—Creo que una sombra de un tono más claro le luciría mejor —comentó Ana.
—La conozco más que a nadie, estoy seguro de que este es el tono correcto para sus ojos —protestó Black, altanero. Le tendió la sombra a Lily—. Ten, cariño. Aplícala con cuidado.
—¿Estás seguro, papá?
—Sí.
—Oigan, no soy un experimento comunitario. Si no terminan en menos de diez minutos, me maquillaré por mi cuenta.
—¡No, no! —se quejó Lily. Era la encargada principal de mi maquillaje—. No les hagas caso, Ro. Estás quedando linda.
—Eso espero, si no voy a despedirte, con todo el dolor de mi alma.
—¡Terminé! —Lily se apartó, sonriendo orgullosa—. ¡Mírate en el espejo, Ro!
Eso era una buena señal.
Me levanté del asiento y me miré en el espejo a cuerpo completo de los vestidores.
Decidí lucir un vestido rosado al estilo de los clásicos de los sesenta. La falda de campana me llegaba por debajo de la rodilla, dejando ver un poco de mi tatuaje y el escote en V resaltaba mi cuello largo, rodeado de cuatro collares de perlas blancas. El maquillaje había quedado hermoso.
—Tenía mucho tiempo sin sentirme tan despampanante —me halagué, con una sonrisa coqueta—. Gracias, Lily.
—No fue nada —dijo, sonrojada.
—Ahora que ya estás casi lista, deberíamos esperar afuera con el resto —señaló Ana, haciéndole un ademán a todos para que se fueran saliendo.
Mis manos comenzaron a sudar a medida que los vi saliendo, uno a uno. Black fue el último, antes de marcharse, sostuvo la puerta y me sonrió.
—Te ves preciosa.
—¿Ya no parezco alguien que necesite de un exorcismo?
—No a simple vista —respondió. Nos quedamos mirando por un largo rato, con las lágrimas comenzando a acumularse—. Te ves…, como el día en que me enamore de ti —rio—. Tan radiante, tan…, feliz. Me alegra verte feliz…
Una lágrima recorrió mi mejilla. Se fue, sin permitirme verlo llorar. Respiré profundo. Era demasiado temprano para quebrarme en llanto.
Tuve que sentarme y tomar varias bocanadas de aire para calmarme. Aunque sabía que aquello significaba un nuevo comienzo, me abrumó todo lo que había atravesado para llegar a este punto.
Nunca me había dado cuenta de todo lo que había luchado hasta que llegué a la cima.
Me miré al espejo y me sonreí.
Era la primera vez que me sentía orgullosa de mí y, al mismo tiempo, me sentí mal por eso, porque debí haberme apreciado un poco más en el pasado.
—Lo has hecho bien, Rouse —sonreí—. Lo has hecho bien…
Caminé hacia la puerta y la abrí. Aún no había nadie en el interior del local. Todos se encontraban afuera para cortar el lazo. Abrí la puerta principal y los aplausos y las exclamaciones no se hicieron esperar. Sonreí. Todos se encontraban allí.
El club de los motociclistas.
El club de Paintball.
El club de los desadaptados.
El grupo de las mujeres de pilates de Martha.
George.
Rebeca y Cindy.
Orlando (muy lejos de ellas)
Los chicos del orfanato junto con la señora Ally.
Marianne con el doctor Máximo.
El club de madres de natación.
Milton y Alika.
Yulenka y Marina.
Mis padres.
Aurora y sus hijas junto con Helios, el inservible de su esposo.
Mis tíos.
Mi abuelo y Lucrecia.
Ana y Louis. Incluso su madre y su abuela.
Lily.
Micael.
Black.
El sentimiento de soledad fue un recuerdo que volvió solo para que la sensación de estar acompañada me pegara de lleno en el corazón.
Las noches en las que llore a solas en el hospital.
Los días en los que sentí que realmente no lo lograría porque tuve la sensación de que incluso me había abandonado a mí misma….
Todas parecían un difuso recuerdo.
—Les agradezco a todos por estar aquí hoy —dije finalmente—. Cuando comencé con este proyecto hace tres años, no estaba segura de lo que hacía y creo que muchos de ustedes también lo sabían. Los niños nunca han sido lo mío y no mencionemos mi falta de tacto y sensibilidad —rieron—. Si les soy honesta, tampoco creía que ser maestra era lo mío. Lo único que buscaba era algo de estabilidad. Una forma de vivir tranquila, ya que no había podido lograr mi verdadero sueño. En ocasiones, las cosas no salen como lo estuvimos planeando toda nuestra vida. Puede parecer que el mundo se derrumba y que no hay solución alguna. Hubo una época en donde pensé que realmente no había final y que había llegado a un callejón sin salida, pero puedo asegurarles que siempre hay un camino, por más pequeño que sea. Mi camino, literalmente, era pequeño —dije, mirando a los chicos—. Aprendí que siempre hay nuevos sueños y que incluso pueden ser más extraordinarios que el primero. “¿Cómo te ves en diez años?”, una periodista me hizo esa pregunta hace una década. Le dije que me veía rodeada por unos reflectores y siendo ovacionada de pie por un público que vio mi entrega en cada movimiento. Muchas veces me sentí frustrada por no poder lograrlo porque no tenía la idea de que, diez años después, estaría rodeada de todas las personas que amaba —lloré, sin poder evitarlo—. No cambiaría nada… No cambiaría ni un solo reflector por un escenario como este —limpie mis lágrimas—. Gracias por apoyarme siempre. Incluso cuando tenía la sensación de estar sola…
Corté el lazo.
Casi al instante todos se abalanzaron sobre mí para darme un abrazo. Reí, intentando lidiar con todos y sus lágrimas.
La sensación de lleno fue casi instantánea. Fue como si finalmente hubiera recuperado todos mis trozos después de haberlos buscado con tanta diligencia. Al final, no se trataba de buscarlos con desespero. Algunos vinieron a mí por sí solos y otros, fueron traídos de vuelta por personas especiales.
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Editado: 26.04.2025