Apreté mucho más el bate contra mi pecho.
Lágrimas salían de mis ojos sin poder evitarlo.
No quería demostrar debilidad frente a esos tipos, quería demostrar que no me asustaban.
Que era fuerte.
― No sé de qué mierda están hablando. Si no quieren que llame a la policía, váyanse ahora mismo.― exclamé con voz neutra.
Todo el grupito empezó a reír, menos el chico pelinegro que me miraba con una sonrisa de medio lado.
Hizo una seña con sus manos y todos callaron de golpe.
Se acercó lentamente hacia mí.
― Pero que sorpresa, la princesita tiene agallas― susurró cerca de mi rostro.
Aquello me tomó desprevenida, mi cabeza empezó a dar muchas vueltas.
Sabía que en algún momento, había escuchado esa frase. ¿Pero dónde?
― No soy ninguna princesa idiota― escupí asqueada.
Alcé mucho más el bate, servía de escudo entre él y yo.
― ¿Crees que esto me detendrá?― Bufó rodando los ojos― le dije a tu noviecito o guardián, como quieras decirle; que volvería por ti, y aquí estoy. Lástima que no me recuerdes― acarició mi labio inferior.
Voltee mi rostro para que dejara de tocarme.
― Para tu información imbécil, no tengo ningún “noviecito” y mucho menos un “guardián”. Se cuidarme sola.― su rostro se mostraba sorprendido por mi comportamiento.
Sonrió mostrando sus feroces colmillos.
Entonces recordé que no estaba hablando con una persona normal. Nadie en este mundo tenía colmillos y ojos color violeta.
El pánico me recorrió entera, pero traté de disimularlo.
― Cariño, eso lo sé muy bien. Pero, no creo que te sirva ahora― tomó con fuerza mi bate y lo partió a la mitad.
Ahogué un grito.
― No sabes lo mucho que disfrutaré esto― murmuró sosteniendo con fuerza mi mejilla.
Volteó mi cabeza quedando expuesto mi cuello
Su mano viajó hasta mi cintura y me presionó contra su cuerpo.
Sentí su respiración en mi cuello― Hueles tan endemoniadamente bien.
―Quítate imbécil.
Empezó a reír.
― Definitivamente adoro esta versión de ti. La anterior era más aburrida.
Iba a responderle, pero un estruendoso ruido se escuchó por toda la casa.
Los cuatro hombres que estaban en donde se suponía que tendría que estar la puerta, salieron corriendo ―a una velocidad impresionante― dejándonos solos.
― ¿¡Maylin!?― intenté mirar hacia el lugar donde provenía la voz, pero su mano en mi mejilla me lo impidió.
― Parece que tus amiguitos ya llegaron. No te preocupes querida, te dejaré un recuerdo.― susurró cerca de mi oreja.
Lamió mi cuello para luego incrustar sus filosos colmillos en el.
Solté un grito de dolor.
Sentí mi cuerpo tensarse ante aquel acto. El dolor se extendió por todo mi cuerpo, sentí mis piernas como gelatina.
Estaba segura que si él imbécil no me tenía sujetada hubiera caído al suelo.
Mi corazón empezó a latir más deprisa y mi campo de visión se tornó borroso.
Desencajó lentamente sus colmillos de mi cuello, haciendo de este una horrible tortura llena de dolor.
Aunque solamente duró unos segundos.
Casi al instante me soltó de su agarré y caí a la cama de Mía.
Observé su figura ir a la ventana pero antes de salir de la habitación, el chico pelinegro se acercó hacia donde estaba acostada.
―Dile al imbécil de tu guardián que no puede salvarte de tu destino. Yo me encargaré de eso. No te relajes, volveremos― masculló con furia antes de desaparecer de mi vista.
Estaba tan concentrada en verificar que aquel sujeto no iba a volver que no me percaté que alguien estaba en la habitación conmigo.
Mi cuerpo se sentía totalmente cansado que ni siquiera tuve la fuerza para girar mi cabeza y poder saber quién era.
― ¡Oh dios mío!― chilló aquella chica.
Mis ojos se cerraron totalmente, estaba tan cansada que no pude quedarme despierta un segundo más.
Simplemente me dejé llevar por la oscuridad.
Mía:
Apenas los vamphirs desaparecieron de mi vista, salí corriendo a mi cuarto donde según se encontraba May.
Al centrar a la habitación, encontré a Nina sentada en la cama donde se encontraba May.
― ¿Qué le pasó?― cuestioné corriendo hacia donde estaba Nina.
Sostuve la cabeza de Maylin y la voltee quedando expuesto su cuello.
Había dos pequeños huecos que desaparecían poco a poco.
Una mordida.
Nina jadeó sorprendida y se tapó la boca con la mano.
― Esto está mal―negué con la cabeza― esto no debería haber pasado.
― No debemos decirle nada a Alek, ella está curándose per…― Nina calló de golpe al ver que Alek había entrado a la habitación.
― ¿Qué no me tienen que decir?― gruñó Alek acercándose hacia donde me encontraba.