Julieta
¿Qué si sentía paz?
Sí, si la tenía. Pero aún así sentía que me faltaba algo más, que acá en este lugar no lograba encontrar. Esperé tanto estar acá, lejos de todos y de todo eso malo que tanto me atormentaba, y justo que acá estoy, no me siento completa. ¿O es que así sería de ahora en adelante?
Sentí mi último aliento con miedo cuando al fin logré cerrar mis ojos en el suelo del baño. Lo añoré y deseé, pero me sentí un poco triste al no haberme podido despedir correctamente de las personas que siempre amé.
Pero ojalá ellos me puedan entender y perdonar con el tiempo.
Llevaba conmigo una rosa blanca sin espinas, a conjunto con un vestido blanco que me llegaba a los pies. Era muy hermoso, y el aire fresco lo hacía moverse mientras que caminaba. Mi cabello rubio se mantenía trenzado perfectamente, quizás como nunca lo estuvo. Olí la rosa que llevaba conmigo, estaba tan fresca cómo el aire puro que acá se vivía.
—Ya veo que te gustó la rosa. —Hablaron a mi espalda.
Me giré rápidamente al reconocer su calidad voz.
—Elio. — Sonreí.
—Hola, mi pequeña Ángel. — Respondió abriendo sus brazos para recibirme y estrecharme entre ellos.
Estamos tan cerca que no hubo necesidad de correr. Y así fué como una vez más pude sentir nuevamente esa felicidad de volver estar junto a él, y está vez estaba segura que sin marcha atrás. Unas lágrimas se me escaparon de mis ojos, humedeciendo su camisa blanca, al igual que mi vestido.
—Te eché mucho de menos.—Confesé.
—No creo que mucho más que yo. —Revolvió mi cabello.
Me separó de él y dejó un suave beso en mi frente.
—¡Pero mírate! ¡Estás guapote! ¿A cuántas tendrás babeada por acá? ¿Eh? — Bromeé y sonrió haciendo que sus ojos se colocarán muy pequeños.
—Me llaman el rompe corazones. — Respondió con ego en sus palabras.
—Hasta en el cielo has roto corazones, tú si que eres todo un caso, tío.
—¿Qué puedo hacer? Sale naturalmente de mí.
—Si si mucho ego.
Rió.
—Sentemonos un momento cariño. — Colocó su brazo alrededor de mis hombros, haciéndome sentar.
—¡No, no, no! ¿Que dices? Mejor muéstrame este lugar. —Jalé sus brazos para hacerlo levantar.—Tendremos toda la eternidad para sentarnos. ¡Levanta el trasero, viejo Elio!
—Espera cariño. —Negó con su cabeza y su semblante pasó a ser serio. —De verdad nesecitamos conversar.
Dejé de tomar sus brazos y me senté justo al lado de él.
—¿De qué quieres hablar?
—¿No crees que es obvio, Julieta?
—Elio, yo...
—Lo hiciste todo mal, Julieta. —Me detuvo.
—No. Para mí fué lo correcto, fue la mejor decisión que pude haber tenido desde hace mucho tiempo.
—¿Rendirte, Julieta? ¿Eso para tí fué la mejor decisión? — Por primera vez ví en sus ojos color miel que se sentía realmente decepcionado de tí, y dolió.
—¡Es que tú no entiendes, no entiendes nada! ¿Cómo se supone que iba a poder sóla con toda esa mierda que me pasó? —Estallé. — ¡A mí me violó un desgraciado y aún no entiendo porqué! ¡Mi padre me odia porqué por mi culpa su hermano menor está muerto! —Tapé mi cara. — Está bien, fuí una maldita cobarde, perdóname por no seguir luchando, pero es que ya no sabía cómo.
Por primera vez pude llorar con la persona que sabía que podría entenderme y consolarme cómo nadie más podía.
—Y a mí me dolió el no poder ayudarte. — Habló.
—Pensé que el haberme suicidado podría salvarme y dejar todo atrás. Sólo quería paz y estar junto a tí. ¿Eso también fué un error?
—No mi pequeña, eso no es un error. Pero el haber echo lo que hiciste eso... No pareció lo correcto. A ti te enseñé a guerrear hasta cuándo no pudieras más y aún así, cuándo llegara ése momento seguir luchando hasta encontrar una solución o el final de ésa batalla. No puedo negarte que me dolió que te rindieras tan fácilmente, y sí, es cierto, yo no te entiendo y apuesto que nunca lograré entender lo que en ti pasa. Pero tenía en ti la fé de la que yo jamás en vida tuve. Jamás descartes la idea que tenerte acá conmigo sellaría la felicidad de la que tanto me faltó conocer, y fíjate, aún así tuve la dicha de ser feliz a tú lado cuándo así la vida me lo permitió. Amaría tenerte acá , para al fin estar completamente juntos, pero no puedo ser un egoísta contigo cuándo aún tienes toda una vida por vivir.
—¿Vida? ¿De que vida hablas, Elio? ¿Acaso aún no te has dado cuenta en dónde estoy?
Acarició mi mejilla.
—Mi pequeña Ángel, tú aún no mueres, te encuentras en un limbo, justo en el medio del más allá y de la vida. — Alejé mi cabeza hacia atrás sorprendiendome.
—¿Y que se supone que pasará conmigo? —Pregunté.
—Necesito que decidas, cariño.
—Elio, yo, yo no quiero sufrir más estoy muy cansada para continuar.— Confesé y el sonrió.