Alain

  Alain estaba terriblemente cansado. Había logrado dormir un par de horas, pero aun así tenía la sensación de que la vida lo había pasado por arriba. Las manadas se habían logrado reunir otra vez, y para suerte de todos, logrado llegar a un acuerdo. Solo los jefes y la mano derecha del alfa permanecerían fuera. Los demás se las tendrían que apañar para vivir todos juntos en las cuevas del sur bajo las órdenes de las lobas segundas al mando. Persia regresaría ese mismo día para partir a las cuevas y él y John emprenderían el camino del norte junto con Clara. 

  El alfa de los Vullblut se frotó los ojos somnolientos, tenía el cuerpo adormecido y enjuto. Parecía viejo, mucho más viejo de lo que era teniendo en cuenta que había dejado de envejecer a los treinta y seis. John lo miraba de reojo y su sonrisa siempre presente se había borrado momentáneamente. Lo veía mal, deteriorado, flaco. Mal al invencible Alain.  Mil quinientos años de gloria y ahora esto. Era casi una leyenda en el mundo licántropo.

-¿Qué le pasa al viejo lobo? –Bertram palmeó el hombro de John.

-No lo sé.

-No deberíamos enviarlo a la lucha. Quizás este mejor en las cuevas cuidando de las familias.

-Es considerado de tu parte –lo miró y supo que Bertram estaba tan preocupado como él –pero nunca lo aceptaría.

-Quizás podríamos obligarlo –Ranulf se acercó y parecía aún más imponente que el día anterior, con los músculos de sus brazos desnudos y una camiseta ajustada. John no dudaba de que el simple hecho de verlo venir causara cierto temor. Incluso para él que lo conocía de tantos años.

-Alain es un alfa, y no va a ceder a razones. –John sabía que sus compañeros tenían razón, pero también conocía a su alfa. – ¿Ustedes que harían en su lugar? ¿Te dejarías obligar Ranulf?

   Los lobos lo miraron sin expresión alguna. Aunque John no necesitaba de sus expresiones, sabía exactamente que pensaba cada uno.

-¿Qué hay de la manada si Alain muere? –Bertram caminó en círculos.

-Supongo que Persia tendrá que afrontar el ser alfa. Casarse con alguien de confianza…  –en ese momento lo comprendió todo. La furia más violenta que había sentido en toda su vida lupina le quemo las venas – ¿Acaso creen que pretendo sucederlo?

-John, no tenés porque enojarte –la voz calmada y suave de Ranulf le produjo un escalofrío de cabo a rabo –solo tratamos de ver como son las cosas. No a todos se nos da tan fácil lo de volver a ser un equipo. Necesitamos saber con quien estamos.

-Jamás actuaría en prejuicio de mi alfa –rugió John. La mirada más salvaje se tenso en su rostro.

-Nadie dice eso. Pero necesitamos a Alain vivo –Bertram puso una mano dura sobre el pecho de John.

-Tendremos que concertar un plan a sus espaldas para que no lo maten –Ranulf se acercó y sintió como el aire producía chispas en torno a John. Nunca había podido entender la devoción de su manada.

-¿Desde cuando tanto interés por conservar la vida de Alain? –John trató de serenarse.

-Desde siempre querido –Bertram palmeó la espalda se John que respiraba con dificultad, las ganas de atacarlos lo carcomían – ¿Acaso no es por él que estamos acá?

-Supongamos que les creo –John los miraba de hito en hito – ¿Qué plan llevarían a cabo?

-No nos sirve que lo supongas John –Ranulf y su tono calmado lo exasperaban aún más –cuando nos creas hablamos.

   Los alfas se giraron sobre sus pies, y cada uno partió a su lugar. John volvió la vista a Alain, que a tan solo veinte metros diseñaba un plan con Lamar, que estaba seguro, lo había oído todo. Porque ahora lo miraba con una media sonrisa en sus labios crueles. John se sorprendió de ver que Lamar tenía capacidad de sonreír. Una vez más la certeza de que todo ese rollo no iba a terminar bien le comprimió el pecho.

    John decidió que daría una vuelta solo, para pensar y pedir ayuda. Cuando consideró que estaba lo suficientemente lejos y que nadie lo seguía, marcó un número en su móvil. 

-Madre, las cosas no van bien.

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