Julieta

  Enzo me miraba fijo otra vez. No podía creer que estuviera hablando en serio, recordaba como negaba la posible existencia de lo paranormal cuando la federal delegó el caso a los investigadores. Ahora se esforzaba por qué le creyera cuanto decía. Yo no necesitaba de sus palabras para creer en lo paranormal, ya lo creía de antes. Desde siempre. Simplemente me hacía la escéptica con él para descubrir que motivo lo había llevado a que me insistiese con aquello.

-No me estás diciendo a que viene todo esto –le extendí el vaso lleno de jugo de mora. –si pretendo algo, es que me expliques de dónde sacaste esto ahora.

-Julieta –pareció irritarse.

-¡No! –lo corté – ¡no empieces con el verso de que no me podés decir todo! ¡Si solamente vas a contarme una parte, mejor no me contabas nada!

    Volví mi vista al patio de la casa. Fran corría alegremente entre los arbustos y las plantas, ajeno a la discusión que manteníamos hacia al menos una hora. Si me hubiese quedado acostada toda la tarde no habría tenido la necesidad de discutir aquello con Enzo. Además estaba nerviosa porque Emma había salido sin avisar a no sabía dónde y hacía horas que no regresaba.

-¡Escúchame Juli! –dulcificó su voz –¡lo único que yo me propongo es cuidarte! ¿Podés entenderlo?

-¿Acaso me querés decir que en este lugar los muertos vuelven de la tumba? ¿Qué existen los zombies?

Su mirada se tornó cansada de un golpe.

-¡Es algo peor que eso Julieta! –estaba tratando de no ponerse histérico.

-¡Bueno decímelo! –insistí –¡quiero saber cómo son las cosas! –tomé aire – ¿Quién o qué mató a Sofía?

  Enzo me miró con ojos vidriosos y dudó de lo que iba a decirme. Se revolvió el pelo y giró sobre sí mismo. Como buscando palabras. Noté que sus manos temblaban un poco. Al cabo de unos minutos en que no dejé de mirarlo, tomó aire y se preparó a decirlo. Clavó sus ojos verdes en los míos y se acercó hasta casi rozar con su cara la mía.

-¡Yo Julieta, yo maté a Sofía!

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