—Estúpida alarma, suena un poco más tarde, no vez que estoy cansada—dije.
Pará luego hacer sinapsis, y que mi cerebro despierte, me doy cuenta que no era mi alarma la que sonaba, sino la puerta.
Me levante a abrir sin preguntar quien llamaba, grave error. Allí estaban mis padres Rodrigo Garza y Estella de Garza, junto a mis hermanos Rodolfo y Meriam. Mientras que yo los miraba con el ceño fruncido, ellos entraban a la casa «no bueno pasen están en su casa bienvenidos todos» ruedo los ojos.
—Kadira Melissa Garza Samaniego, pero que es este desorden, mira como tienes todo tirado—dice mi mamá, y yo solo evitó rodar los ojos—para eso, querías vivir sola y tener tu propio espacio.
—Hay mamá, pero de verdad te asombra, si Kadira siempre a sido así, desde pequeñas, solo que me hecha a la culpa a mi de to…
—¿Qué hacen aquí?—interrumpí a Meriam, porque la verdad me daba lo mismo lo que pensara, o que otra mentira decía.
—Pues vinimos porque queríamos verte—dijo Rodolfo, mientras me escaneaba el cuerpo.
—Bueno ya me vieron, estoy bien, ya se pueden ir—lo mire y rodé los ojos, luego suspiré.
—A nosotros, no nos tratas así, que clase de hija eres—dice mi padre.
—Una hija que fue humillada, maltratada, menospreciada, ultrajada y que se sentía cautiva, durante toda la vida. Una hija a la que ustedes no creyeron—mire a mis padres y luego a mi “hermano mayor”—¡una hija que se esforzó por complacerlo, hacerlos feliz, fue obediente, hasta que se canso!—exclame—esa es la hija que soy—suspire—ahora me hacen el favor de irse, ya que dentro de poco tengo que irme a entrenar y se me hará tarde.
—Ahhh… sigues entrenando, no me sorprende la verdad, siempre fuiste la desobediente—dice mi padre—tu y Bryan eran tal para cual—murmuró.
—Y aquí vamos—dije rodando los ojos—sabes a mi no me sorprende que hables mal de Bryan, aunque este muerto y tampoco me sorprende que Rodolfo y Meriam con sus edades todavía sigan viviendo en tu casa—dije mirando a mis hermanos—es que no les avergüenza depender de sus padres y tan viejos que están.
—Pues la verdad hermanita, veníamos a verte y también a decirte que… —deja el suspenso y yo solo ruedo los ojos nuevamente—¡yo estoy comprometida! —exclama.
Miró a Meriam, y comienzo a reírme como loca delante de ellos, me tiro al piso, pataleo, aplaudo pensando que es broma, pero luego miro a todos con cara sería mirándome, asique me tranquilizó y respiro.
—Y ¿Quién es el desafortunado?—digo arqueado una ceja.
—Pues todos los conocemos es un chico que estaba en el instituto conmigo, se llama, José Marquiz, creo que dio una clase contigo, en alguno de tus semestre en lo que distes de universidad.
—Si me acuerdo de él, porque estuve enamorada de él 2 años hasta que cometí el error de confiar en ti contándotelo y lo pague muy carro—dije cabreada.
—Ahhh, si es verdad, lo siento hermanita, pero acuérdate que los mejores se juntan con los mejores.
—Y tu acuérdate, que las ratas traicionera siempre terminan en la misma alcantarillas, y por favor, ya váyanse de mi casa.
Mientras todos se van mi hermana me deja la invitación a la fiesta de compromiso y se retiraron dejando la puerta abierta pensando que Rodolfo solo se despedirá de mi «pero claro que no es así» por la mirada que tenía en mi todo este tiempo lo tenía todo claro. Él se acerca a mi.
—Hay Kadira, cada vez que te veo estas mas hermosa y preciosa—murmuro cerca de mi oído.
—Pues yo a ti cada vez que te veo—me coloque como si estuviera pensando una palabra—te veo más acabado y estúpido.
Vi la ira pasar por su cara por mi comentario, pero se transformó en una sonrisa fingida no me arrepiento de lo que dije.
—La verdad es que antes me encantabas, pero ahora con esta actitud desafiante me fascinas—me estampó contra la pared y murmuro, bajando sus manos hacia mi caderas—y este cuerpazo que tienes, es que enserio tiene que ser mío, lo sabes verdad, porque tu eres mía, ¿verdad?
—Suéltame Rodolfo o no respondo—sigue su descenso hasta llegar a mi trasero y me enfurecí, me di la vuelta y le pegue tremenda cachetada, su cara quedó roja y mi mano con un picor, nada agradable—te dije que me soltara, nunca mas en lo que te queda de tu asquerosa vida me vuelvas a poner una mano encima me entendiste—dije entre dientes.
—Bueno mi amor, créeme que no sabes lo que acabas de hacer, atente a las consecuencias de tu acto—al escuchar eso temblé, pero no lo demostré. Y se fue.
Yo no estaba en condiciones de practicar hoy asique le escribí a Marcus diciéndole que me perdonará, pero que no iba a poder practicar porque me sentía muy mal, me respondió que esta bien, me dio algunos ejercicios para cuando me recuperará y solo puse “ok” antes de salir a correr sin esperar ninguna otra respuestas.