Me revolvía el pelo sin parar mientras arrastraba los pies por todo el living. Creo que dependía de este acto el sobrevivir a los nervios o morir en el intento. Emma o mejor dicho, la falsa Emma se afanaba en tranquilizar a Julieta. Nos llevaría días o tal vez semanas regularizarla a su estado normal. Sabía que Emma pensaba que estaba loco y también tenía por seguro que iba a castigarme por ello. Aunque no podía matarme, porque de ese modo jamás dominaría a Julieta. O al menos eso trataba de creerme.
No podía estar seguro de si Julieta me había creído o no acerca del asesinato de Sofía, casi podría jurar que en un primer momento lo atribuyó a un arranque descontrolado de nervios y estrés. Porque la lógica actúa de ese modo, fue programada para eso por los detractores de la magia primigenia. Para destruir todo aquello que no respondiese a una realidad empírica.
Me serví el sexto vaso de vino en las últimas dos horas y básicamente lo tomé de un trago. Un calor tirante y adormecedor me alboraba las mejillas.
-¿Lo único que sabes hacer ante los problemas es emborracharte? –Emma tenía el pelo revuelto y un gesto de ira brillaba en sus ojos grises.
-¿Cómo esta Julieta? –largué todo el aire que venía acumulando.
-Está bien. –Me miró y no supe interpretar que era aquello que transmitían sus ojos –Julieta va a salir airosa de esto. –caminó hacia la salida y abrió con un leve movimiento de manos la cerradura de máxima seguridad que habíamos instalado días atrás.
-¿Qué hacemos ahora? –la bruja se volvió y el descargó eléctrico más fuerte que hubiese sentido jamás se propagó dolorosamente por todo mi cuerpo. Caí pesadamente al suelo y me retorcí allí un tiempo que me pareció eterno.
-¡No te destruyo porque ella te necesita ahora! ¡Más te vale que encuentres una manera inteligente de abordar la historia que vas a contarle!
-¿Pretendés que le siga mintiendo? –dije apenas pudiendo respirar.
-No –volvió a encaminarse hacia la puerta –Pretendo que mi hija pueda ayudarme en el paso final. Y para eso no solo tiene que estar lista, sino entrenada.
-Le va a demandar un tiempo procesarlo todo –Emma se volvió hacia mí y la electricidad volvió a invadir mi cuerpo.
-¡Yo decido los tiempos idiota!
El dolor me adormeció los sentidos y sentí como mi cabeza caía al suelo. Las ideas rebotaban dentro de ella como si se hubiese separado una de otras y se mezclaran en una red indescifrable y patética. Mis pensamientos eran un bolillero de los que suelen usar en los programas de entretenimiento televisivos. Me mantuve recostado en el suelo al menos una hora, no sentía ni las manos ni los pies y hubiese sido imposible que me incorporase. No sabía que había pasado con Emma. Aunque suponía que se había ido. El dolor me inundaba el cuerpo desgarradoramente y temblaba de un modo incontrolable. Sentía los músculos engarrotados y rotos. Aún así había logrado mantenerme consciente la mayor parte del tiempo y no perder la cordura de aquello que pensaba. Sabía de sobra que las descargas de magia podían desquiciarte o despertar con los recuerdos alterados o anulados. No sabía si esto iba a dejarme secuelas mentales, pero físicas seguro.
Cuando al fin logré abrir los ojos me di cuenta de que había pasado más tiempo del imaginado. Era noche cerrada. Traté de incorporarme pero fue en vano. El frío me engarrotaba el alma y los músculos parecían estalactitas bajo mi piel.
En cuanto pude ver bien, la figura de Julieta se reveló frente a mí. Estaba sentada a mi lado y aunque sostenía entre las suyas mi mano derecha, no la había percibido. Trate de hablar, pero me hizo señas de que no lo hiciera. Hice un extremo esfuerzo por sentir su contacto, pero solo obtuve un débil cosquilleo. Me costó adivinar qué revelaban sus ojos y al cabo me di cuenta que estaba impresionada.
De un momento a otro la perdí de vista y el tiempo volvió a ralentizarse. Oí su voz en la distancia.
-¡Matt necesito que vengas! ¡Enzo tuvo un accidente! ¡Tiene quemaduras en todo el cuerpo, necesito ayuda ahora!
Luego fue todo oscuridad.
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