No podía estar seguro del todo acerca de lo que veía. ¡Maldita sea! Julieta iba a volverme loco. Estaba seguro de que cuando había ido a visitarla había estado al borde de contarme algo. Pero no lo hizo, la muy boba todavía desconfiaba. O eso o algo se traían entre manos, ella y Blanca. Que dicho sea de paso no entendía porque oficiaba de chofer de Julieta.
La rubia que se bajó del auto no tenía cara de nada. Flaca como un espárrago, pálida. Y esa sensación que dejaba el verla de que era joven y vieja al mismo tiempo.
Julieta, Julieta, Julieta. ¿Qué diablo estás planeando?
Pensé en llamar al noviecito, pero no. Ya me había dicho papá que con él no transara. Más allá de saber de qué iba la cosa. O al menos eso cree mi papá porque lo que es a mí. A mí no me cierra nada.
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