Juro enamorarte

CAPÍTULO 5

Algo dolía, sabía que era y sabía el porqué, pero jamás lo admitiría; no quería, no me lo permitia. Intentaba omitir ese dolor; el vacío y la sensación de un pedazo de hielo sobre la piel de mi pecho y parte de mi estómago. Quería desprenderme de ese frío, de ese dolor y de la imagen de sus ojos verdes atravesando mis propios pensamientos dentro de mi mente. Olvidarlo por completo, hacer como si su presencia en mi vida era simplemente un sueño de una sola noche y despertar sin recuerdos de esas sonrisas que en su momento me sacó, sin la palpitación de mi corazón acelerado por su presencia o sus mensajes de texto. Suplicaba por no sentirme así, rogaba por omitirlo, pero no podía.

No podía por distintas razones, para comenzar; su escandalosa música a tan solo un paso de mi habitación, su asquerosamente hermosa voz llegando a mis oídos cuando a mitad de la noche cantaba canciones llenas de desamor específicamente frente a la ventana de su habitación o por las mil veces que intentó hablar conmigo y Rosa no lo dejó. De hecho, por su culpa había suspendido mis visitas en la casa de Marta, e incluso, llegué a esconderme entre los pasillos de la secundaria. Sin embargo, no siempre iba a poder escaparme.

La goma rosa de mi lápiz estaba siendo gastada de una manera muy brusca al intentar borrar ese número "2" que había escrito por accidente en mi cuaderno, no obstante, mi concentración absoluta estaba sobre aquella voz ronca que se escuchaba a las afueras de mi cuarto. Cada "Katherine" y cada golpecito de las piedras que estaban siendo tiradas contra el cristal de mi ventana; era una palpitación de mi corazón y un mili centímetro más de grosor en una de las tantas venas resaltada que tenía mi frente por el estrés.

Los minutos continuaban y él no se daba por vencido. Era agobiante, como una lucha dentro de mí, deseaba verlo y escucharlo, pero también deseaba entrelazar mis dedos alrededor de su cuello hasta que su rostro se tornara en un morado mora y su respiración dejara de escucharse. Respire profundamente y acomode mis cosas sobre el escritorio, una junto a otra sin desigualdades y siguiendo un orden perfecto de colores. Observé mí alrededor y volví a respirar mientras acomodaba mis gafas gruesas sobre el puente de mi nariz y me enfrentaba mentalmente para ver a satanás.

Caminé con mi espalda pegada hacia la pared, un paso a la vez y atenta a los golpes de la ventana. Elevando una de las esquinas de la cortina lo pude ver; lucía magnífico como siempre, con su cabello perfectamente peinado y una vestimenta bastante elegante para las altas horas de la noche. Al ver la luz proveniente de mi cuarto, elevó su mano junto a un cartel en donde estaba su letra cursiva "abre la ventana", moví mi cabeza negándome rotundamente. En eso, giró el cartel "por favor" y mi corazón se ablandó lo suficiente para abrir la ventana y darle espacio para que entrara.

Una vez adentro, limpió los restos de polvo de su vestimenta y comenzó a moverse dentro de mi habitación; abrió algunas gavetas, cerró otras, levantó sabanas, volvió a acomodarlas.

— ¿Buscas algo? — pregunté.

— Si — mi ropa salía volando por los lados en su búsqueda—, algo que te cubra. Hace mucho frío esta noche.

— ¿Y eso que tiene? —encontró una de mis chaquetas al fondo de mi armario, la cual observó por varios segundos entre sus manos.

Muy pocas personas habían visto el fondo de mi armario y la razón era porque entre todas mis cosas había una chaqueta con un hermoso no tan hermoso cuerno de unicornio en el centro de un gorro y una cola de telas muy coloridas representando una cola mágica del unicornio celeste, o sea, yo. Iba a defenderme y a culpar a cualquier otra persona o al menos eso planeaba hacer antes de ver como se acercaba hasta mí con pasos muy rápidos, quitándome hasta el aliento. Se posicionó por detrás de mí y colocó al unicornio andante sobre mis hombros.

— No quiero que tomes algún resfriado — camino hasta la ventana y sacó una pierna para luego calcular sus movimientos antes de saltar —, en realidad soy muy malo haciendo cualquier tipo de comida y las sopas me quedan como agua con sal — me observó con su mejor sonrisa —. En realidad dudo que quieras enfermarte y tenerme como tu enfermero, morirías antes de curarte por una simple gripa.

Saltó. No era primera vez que miraba uno de sus saltos olímpicos desde mi ventana, pero me asustaba saber que él esperaba que hiciera lo mismo. Mi enojo siquiera había pasado como para escaparme por la ventana de mi habitación e irme a una velada con él.

Cansada de estar de pie frente a mi ventana, caminé hasta tomar los bordes de manera dispuesta a cerrarla, pero ahí estaba él; observándome desde el patio con una de sus manos dentro de su bolsillo como de costumbre, sus sonrisa despampanante, sus ojos verdes como destellos de piedras preciosas y... el otro artefacto del que nunca nadie había escucha alrededor de su mano. Mi interior de unicornio.

— Te estoy esperando... — movió mi interior de un lado a otro, al mismo tiempo en el que, de manera involuntaria, lo perseguí con ligeros movimientos de mi cabeza. De un lado a otro, viendo como el viento lo movía lentamente y su sonrisa se ensanchaba más — ¿Qué esperas?



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En el texto hay: amistad, venganza, amor y humor

Editado: 13.11.2018

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