Julieta quiso quedarse

Amara

  Amara golpeó la puerta por quinta vez. Sabía que Blaz estaba dentro. Percibía su energía viva en todo el espacio, y también adivinó que no llevaba su abscondere faciem. Muy propio de Blaz. Hacía exactamente dos días que insistía en golpearle la puerta al brujo, sino la atendía iba a tener que derribar su puerta.

-¡Maldito seas! –masculló.

  Blaz en el interior de su casa se derretía de placer al imaginar a la contrariada Amara, la gran bruja, paradita en su puerta. Seguro venía en representación a causa del Consejo, y por eso mismo no iba a abrirle. El brujo lo estaba disfrutando a más no poder, pero al notar la energía vibrante de la bruja se dio cuenta que allí había algo más. Ella estaba allí por otra cosa y él quería saberlo.

-¡Blaz! –Chilló la bruja en un nuntius telepathic – ¡abrí la puerta o voy a tirarla abajo!

   Amara percibió cuando el brujo conjuró su halo para cambiar su forma de ver y luego el tintineo de las llaves en sus manos.

-Siempre tan cordial Amara –dijo nomás abrir la puerta disfrazado de un viejito encorvado y cano.

-Quiero entrar –la bruja ya no tenía ganas de recurrir a la cordialidad para con él. No tenía caso. Blaz se corrió y la dejo pasar esbozando esa media sonrisa perversa que desfiguraba casi de un modo perturbador la cara del viejito.

-Me gustaría saber que se le ofrece al Consejo ahora –dijo Blaz deshaciéndose de su anterior forma de ver al cerrar la puerta, aunque estaba seguro de que la bruja estaba ahí por motivos muy diferentes. Amara hizo lo mismo, quería que el brujo viera su cara y no otra.

-El Consejo no necesita nada tuyo Blaz. –por más que las palabras lucharan por salir, ella las retenía. Quería gritarle a la cara su plan, suplicarle que le dijese donde estaba.  

-¿A que debo tamaña visita entonces? –el brujo parecía inquieto, aunque en realidad lo fingía. Blaz era un ser de una absoluta sangre fría.

-¡Necesito tu ayuda Blaz!

-¿Qué te hace pensar que voy a dártela en un momento como este? –el brujo no iba a fingir delante de ella. Se conocían más de lo que les convenía y desde tiempos inmemoriales, habían sido amigos y compañeros. Hasta que la hechicera, Senta, había complicado las cosas.

-¡Vas a dármela amigo Blaz porque también necesitas la mía! –se acercó al brujo y se detuvo a tan solo cinco centímetros de su cara. –el brujo levantó las cejas, fingiendo sorpresa.

-Vas a tener que convencerme de un modo más elaborado Am –se rió –después de tantos años ¿De verdad crees que podes intimidarme?

-No, no lo creo.

-¿Qué viniste a buscar? –Blaz adoptó una expresión rígida. 

-Quiero recuperarlo –susurró la bruja.

  El brujo abrió mucho los ojos. Ya no creía poder sorprenderse, pero su colega le acababa de demostrar lo contrario. Amara no podía estar hablando enserio.

-¡Am sabes que eso ahora mismo no podrías hacerlo!

-Decime dónde está y anulo el hechizo sobre Senta. Puedo hacerlo, encontré el grimorio.

  Blaz sintió una ira feroz trepar por su pecho hasta amenazar con consumirlo.

-¡No me interesa tu aprendiz! –Rugió, y la empujó unos tres metros – ¡Sí querías volver a ver a tu licántropo no deberías haberte aliado al consejo!

-¡Claro que te interesa, la seguís amando! –Amara sintió de dentro de ella algo se rompía, aun así logró mantener el control de su voz. Si Blaz no mentía acerca de Senta, estaba perdida –¡y puedo devolvértela! ¡Encontré el hechizo de madre!

-¡Madre me hizo un favor! –Blaz parecía escupir las palabras –¡ella no es lo que necesito!

   Blaz caminó por la sala unos minutos eternos. Amara no necesito más para poder darse cuenta de que él la seguía queriendo, pero ese amor ya no era el de antes. Se había vuelto un amor doloroso, plagado de odio y deseos venganza.  Iba a tener que ser muy persuasiva si quería que el brujo entendiera de razones.

-Madre nunca quiso entendernos Blaz. Cada quien ha pensado siempre en lo que era mejor para sus propósitos.

-¿Qué es lo que te propones lograr Am? –Blaz estaba sudando – ¿Acaso vas a traicionar al Consejo?

-El Consejo va a fracasar Blaz. Va a destruirlo todo.




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