Julieta quiso quedarse

Jefe Beta

    El Jefe de los Beta, se hallaba sumido en una gran meditación desde que la única conexión con la Convención de Brujos y Hechiceros había por fin hablado con el: Emma.  La bruja estaba tratando de esclarecer aquello que había sucedido con sus fieles compañeros Roth y Galiana, y parecía bastante asustada. Al punto en que había solicitado la ayuda del gran jefe. Los brujos jamás pedían ayuda, eran lo suficientemente orgullosos y engreídos para hacerlo, y que ahora esa bruja antiquísima le pidiese por sus vidas, es porque si bien no le había confiado todo, algo muy feo se avecinaba.

   El jefe no pudo negarse, su existencia, se debía gracias a la buena voluntad de los hechiceros, ellos los habían conjurado ante la necesidad de controlar a los lupis y salvar al mundo de ellos. Eso era una gran mentira, pero el Jefe no lo sabía. Ni lo sabría nunca. Claro que la tal Emma, no era una simple hechicera, sino una poderosa bruja, pero ahora sin sus compañeros, se hallaba sola.

-¿Qué hay de los demás brujos? –había querido saber el mandamás.

-Están desaparecidos. Incluso desde antes de que muriesen Roth y Galiana.

-Podrían ser traidores –había mascullado el jefe.

-No lo creo, la bruja encargada del hechizo primigenio desapareció junto con el favorito de Madre.

-El brujo Blaz.

-El mismo. Tengo por seguro que quien sea que está detrás de todo esto se los ha llevado y aún los necesita.

-La gran bruja legítima no puede estar viva y solo ella haría una cosa así. –gruñó.

-Al principio evaluamos las posibilidades de que ella sobreviviese, pero luego comprendí que se trataba de una trampa. –Emma había hecho una pausa solo para inquietar aún más al capo Beta.

-¡Hablá! –ordenó.

-Alguien está moviendo las fichas como lo haría ella para confundirnos y hacernos creer que hemos fallado contra la magia legítima.

-¿Estás diciéndome que esto lo está llevando a cabo un estúpido hechicero? –el jefe no podía ni quería creerlo.

-Creo que sí, el más antiguo de todos ellos. Y es por eso que necesitamos vuestra ayuda.

-¡Nos quiere ver débiles y asustados! –había dicho, más para sus adentros que para ella –¡por eso ha asesinado a mi hijo! –al cazador se le formó un nudo en la garganta.

-Exacto, y jamás sospecharíamos que el golpe viene desde dentro.

-¡Entonces no perdamos el tiempo Emma! ¡Hay que atacar!

 

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