Juliette

Capítulo 1.

─Buenos días, señorita─ la voz perteneciente a una de nuestras pocas mucamas, me despertó. Tenía todo el cabello revuelto por la cara, y restos de saliva en la comisura de mis labios. Estoy consciente de que duermo con mucha elegancia.

─Lamento que tengas que ver este espectáculo todos los días─ con pereza, me senté en la cama, y traté de arreglar la tela de araña que representaba mi cabello.

─Estoy acostumbrada a escuchar esa oración. Todos los días es lo mismo contigo, Juliette. Siento vergüenza y pena por las atrocidades que verá tu futuro esposo, cuando despierten por las mañanas─ solté una risita juguetona, y pasé mi pulgar por la esquina humedecida de mis labios. ─Si hasta las babas se te salen, ya lo puedo escuchar gritar alarmado ¡Gisselle, me ha cubierto la cara con un líquido de dudosa procedencia! ─ en su intento por imitar a un hombre, mi abuela usó un tono de voz más grave, causando que rieramos tanto nuestra mucama, como yo.

─Y es ahí donde yo diría "ese líquido de dudosa procedencia, se llama saliva, querido, y ha salido de mi boca" ─ hablé con tanta gracia como pude, digna de las enseñanzas de mi maestra de protocolo. ─usted prometió amarme, aunque el viento estuviera en contra, en este caso son las babas, así que acostumbrese, señor, que esta travesía juntos va para largo─ Ana, la amable mucama que me vió crecer, me codeó con algo de fuerza.

─Compórtese como la dama que debe ser, señorita. Además, ¿no ve que a la señora le está por atacar un mal espíritu, con esa respuesta suya? ─ la blanca piel del rostro de nuestra acompañante, se tornaba cada vez más rojo, en consecuencia de. . . ¿El enojo?.

Su usualmente tranquila aura, también adquiría tonos carmesí.

─Basta, estas haciendo eso otra vez─ realicé un pestañeo coqueto en su dirección, haciéndome la desentendida.

─No se de que está hablando─ encogí mis hombros, al mismo tiempo que llevaba mi mano izquierda a mi pecho.

─Estás viendo mi alma, mi aura o lo que sea que dices ver─ sus tacones resonaron, mientras se sentaba en la base de la cama. Mantenía su mirada fija en mi.

─Abuela, solo estaba viendo si estabas verdaderamente molesta─ soltó un gruñido. ─ ¿Cómo lo notaste? ─ cuestiono intrigada. Es una de las pocas, personas que pueden distinguir cuando estoy viendo más allá de su carne, o simplemente me encuentro pensando en alguna cosa, y mis ojos están fijos en un punto, sin que me de cuenta de ello.

─Te he criado durante 12 años, pequeña Juliette, he aprendido algunas cosas─ ante mi intensa e inquisidora mirada, se vió obligada a continuar. ─pero bueno, te diré algunas cosas. En primer lugar, cuando estás pensando, sueles hacer algún movimiento con tu cuerpo. Ya sea mover la mano, jugar con tus dedos, o morderte la uña con el pulgar─ Ana a mi lado asintió, otorgándole la razón a la señora de la casa.

─También entrecierra los ojos, en fin, se nota que está ausente. Una vez incluso, se inclinó un poco hacia el frente, y el cabello le cayó por los costados, evitando que viéramos mucho su rostro, mientras analizaba las respuesta, de uno de los exámenes que la señora preparó para usted─ desvié la mirada hasta las sábanas, avergonzada. No sabía que en esta casa, se me estudiaba tanto.

─Por último, pestañeas varias veces, como si despertaras o acabaras de llegar a la realidad, y sigues con lo tuyo. Por el otro lado. . . Cuando estás leyendo almas─ Gisselle dirigió su mirada hasta la ventana de la alcoba. La luz que entraba por ella, iluminando las cortinas blancas, que permanecían atadas, bañaba el cuerpo de mi abuela, y la hacía lucir radiante. Su cabello gratamente recogido en un limpio moño, parecía brillar. ─usas una mirada felina, acusadora. Se siente un escalofrío en el alma, es como si pudieras ver a través de todos nuestros secretos, y conocieras el lado vulnerable de nuestro ser, es una sensación bastante peculiar, y extraña. Permaneces tranquila, serena, como si nada te perturbase, a medida que te abres paso entre todo lo malo que podamos tener─ analizaba cada palabra que ella pronunciaba.

Buscaría una forma de poder manejar mejor, las expresiones que hago, mientras veo el alma y las emociones de las personas. Si algún día, mi secreto se llega a saber, las personas harán todo lo posible para buscar una forma de bloquear mis habilidades. Yo debo conocer esa información, antes que nadie, para poder saber cómo la usaría a mi favor.

─Por cierto, señora, en lo que la señorita es arreglada, me gustaría hablar con usted , sobre algo importante─ Gisselle arrugó la nariz, como siempre lo hace, cada vez que algo la toma por sorpresa, y eso no le agrada.

─Entiendo. Juliette, debes estar lista lo más pronto posible, las lecciones de hoy son importantes─ asentí, y bajé levemente la cabeza a manera de reverencia, mientras ella se marchaba, con toda la elegancia que poseía. De lejos, poca. Caminaba como si fuera una monarca, aunque no recuerdo haber visto nunca a la monarca de Altarir, mucho menos su caminar.

A mi derecha, Ana había depositado las ropas que estaban destinada para su uso, el día de hoy. 

─No me envíes más mucamas─ ordené, mientras me deshacía de mi vestido para dormir. ─Quiero tomarme mi tiempo─ antes de que ella pudiera protestar, llevé un dedo a mis labios, indicándole que guardara silencio. Luego la vi desaparecer, una vez cerré la puerta.

El agua de la tina estaba ligeramente caliente, justo como me gustaba, por las mañanas. Con las manos colocadas sobre mis rodillas, me perdí en el tiempo. . . Y en mis pensamientos.

Solía ser una persona callada, que solo obedecía las órdenes de los demás. Una muñeca de porcelana, perfecta para ser convertida en la sumisa de algún estúpido señor feudal, un conde o un duque, así como lo es mi padre. No provocaría ningún problema o escándalo, y mi lealtad iba a estar siempre dirigida hacia mi futuro esposo, el cual haría conmigo lo que le diera su voluntad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.