La vi caminar a un paso tan lento, despreocupado y firme, que no necesité más para saber que Julieta había tomado una decisión. Una implacable, que cambiaría el mundo. Nadie sabe si para bien o mal, pero lo haría. No necesité mucho más tampoco, para dilucidar lo que ella haría. Y que eso, me mataría. Pero no se lo diría. Alguien tenía que sacrificarse, y si Julieta había tomado aquella decisión, es porque desconocía algunas consecuencias. No se lo diría, pero al menos intentaría despedirme de ella.
Sentí que el corazón se me achicharraba dentro del pecho. Había encontrado el amor, solo para perderlo. El plan secreto e implacable de la vida. Al menos, no habría sido en vano mi paso por esta tierra prometida.
Diez minutos. Solo ese tiempo, para que la llegada de la hora de las brujas, pusiera fin a mi vida.
-¡Julieta! –grité para que me oyera por sobre aquel escándalo.
-Enzo –leí en sus labios rojos y suaves como el atardecer de otoño, cuando se giró y detuvo su marcha. Por una milésima de segundo su sangre ancestral, dejó que su Julieta de siempre aflorará, al menos en sus ojos.
Corrí hacía ella y la tomé entre mis brazos. Olía a fresas y mar. Quería irme con eso grabado en mi pecho. Su aroma.
-¡Mi amor! –susurré entre su pelo, sujetándola con una mayor fuerza. Su energía me traspasó de lado a lado. Y supe que voluntaria o involuntariamente ella leería mi mente. Asique oculté mis conocimientos. No deseaba frenarla. –Quiero que sepas que sos lo más importante que tengo en mi vida.
-Enzo –dijo aturdida –tenés que ponerte a resguardo. Vamos a tener mucho tiempo para estar juntos después de esto.
-Claro –musité, mirando directamente a sus ojos color del tiempo, de las razas –Pero quería decírtelo.
-Enzo –dijo sonriendo en medio del caos –Te amo, por sobre todas las cosas.
Me besó con una dulzura inexplicable, como lo haría mi Julieta de siempre. Mi amada Julieta. La que me había robado el corazón con sus arrebatos de niña loca. Entonces la solté y miré una vez más sus ojos, su rostro de ángel. Y supe que antes de morir, había visto lo que muchos desean a lo largo de sus vidas. Había visto la verdad del mundo, del origen y de todo lo demás en sus ojos llenos de amor.
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