Alain y Ranulf observaban desde las copas de los árboles más altos el trabajo de los oficiales. Los cuerpos habían sido retirados hacía horas, pero las pesquisas y mediciones seguían en pie.
-¡El chico llevaba semanas muerto! ¡El olor apesta aun acá arriba! –se quejó Ranulf.
-¡Quién haya hecho esto quiere destruirnos! –afirmó Alain.
-No lo sé –dudó su compañero.
-¿Estás ciego? ¡No ves que los muertos son precisamente los que no pertenecen a nuestro bando! ¿No te dice nada eso?
-¿Y si te equivocas Alain? –Ranulf se volvió y lo miró. Tenía chispas en los ojos.
-Dame un argumento para creer que estoy equivocado y te concedo la duda.
-Nosotros nunca matamos brujos en primer lugar. Solo entre ellos lo han hecho y lo siguen haciendo. Además nadie osaría asesinar a Galiana, mucho menos a Roth, eran muy poderosos como para que alguien se atreva siquiera a tocarlos. No presentan heridas, solo están muertos. ¿Eso no te dice nada?
Alain lo pensó unos minutos.
-El chico tampoco está lastimado como usualmente lo haríamos nosotros. –dijo al fin –Pero me cuesta creer que los cazadores lo hayan hecho.
-Seguís ciego Alain. –masculló el lobo –esto lo hizo madre.
-No logro seguirte la línea de pensamiento.
Ranulf gruño, pero no dijo nada más.
-Es raro que los cazadores no hagan nada. –susurró Alain.
-Los cazadores están planeando su ataque. Nos han estado buscando, no tienen idea de donde nos hallamos. Y eso solo es posible porque estamos protegidos. ¿Entendés? –Ranulf perdía la paciencia.
-Sí te entiendo –masculló. –Todo esto es desconcertante.
-Todo esto –se volvió sobre su viejo amigo –no es más que un excelente y bien diseñado plan. Cuando las fichas se alinearon, quien sea que pensó todo esto, comenzó a hacer sus jugadas. Solo somos peones Alain. Solo eso.
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