Julieta, la chica suicida.

Capítulo 51

Julieta
 


 

Al abrir mis ojos tenía de frente nuevamente al hombre que se presentó con el nombre de Danillo. Por lo que me di cuenta era italiano al igual que Aidam y que también lo conocían. 
 


 

Con su apariencia podría confundir a cualquiera, pero si estaba con Jaxon. Sabía que buena persona no era. 
 


 

—¿Cómo estás? —Preguntó. 
 


 

—¿Y tú que quieres conmigo? 
 


 

Él colocó una silla al frente de mi y se sentó justo allí. 
 


 

Tenía mis manos amarradas detrás de mí espalda, junto a un viejo mueble. 
 


 

Al parecer nos encontrabamos en un viejo depósito que se veía que desde hace tiempo no usaban. 
 


 

—No puedes responder con otra pregunta, ¿No te lo han enseñado? —Bufó.
 


 

Rodé los ojos. 
 


 

—¿Que tiene que ver Aidam con todo esto?
 


 

El suspiró. 
 


 

—Aidam lo es todo acá.
 


 

No entendia absolutamente nada. 
 


 

—¿Entonces que hago yo aquí?
 


 

—Por que tú lo eres todo para él. Y así él llegará hasta a mí. 
 


 

La puerta se abrió dejando ver a Jaxon con la misma sonrisa que recordé al cerrar mis ojos. 
 


 

Sentí miedo nuevamente.
 


 

—Mi hermosa, Juli. 
 


 

Caminó hacía a mí tocando mi mejilla. 
 


 

—¡Aléjate! —Grité. 
 


 

Él rio mucho más, como si mi temor le causara risa. 
 


 

—¿Cómo puedes temerme? Sí lo único que hice fué hacerte feliz. 
 


 

Imágenes de ése día llegaron a mí cabeza al escucharlo hablar.
 


 

—¡No, no, no! ¡Aléjate, por favor! 
 


 

Jaxon empezó a tocar mis brazos, y sentí que en cualquier momento vomitaria. 
 


 

—Basta ya, Jaxon. — Habló Danillo. 
 


 

Jaxon inmediatamente se alejó de mí con su rostro serio. 
 


 

—¿Lo has traído? —Le preguntó. 
 


 

—Si. —Contestó Jaxon caminando hacía la salida.
 


 

Lo vi irse y cuándo volvió no lo hizo solo ya que con él traía a mi padre. 
 


 

—¡Papá! 
 


 

Me alarmé. 
 


 

Jaxon lo había lanzado al suelo, y cuándo lo observé bien, estaba totalmente golpeado. 
 


 

—¡Eres un maldito! — Le grité a Jaxon. 
 


 

—Si si si. Lo que tú digas, estúpida. 
 


 

Jaxon miró a su jefe y se encogió de hombros.
 


 

—Se opuso en venir, Jefe. 
 


 

Danillo negó con su cabeza. 
 


 

—¿ Por qué la has traído? Si ya te pagué tu estúpido dinero. — Esta vez fué papá quién le habló a Danillo. 
 


 

¿Que demonios pasaba aquí?
 


 

—Y yo te dije, que tú maldito dinero no me importaba, yo sólo quiero mi collar. 
 


 

Se acercó a él con su arma. 
 


 

—¡Yo no tengo tú maldito collar! —Gritó papá. 
 


 

—¡Tú estúpido hermano te lo dió a tí! 
 


 

¿Elío? ¿Que tiene que ver él acá? 
 


 

—¿Que collar? —Le pregunté a mi padre. 
 


 

—¡Sí! ¡Anda dile a ella que collar estoy hablando! — Le exigió Danillo. 
 


 

Papá ahora me miraba a mí.
 


 

—Elio dejó un collar antes de morir y... 
 


 

Y eso bastó para recordarlo; Mi último cumpleaños, ése fué su regalo, él regalo que entregaron al día siguiente de su accidente. Un collar que llevaba en su auto para mí, pero nunca pudo entregármelo en sus mis manos. 
 


 

—Mi collar...— Susurré pero si lo suficiente para que ambos escucharán. 
 


 

—Espera, ¿Que has dicho? 
 


 

Levanté mi vista para observarlos a ambos. 
 


 

—Ése fue su regalo hacía a mí. 
 


 

Danillo alzó sus manos a su cabeza. Y luego caminó hacía a mí aputandome. 
 


 

—¿Así que todo esté maldito tiempo lo has tenido tú? 
 


 

—¡Espera! ¡Espera! ¡Deja de apuntalar, idiota! — Pedía papá. Pero Jaxon lo cayó golpeándolo. 
 


 

—¡Papá! — Grité. 
 


 

Danillo jaló de mi cabello levantándome, mientras que Jaxon desamarraba del mueble. 
 


 

Solté un quejido con la fuerza que el jalaba. 
 


 

—Ahora tú vas a llevarme a buscarlo. 
 


 

Ahora la que reí fui yo. 
 


 

—Estas demente si crees que te lo daré. 
 


 

Jaló nuevamente mi cabello. 
 


 

—Conmigo no trates de jugar, maldita mocosa. Por qué si no te disparé justo en el medio de tu frente antes, ahora sí puedo hacerlo. 
 


 

Tragué saliva al escucharlo, pero me negaba en querer entregarle ése collar.
 


 

—Danillo no tienes por qué llevartela. Tú y yo podemos resolver esto, por favor. —Mi padre llamó la atención de Danillo pero éste lo ignoró.
 


 

Danillo caminaba conmigo hasta la salida, pero está se abrió bruscamente haciéndonos retroceder. Aidam había llegado, apuntó directamente a Danillo a su cabeza. 
 


 

Algo en mí sintió paz al verlo. 
 


 

*************
 


 

Aidam. 
 


 

Conocía la dirección completamente de ése viejo depósito, aunque hace años no lo pisaba. 
 


 




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