Michelle
Siempre me pregunté por qué habían tantos suicidios en el mundo, me llenaba de dudas al pensar en eso. ¿Por qué el acabar con su vida, cuándo puedes superarlo y seguir adelante? Hoy comprendí qué en realidad siempre han sido y fueron unos valientes todo éste tiempo. Porqué el luchar con nuestra mente, problemas y la vida... Nunca ha Sido fácil.
Hoy fuí testigo de una batalla que Julieta quería librarse. También conocí el dolor de querer ayudar y que todo fuera en vano, para que al final ella dejara de luchar.
Admiré a Julieta desde el momento en que perdió a su tío y la admiré más cuándo entendió que su padre la odiaba por creer que ella fue la culpable de la muerte de su tío. Cada día me propuse estar a su lado sin importar cuál sea la situación o problema.
Jamás la culparé o juzgaré por haber echo lo que hizo. Simplemente me destroza el alma el querer abandonarme sin quiera el haber conocido la felicidad de haber llegado a la meta de todo esto.
Cada segundo sin saber el como estaba nos mataba. Me mata la angustia en saber si llegamos a tiempo, si tan sólo no fué demasiado tarde.
Me levanté del suelo dónde me encontraba con Aidan, sí, ése idiota quién también estaba destruido. Temí el rechazo cuándo lo abracé, pero eso nunca pasó, sólo liberó todos esos sollozos qué se guardó de camino a acá. Aidan la amaba, igual o más que yo. Y eso me alegraba un poco en estos momentos.
Su madre ya se encontraba con ella, de igual manera la admiraba, porqué no es fácil mantenerse de pie mientras a su vez le salva la vida a su hija.
Ahora me tocaba una de las partes más difíciles; llamar a Kevin.
Caminé hacía uno de los pasillos para hablar mejor, antes de marcar su número, aclaré mi garganta y llamé.
Tardó un poco en contestar pero al final lo hizo.
—¿Amor? — Respondió.
Hablé con el nudo que tenía en la garganta.
—Kevin, nesecito que vengas al hospital, por favor.
—¿Pero por qué al hospital? ¿Te encuentras bien?
—Es... Julieta—Tapé con mi mano un sollozo.
Hubo un breve silencio después que hablé.
—¿En el de su madre? —Preguntó.
—Si.
La llamada ya se había colgado antes de yo hacerlo.
¿Qué cómo iba a darle la noticia a Kevin? No tengo ni puta idea.
*******
Pasó al rededor de media hora para que Kevin llegara. Llegó a la sala de espera totalmente exaltado y con su cara roja de seguro de haber corrido. Me buscó con la mirada hasta al encontrarme, peor también se fijó en los demás que estábamos acá. En su rostro se mostró confucion al vernos todos acá, pero cuándo se fijó en nuestros ojos rojos y hinchados de haber llorado, por si sólo entendió lo que sucedía.
Me coloqué rápidamente al lado de él y aunque me propuse ser lo más fuerte ante él, la verdad no podía. Sentí mis ojos llenarse de lágrimas nuevamente cuándo intenté hablar.
—Mi amor.— Susurró con su voz debilitada.
Esos ojos azules de los que me enamoré, se nublaron de lágrimas, reflejandome el dolor que empezó a sentir su alma.
—Ella... Trató de Suicidarse, Kevin. —Al fin solté lo que jamás quise decirle a Kevin.
Lo ví tambalearse hacia atrás y de sus ojos salieron esas grandes gotas de lágrimas que trató de retener. Su rostro de tornó rojo y de momento a otro golpeó con su rostro lleno de lágrimas ma pared.
—¡Maldita sea! ¿Cómo pudo?
—¡Kevin, detente! — Trataba de detener sus brazos, pero estaba tan cegado que tuve que arrimarme hacía atrás por temor que me lastimara sin querer.
—¡Es su maldita culpa! ¡Él hizo que ella lo hiciera!
Aidan se acercó a nosotros cuándo vió a Kevin perder el control de sí mismo.
—¡Hey! ¡Kevin, detente ya! — Aidan detuvo los golpes que Kevin le daba a la pared, sujetando sus brazos fuertemente.
—Ella no puede irse, Aidan. — Ahora miraba al italiano con la esperanza de que todo ésto fuera una mentira. —¡Por favor dime qué ella no se irá —Rogó.
Me partió el alma ver esa escena.
Los ojos de Aidan se nublaron nuevamente, abrazó a Kevin tapando los sollozos de mi novio.
—Nuestra mocosa es tan fuerte que nada ni nadie la va a derrotar.
Kevin sollozó una vez más ocultando su rostro en el pecho de Aidan.
La abuela de Julieta le había traído un poco de té para tranquilizarlo. Pero no fué hasta que llegó la madre de ella para alarmarnos una vez más.
Ella caminaba con sus ojos hinchados y sin brillo en sus ojos.
Sentí mi corazón detenerse unos segundos al verla de esa manera.
Ella es fuerte, me repetía cada vez.
—Julieta... —Intentó hablar.
—¿Ella no se ha ido, verdad mamá? —Mathias le preguntó.
Su madre se acercó a su hijo abrazándolo antes de volver a nosotros para hablar.
—Julieta tomó una gran cantidad de pastillas. Afortunadamente ustedes la encontraron a tiempo.—Nos sonrió débilmente a Aidan y a mi.— Le pudimos realizar un lavado estomacal, sin embargo, no significa que su estado de salud éste bien. Ella aún no ha despertado, es cómo si... No quisiera despertar más.
—¿Está tratando de decir que todo depende es si ella quiere seguir viviendo? —Esta vez fue Kevin quién preguntó.
—Sí, cariño, todo depende si mi hija quiere seguir viviendo.
Ella dejó de hablar y se sentó junto a su madre quién la abrazó de inmediato.
Todos los presentes nos quedamos en silencio. Yo en mi silencio traté de entender lo que pasaba; Juli estaba dispuesta a darse por vencida, después de tanto luchar, ya se rindió.
*******
Ya pasó un día desde que Juli tomó esas pastillas, y aún así no ha querido despertar. Quería mentirme y pensar que no era cierto lo que su madre nos dió a entender, pero ya pasó un día y ella aún no ha querido abrir sus ojos.
Estaba tan cansada físicamente y mentalmente, nadie ha querido marcharse del hospital. Kevin, Aidan y yo, seguíamos acompañándola aunque los permisos para verla no han sido permitidos, según sólo había que esperar un poco más.