Estaba corriendo con todas mis fuerzas, empujando a la gente que se metía en mi camino, girando en cuanto callejón veía y esperando que no pudiesen atraparme. El gran sol alumbraba con una intensidad arrasadora tan fuerte como cualquier otro día en la ciudad amurallada de Trak’Enoj, en la frontera desértica sur del imperio central de Katadul. Yo estaba dándolo todo para escapar, pues de atraparme poca fortuna me sonreiría, a mí, un simple Siriel felino sin apellido ni riqueza. Traía conmigo un anillo inferior de subespacio repleto del cargamento de bienes varios de un comerciante adinerado que cruzaba por la ciudad, el cual en un descuido lo dejó sobre un mueble mientras armaba su puesto de ventas listo para que yo lo robase.
Lamentablemente el comerciante se dio cuenta del instante en el que tome el anillo por un collar sensible al maná que traía encima, alertando inmediatamente a los cazadores de monstruos que había contratado para su protección y a los guardias de la ciudad que se encontraban cerca en aquel momento. Grupo que actualmente me perseguía incesantemente y en el cual definitivamente vería mi final si me atrapasen. Afortunadamente un Siriel común como yo se mezclaba fácil entre las multitudes y solo los primeros guardias y cazadores lograron verme parte del rostro y de mis características. Otro punto a mi favor es que yo me había criado en esta ciudad, conociendo el barrio comercial que recorría y el barrio pobre al que me dirigía mejor de lo que lo harían esos peligrosos bastardos.
Al menos eso pensaba, pero cuando por fin estaba llegando a un conjunto de callejones en el que definitivamente los perdería fácil, lograron arrinconarme en un cruce de 3 calles. Esos desgraciados se habían dividido en 3 diferentes grupos para capturarme. Fue entonces que tuve que pensar rápido pues seguramente y para mi fortuna no atacarían a matar, al menos no todavía, pues su objetivo debería ser recuperar el anillo que llevo encima y ya hasta después se encargarían de acabar con mi vida. Viendo que cada una de mis vías de escape era custodiada por un grupo de guerreros que se acercaban poco a poco, solo pude pensar en tratar de esquivar alguno de los grupos y huir entre ellos. Fue entonces que idee un plan que no me gustaba en lo más mínimo, pero que era necesario si quería salir de esta.
El anillo que había robado era de un color plata hermoso engarzado con complejas hileras del mismo material y con una piedra color azul oscuro que en conjunto contenían las runas que le daban su poder y que le dotaban de maná, el cual lo había guardado en la pequeña bolsa de cuero que colgaba a la derecha de mi cintura. Pero bajo mi camisa blanca holgada propia del desierto se encontraba mi mas grande tesoro hasta aquel momento, un anillo simple, también de plata, colgando de una cadena en mi cuello y heredado de mi padre. Representando ese simple anillo el último recuerdo que tenía de él. Para este punto tenía que desviar lo suficiente la atención de mis perseguidores si es que quería salir de esta situación y no me quedaba más que realizar un sacrificio, uno que me dolía hasta el alma en son de conseguir una riqueza que me permitiera escapar de la vida que tenía y poder liberar a mi hermana de la esclavitud en la que había caído cautiva por la desgracia que nos cubría.
Entonces ante la sorpresa de aquellos que me tenían arrinconado saque el anillo de mi padre del cuello rompiendo violentamente la cadena que me unía a él y lo eleve al cielo para que todos pudiera prestarle atención al brillo que reflejaba de la furiosa luz del sol de mediodía. Ya cuando el que creían era su objetivo captó el interés de todos procedí a lanzarlo con todas mis fuerzas al aire y con el escaso entrenamiento mágico que había recibido de mi padre en mi niñez procedí a lanzar un débil hechizo que invocó una bola de fuego con dirección al anillo, agotando una buena parte de mi maná en el proceso.
—¡Vayan por el anillo malditos! —Grite a todo pulmón al mismo tiempo que aprovechaba para escabullirme por la calle más alejada de donde había tirado el falso anillo del comerciante mientras todos corrían en dirección opuesta para tratar de salvarlo.
Todo paso sumamente rápido y tuve mucha suerte de que mi plan funcionase para distraerlos, momento que aproveché para poder pasar entre mis perseguidores que velaban por la seguridad del anillo antes que por capturarme. Entonces ya cuando me había alejado lo suficiente entre varios civiles que se encontraban por la calle, sorprendidos con todo el escándalo que estaba pasando, gire la cabeza para observar que efectivamente habían podido usar magia para salvar al anillo de mi padre. Eran varios y muy habilidosos, pero por estar completamente descoordinados entre ellos por la mezcla de guardias y cazadores no solo habían dejado que yo pasase por su bloqueo, sino que hasta el simple hecho de salvar al anillo se les había complicado. Unos atacaron a la bola de fuego que lance con otras magias que incluso estallaron entre ellas pero que efectivamente deshicieron mi hechizo, otros crearon varios escudos para protegerlo e incluso un habilidoso espadachín entre los cazadores se había movido con una gran velocidad para saltar e interceptar al anillo en el aire, todos ellos creando un gran caos en el proceso.
Mientras miraba hacia los resultados de mi pequeño engaño me di cuenta de que vieron que ese no era el anillo que en verdad buscaban y que rápidamente reanudaron mi persecución por el camino en el que me encontraba. Pero ya era demasiado tarde para ellos, el escudo natural que tenía por los civiles en la calle hacía que no pudiesen atacar libremente con magia y yo ya me encontraba bastante lejos de aquel cruce. Tras recorrer otro tramo siendo perseguido, finalmente entré al conjunto de callejones al que originalmente me dirigía, perdiéndolos después de un par de minutos y parando a descansar con urgencia. Estaba completamente agotado pues fácilmente había corrido por media ciudad y como un plebeyo empobrecido tampoco estaba acostumbrado al uso de magia, por lo que me cansaba mucho y ya se volvía una rareza en sí mismo que pudiera usarla.