Kamika: Dioses Guardianes

16. Fiesta en el Time Square

 

Yo no era chica de fiestas, de esas que bebían hasta más no poder y que cada fin de semana iba a una discoteca diferente. No porque no me gustara bailar y pasarla bien un rato, sino porque solo éramos Sara y yo, y aunque fuéramos solas ella nunca lo hubiera aceptado.

Sin embargo, ahora teníamos amigos, y era un fiesta en una de las calles más reconocidas de Nueva York, no pensaba perderme una oportunidad así. Y Astra no nos iba a impedir asistir.

—¿Cuánto tiempo dura el efecto? —le pregunté a Cailye mientras me entregaba una pequeña bolsa llena de un polvito blanco.

—De diez a quince horas —explicó—, pero puede durar menos, el conjuro no era preciso.

Asentí, la miré a sus ojos castaños con decisión y me dirigí a la puerta de las chicas, donde Astra se encontraba arreglando la ropa limpia.

El día anterior no tocamos más el tema, ya que no tenía caso hacerlo si la respuesta seguiría siendo la misma; así que esa tarde, luego de almorzar, decidí que haría mi último esfuerzo por convencer a Astra.

Entonces, Sara me agarró del brazo, deteniendo mi ritmo. Me observó con advertencia y preocupación, casi suplicando con sus ojos.

—No lo hagas —pidió—; piénsalo bien, si ella dice que no, debe ser por algo.

Me zafé de su agarre, pero luego Evan apareció a mi lado, acompañado de Andrew.

—Concuerdo con Sara —apoyó el chico de ojos azules—, no creo que sea la mejor solución.

Suspiré, y posé mi mirada en Andrew, quien permanecía recostado la pared con la atención fija en mis acciones, a la espera de alguna advertencia de su parte.

—¿Y tú qué? ¿No dirás nada? —inquirí.

Él se encogió de hombros, restándole importancia a la situación.

—De todas formas lo harás, así que quiero ahorrarme saliva —expuso Andrew.

Desvié la mirada de él, y me enfoqué en todos en general.

—Intentaré obtener su consentimiento, pero si no lo hace de igual manera iremos.

Daymon y Cailye no se opusieron a la idea, después de todo qué tan malo podría ser, pero los correctos (Sara y Evan) todavía lo dudaban.

—Se va a enfadar —repuso Sara.

—Por eso es mejor que no estemos cuando despierte.

—No, Ailyn, esto está mal —objetó Evan, mirándome con la misma suplica que Sara.

Bien, no importaba si conseguía la forma de ir, si ellos dos se negaban no podía hacer nada al respecto. Así que opté por usar una carta desesperada.

—Soy su líder —empecé—, si no estuviera segura de que no ocurrirá nada no les insistiría en que fuéramos. Es solo una fiesta, nada puede salir mal.

Ellos intercambiaron una mirada dudosa, mientras Andrew soltaba una risita seca, entre burla e incredulidad, como si mi desesperación le pareciera el colmo. No obstante, lo ignoré por completo, y él no dijo nada.

—Solo trata de conversarla, ¿sí? Por las buenas —accedió Sara.

Asentí al tiempo que medio sonreía. Luego giré la perilla de la puerta y entré a la habitación de las chicas. Para evitar posibles interrupciones cerré la puerta con seguro, y escondí tras mi espalda en polvo brillante que Cailye me dio.

Astra se encontraba guardando en el armario la ropa de Sara, como una amorosa madre; y aunque estuviera ocupada supe que se percató de mi presencia.

—Astra, sé que dijiste que no ayer, pero hoy…

—No te molestes, Ailyn, mi opinión no cambiará —me interrumpió sin mirarme.

Me acerqué a ella.

—Nos lo merecemos —declaré—; pasamos tu entrenamiento y la prueba final sin morir, y encontramos a Ares sin tu ayuda. Solo te pedimos una noche, unas horas, para divertirnos en medio de todo este caos apocalíptico.

Dejó lo que hacía, y me enfrentó.

—No es que no crea que no merecen una celebración, o ir a recorrer Nueva York, pero no quiero que vayan a esa fistra en el Time Square.

—¿Por qué? —interrogué— ¿Qué te parece tan terrible?

—Puede ser una trampa.

—Exacto, «puede», no estás segura. Nos perderíamos una fiesta genial por tus suposiciones.




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