerme.

Negué con la cabeza.

–Lo hice desde que entré aqui, amigo

Él entendió lo qué dije, porque realmente así pasó.

David asintió y le dio orden a su primo de colocarmelo.

*****

Él micrófono lo habían colocado por el cuello de mi camisa. Era muy pequeño, así que estaba seguro que no sería fácil de ver.




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