Enzo revolvía su café negro con tal paciencia que me ponía de los nervios. En una hora viajaría a la ciudad y no se había molestado en prepararse nada. Así que yo lo había hecho por él. Terminé de planchar su camisa y la deje en el respaldo de la silla. Enzo miraba un punto fijo del patio de atrás como si buscara algo. Le unté unas tostadas con manteca y se las dejé junto al café.
-¿Te pasa algo? –me senté a su lado.
-Estoy un poco preocupado –me miró. Sus ojos parecían más verdes por la mañana-
-¿Qué sucede? –había algo que no me quería contar, o al menos dudaba.
-La federal caratuló de sobrenatural el caso –me miró significativamente –lo dejó en manos de la policía de asuntos secretos y expedientes x.
-¿Es una broma? –Pregunté, pero la mirada que me devolvió dejó muy en claro que no lo era –pensé que eso solo existía en las películas.
-De algún lado lo sacan los directores y productores televisivos.
En realidad siempre había intuido que el caso se salía de lo normal. Pero no quería que Enzo sospechara de que estaba loca, o de que había consultado infinidad de página y foros por internet para sacar conclusiones.
-¿Para qué vas a la ciudad?
-Voy a la ciudad porque el Inspector está como loco con los resultados y la caratulación del caso. Piensa idear un rastrillaje y una nueva ronda de pruebas que nos lleven a alguna nueva pista. Una pista que desmorone la conclusión de estos tipos. Algo que nos lleve al asesino y hacer justicia por Sofía y su padre.
-Entiendo –susurré –me da la impresión que eso les va a causar problemas.
-Pienso lo mismo –dijo –si la federal descubre nuestros procedimientos antes de que hallemos algo sostenible vamos a estar en algo más que problemas.
-Igual pensá en esto –me volví hacia él –si la federal lo caratuló así es por algo. No son gente que se quede con la primera conclusión a la que llegan.
-¿De verdad crees en esto Julieta? –no lo dijo como si estuviera loca. Solo lo preguntó, como si de verdad quisiera saberlo.
-No lo negaría. Creo que todo es posible en un mundo como este –me levanté y me serví un café. Enzo me miraba. Me miraba de un modo extraño, como si tratara de entenderme.
- Quizás tengas razón. Todo es posible en un mundo como este. Pero me cuesta aceptar que estoy metido en un caso de este tipo.
Me senté a su lado y me rodeó con los brazos. Estaba tibio y olía demasiado bien. Sentía su corazón latir en mis oídos como un tambor. Pegué mi oído a su pecho, y entonces lo escuché. Un segundo corazón. ¿Acaso era posible? Eran dos tambores. No lo dudaba. Dos latidos. Me volví hacia él y sus ojos me miraban. Sus ojos verde pardo. Algo me gritó desde algún lugar de la mente. Pero no hice caso. Sus ojos me tenían pérdida e hinoptizada. Lo abracé y lo que sea que trataba de hacerse oír quedo tapado, silenciado y sellado.
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