Tuve que dejarla ir. Sí, la solté. A mi otra yo, a la Julieta de siempre, a la amante de la lógica y los peligros. O eso o no podría ayudar a Matt y su familia. Eso era algo que no podía permitirme. Asique lo hice, y entonces la Julieta bruja, la descendiente de aquellos seres luminosos milenarios, tomó el control y se extendió en todo mi ser. La magia llenó mis venas libremente, por primera vez en veintiséis años sabía quién era y porqué.
-Matt –dije en cuanto lo supe a Joel dentro de la casa –Ahora o nunca.
-¡Alguien ha entrado! -chilló.
-¡Por eso mismo! ¡Confía en mí! –Dije tomándolo por la campera y colocando su mano libre abierta frente a mí –Esto va a dolerte un poco. –Me miró y por vez primera vi en sus ojos el miedo más puro –No voy a hacerte más daño del necesario.
-Está bien –musitó con miedo. No esperaba de él otra cosa. Era un chico por demás valiente. Porque eso era ser valiente, confiar y seguir a pesar del miedo.
Mi magia fluyó como un torrente de electricidad y cortó de lado a lado la palma de Matt. Su sangre roja y espesa fluyó por su mano, para luego suspenderse en el aire formando una antinatural esfera rojo brillante delante de su rostro desencajado. La guié hasta Fátima, y la dejé suspendida sobre su herida. Tomé entonces los implementos que me había llevado Madre: incienso, rocas de mirra, cayena, cuarzo, cedro, ojo de muñeca y lo encendí todo con un chasquido de mis dedos brujos. La luz de la casa se apagó, y las paredes parecieron retroceder. Entonces recité, como nunca antes lo había hecho. Susurré a la noche y a aquel cuerpo sin vida unas palabras antiguas y suaves, tenebrosas y radiantes. Mi ser cantó con ellas, con esos símbolos antiquísimos capaces de sostener al mundo.
-Deme íncipit hit claro anima coacervatum resurrectio spiritu suo itinere redire nuntiata input –una energía poderosa giró en torno a nosotros, creando un escudo entre el mundo y la magia, la llama se avivó y se formaron en ella extrañas figuras danzantes –Ecce labor lapsus, fulmen habes ad ianuam pandit mysteria mundi –la esfera de sangre se desintegró en millones de partículas que ingresaron en el cuerpo de Fátima -¡Aperi eutem semita est anime mea usque ad nubes! ¡Solus illud non relinquit! ¡Quod repelluntur recedere coguntur ustium! ¡Quia non permittit intrare et exire possit ad voluntatem et potestatem ei verbum vincit amor! ¡Divina spirituum! ¡Intinera mea istinc! –dije con más fuerza, y entonces la magia se apoderó de todo mi ser, que se cubrió con un halo de luz blanco, y por un momento lo baño todo de un color plata.
Fue un estallido, un expandirse de las cosas. Una puerta que se abría para recibir de nuevo un alma buena. Entonces, todo se aquietó y la llama del fuego se extinguió. La magia cesó y el viento que nos había cubierto desapareció en el interior de Fátima. La penumbra nos envolvió un instante hasta que la luz de la habitación regresó, y el mundo fue el mismo de siempre. Quizás no había funcionado. Sentí que el cuerpo se me aflojaba extenuado.
-¡Alto ahí bruja! –gruñó Joel. Sabía que estaba allí. Matt instintivamente me cubrió con su cuerpo.
-¡Papá ándate de acá! –gritó Matt – ¡No vas a hacerle daño!
-¿Qué demonios se supone que hacían? –aulló el cazador. Entonces algo en su rostro furioso se detuvo y dió paso a un sentimiento indescriptible. Las manos le temblaron, y yo lentamente seguí el curso de sus ojos.
Fátima estaba sentada en la cama y nos miraba por detrás de su pelo negro revuelto. Me giré en torno a ella y me acerqué con cuidado. Matt no me detuvo, había quedado igual que su padre, suspendido entre el horror, la sorpresa y el amor. Fátima, había recuperado los colores vitales y respiraba con regularidad. Se movía de a poco, como esperando a que cada parte de su ser regrese definitivamente después de tantos años de sueño eterno. Tanteó su cuello en cuanto pudo dominar sus manos largas y finas, y quitó la venda ensangrentada. Debajo solo había piel sana. Me miró y sonrió abiertamente.
-¡Gracias Julieta! –musitó – ¡Gracias!
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