No habíamos dormido en toda la noche ninguno de los dos. La cafetera iba a estallar sino paraba de hacer y recalentar café cada una hora. Nos habíamos sentado sobre los pufs del living, en la oscuridad junto a la ventana. Cada tanto mirábamos hacia la arboleda enredada del patio, como si alguien de pronto pudiese de la nada aparecer. Durante la noche me había levantado más de una docena de veces a comprobar las cerraduras de la casa. Enzo, ese era su nombre, me miraba y no decía nada. Comprendía mi miedo, o al menos lo respetaba.
Cuando amaneció hacía frío. La lluvia había comenzado a fraguar, pero el viento no se decidía a dejar de arreciar las calles y los árboles, arrastrando hasta el cansancio las lágrimas del cielo vueltas barro. Era una mañana mojada y triste. Y lógicamente una noche y un día enteros sin dormir no ayudaban. Enzo hacia más de una hora bostezaba sin parar, y en mi rostro las ojeras eran profundos pozos violáceos. Le dije que se tirara en el futón del living. Yo iba a hacer lo propio en mi cama. La luz tenue entraba por las ventanas y la casa ya no parecía observarme como durante la noche. Tendría que descansar o sería aún peor lidiar con mis padres cuando intentarán llevarme a casa otra vez.
-Descansa unas horas al menos –volví a susurrar.
-No sé –me miró sonriendo. Aunque estaba cansado y posiblemente arto de escucharme aun sonreía –si me engancha el jefe me mata.
- Cerrá las cortinas, en caso de que venga tenés tiempo de reponerte e inventar algo, sin que te vea.
- Anda a dormir –se puso su campera de policía –doy una vuelta por el patio para ver si hay mucho movimiento y vuelvo.
-No tardes –dije al pie de la escalera. Volvió a sonreírme.
Pero no alcancé a mover ni un solo pie. En ese momento la mano de alguien aporreando la puerta de entrada nos hizo sobresaltar a los dos.
Corrí a abrir, pero Enzo me detuvo haciéndolo él. Al abrir, nos topamos con el rostro desencajado del inspector. Yo no soy ni por asomo la persona más perceptiva del mundo, pero algo había claro en su expresión como si de leer en un libro se tratára. Algo terrible había pasado. Y por alguna razón había temido por nosotros. Enzo percibió lo mismo que yo y se adelantó hasta ponerse entre el inspector y yo.
-Jefe…-titubeó – ¿Qué paso?
- El cuerpo oficial –dijo sin aliento –robaron el cuerpo.
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