Una parte del Jefe, realmente, se negaba a creer que Brais habría hecho una cosa así. Burlarse de ellos con total descaro, con tan poca hombría. El Jefe rememoró tras sus párpados las luchas contra la magia legítima, Brais no podía haber fingido todo aquello. No podía ser. Siempre había sido un hombre de palabra, leal, justo con los suyos.
Sin embargo allí estaba su traición, su hijo Cristhian y los brujos Roth y Galiana muertos. Brais siempre había sido codicioso, pero el Jefe no pensó que lo fuera de la magia que casi había llegado a matarlo, la magia de los primeros dioses.
Se tuvo que obligar a preparar a sus tropas y marchar en pos de los hechiceros. Esta vez no atacarían primeros, el Jefe quería estar seguro de que la bruja Emma no les estuviera jugando una mala pasada. Era ilógico, pero en un mundo como ese, todo cabría.
-Jefe –llamó uno de sus hombres, el mejor cazador después de su querido Joel –La bruja Emma ha vuelto a comunicarse, lo ha hecho con el distrito tres.
-¿Qué dice? –el cazador volvió a mirar el mensaje.
-La han apresado dentro de la convención. Se ha comunicado a través de su sangre.
El Jefe recordaba el método, lo habían utilizado cientos de veces en las batallas. Era un conjuro sencillo, pero solo se podía hacer si estabas sangrando. Casi siempre era para pedir auxilio. Como en este caso Emma. Al Jefe no le quedaron más dudas. Brais era un traidor.
-Está bien –dijo a su cazador –En una hora partiremos –Rebuscó en su bolsillo el amuleto. El trozo de piedra tallada que le había dado un sentido a su vida –Veremos cómo se las apaña nuestro amigo. Comuníquese con Joel –gritó –que nos espere en el lugar acordado.
Safe Creative
Todos los derechos reservados
1806187440382