Clara caminaba cada vez más despacio. A medida que avanzaban pasar desapercibidos era difícil y debían fingir estar distraídos con algo en el suelo o cubrirse el rostro todo el tiempo. Podían percibir a los brujos, pero sin transformase no podían saber dónde se hallaban los cazadores. El camino que habían tomado, les permitía entrar en la larga hilera de pueblos que bordeaba la costa atlántica. Al fin habían llegado al pueblo anterior al que se hallaba Julieta, tan solo veinticinco kilómetros más y estarían en el foco de la cuestión.
La urgencia de abandonar el rancho de adobe los había obligado a tomar un micro. Habían tenido suerte de viajar de noche. Cualquier pasajero era sospechoso, y la cara anormal de Clara hubiese alertado a cualquier espía. Quizás a los humanos no les llamara demasiado la atención, pero a alguien que conocía del tema si. Identificar a un Gefallen era lo más fácil en su mundillo.
-¿Crees que van a dejarlos vivir hasta que regrese? –Clara venía dándole vueltas al asunto desde que había abandonado la quinta.
John se volvió a mirarla con el entrecejo fruncido. Hacia horas que la chica no mencionaba palabra, y cuando lo hacía era para hablar de los Klein.
-No es conveniente hablar de eso en la calle –susurró el licántropo.
Clara volvió a abstraerse en sus pensamientos y recuerdos. Sentía que la sangre se le alborotaba al recorrer de nuevo esos lugares que solo recordaba de pequeña. Pensó en Julieta, en que la vería de nuevo si todo salía bien.
-Yo creo –John esperó a que la chica acelerara el paso y le dé alcance –que sos el alfa, saben respetar eso, más allá de cual sea tu manada. No va a pasarles nada a menos que lo órdenes.
Ojalá –suspiró.
-¿Lista para ver a Julieta? –John sonrió. Sabía cuánto había esperado aquello.
-No lo sé. Supongo que sí.
-Pensé que ibas preguntarme acerca de lo que había pasado.
-¿Por qué iba a hacerlo? –Clara, no tenía ni una pizca de tonta. Y casi que para sus adentros había logrado profetizar todo lo que iba sucediendo.
-Es tu prima –John la miró. Siempre había sospechado de su falta de interés por las cosas. Intuía que ella era más inteligente de lo que se podía imaginar. Incluso más que Julieta.
-No es mi prima lo que nos trajo hasta acá John. Aunque no niego que las ganas de verla me carcomen.
-¿De qué hablas? –John se volvió en redondo sobre sus pies y la miró directo a los ojos. Ambos cesaron de caminar.
-No podría llamarte traidor –Clara vió como el rostro de su compañero se desfiguraba –porque todavía no puedo asegurar que lo seas.
John tomó aire, la súbita respuesta de su acompañante lo había dejado atónito. Trató de evitar que se notara como de un segundo a otro prácticamente se podría haber muerto de solo pensar que ella lo supiese todo. Porque por más que el no fuera malo en el fondo, ella, esa simple chica que había muerto a los ocho años, justamente ella no podía adivinar aquello. Maldita sea.
-¡No entiendo de que estas hablando! –sonó sarcástico.
-Claro que sí –a Clara no le tembló la voz ni un poco. Hasta ella se sorprendió de la tranquilidad que hallo en su interior –pero esto no tiene por qué ser un problema John. Podrías contarme o seguir tus planes. Yo tengo los míos también.
-Clara –una mota de miedo tiño la voz del licántropo –unestros planes son los mismos. ¿De acuerdo?
Ella asintió, pero estaba segura de que no iba a hacer nada sin que se lo explicase y comprobara que no era una trampa.
-Clara, puedo asegurarte que es por el bien de todos –John no entendía la frialdad en los ojos de Clara. En ese momento se dio cuenta del parecido que guardaba con Julieta y un escalofrió le recorrió la espina dorsal.
- ¡Eso se verá! –dijo la chica y retomó la marcha –pero te digo una sola cosa: no voy a ir en contra de Alain. Si me elegiste por haber sido su victima enserio estás perdiendo el tiempo.
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