Julieta quiso quedarse

Roderica y sus 49 legítimas

    Enzo aceptó a regañadientes la bebida que una de las legítimas le alcanzó. Tanta amabilidad le era sospechosa, pero no podía negarse, no podía demostrarles desconfianza. No ahora. Miró en derredor, la convención parecía muerta sin todos sus ruidosos hechiceros yendo y viniendo. Recordó a Aubrey, su amiga del pasado, siempre tan negada a todo aquello. Si en algún momento la hubiese escuchado tan solo un poco, quizás nunca se hubiese ofrecido para conquistar a Julieta, y ahora no sentiría aquella culpa. No es que Enzo detestara todo aquello, tal y como Aubrey lo hacía, sino que ahora no estaba tan convencido como antes, no cuando la vida de la única persona que valía la pena en la faz de la tierra corría peligro: Julieta. Claro está que realmente, Enzo no tenía idea de quien era en realidad su novia. 

-Enzo –Roderica surgió desde detrás de una columna –has venido al fin.

-Madre –se incorporó del sitio en donde se hallaba –he seguido todo cuanto has dicho, pero se ha ido del cauce.

-Entiendo que no has logrado escapar –la bruja caminó hasta acercarse al brujo – ¿Qué ha pasado?

-Julieta se ha desvanecido, ha quedado como muerta por incontables minutos. Utilicé todos los artilugios y hechizos que conozco y nada la ha regresado, me temo que ha entrado en una etapa por demás avanzada. Cuando despertó parecía otra persona. –dijo a toda velocidad.

  La bruja lo miró pensativa unos minutos.

-Creo que eso ha sido otra cosa. –un silencio se interpuso entre ambos. Enzo esperaba expectante aquello que sabía iba a decirle de un momento a otro. Solo esperaba que no fuera demasiado malo. –Clara ha intentado comunicarse. Mis hermanas han dicho que su pulso ha bajado y que ha estado alterada en su sueño.

-¿Clara no sabe que es bruja o sí?

-Mucho me temo que Blaz la haya puesto sobre aviso.

-¡Mi padre se está convirtiendo en un problema! –masculló Enzo.

-Siempre lo ha sido –comentó risueña la bruja.

-¿Qué debo hacer Madre? –Enzo estaba impaciente en regresar junto a Julieta.

-Voy a ir verla esta noche o a primera hora de mañana, necesito hablar con mi pequeña. De esa charla depende el resto del plan. Lo mejor va a ser que se quede en su casa. Al menos por ahora.

-Madre –Enzo dudó un instante, pero debía confesarle a alguien aquello que sentía –¿Me odiará?

  La bruja abrió los ojos. Algo en su interior se enterneció. Hacía mucho tiempo que no veía a alguien sanamente enamorado. Se hallaban en los comienzos de una guerra sangrienta contra la creación, y a Enzo solo le importaba lo que Julieta pensara.

-No lo creo Enzo, ella te necesita más que nunca. Y nosotros también, sos nuestra conexión hacia ella.

 

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