—Mamá, en serio, ¿no podemos... No sé... Dejarlo para otro día? —le pregunto a mi madre mientras busca un estacionamiento cerca del dentista.
—Claro que no, Leslie, debes ir al dentista si o si —se puede decir que llevo unas montones de horas rogando que cambiara de opinión sobre llevarme al dentista.
Odio el dentista, jamás me ha gustado, no importa si el doctor me obsequia un cepillo de dientes al final o un dulce sin azúcar, ¡odio el dentista!
Mi madre solo me mira fugazmente y aparca el auto justo en frente del dentista.
—Anda, no me hagas pasar vergüenzas —dice antes de salir del auto. La imito y cierro la puerta con fuerza. Ella me mira y luego al auto —Creo que la puerta no cerró, hija.
Ruedo los ojos sonriendo y camino junto a mamá hacia la oficina.
Desde afuera no se puede distinguir nada de lo que hay dentro debido a montones de carteles en el vidrio, repugnantes carteles con personas fingiendo que andan felices en el dentista cuando es obvio que les pagan por mostrarse tan alegres.
La puerta se abre antes de que yo pueda tomar el pomo. Me echo hacia atrás ya que se abrió hacia mi y un muchacho sale de adentro, lleva una camiseta negra un poco ajustada y puedo notar en su cuello y en sus brazos que está forrado de tatuajes. Tiene el cabello negro y cuando levanta la vista sus ojos azules se encuentran con los míos. Siento un retortijón en el estómago, por los nervios de estar entrando al peor lugar en mi mundo, claro. El muchacho casi choca conmigo y solo mira hacia atrás, articulando un "lo siento" en voz baja.
Me quedo mirando mientras se va y no me percato que la puerta ya se había cerrado, así que me choco contra ella, sintiendo todo el dolor en el área de mi nariz y mis dientes, también algo en la frente.
Me alejo de la puerta acariciando mi rostro.
—Ahora si necesitas al dentista para que acomode tus dientes, creo que los perdiste —dice mi madre riéndose de mi. Abre la puerta y adentro encuentro a todos aguantando la risa. Totalmente avergonzada me siento con la mirada gacha y una mano en mi nariz, acariciando el puente de esta.
Mamá fue al mostrador a hacerme un turno y yo solo estoy sentada mirando mi teléfono celular, aunque no puedo concentrarme en lo que hago, solo puedo pensar en el muchacho que salió de aquí hace un rato.
Todavía puedo recordar con claridad sus ojos azules, los que me dieron una mirada fugaz. Fugaz pero capaz de quedarse grabada en mi mente por más de lo que debería. Sus tatuajes, por lo que pude ver, eran muchos y por alguna razón me llamaron la atención.
Salgo de mi trance cuando la silla a mi lado suena. Giro encontrando a mi madre mirándome con los ojos entrecerrados.
—Estás pensando en el chico tatuado aún, ¿cierto? —pregunta y yo la miro pero no termino de analizar su pregunta.
—Algo así, me parece muy curioso ese chico, interesante, siendo más específica.
—Parece un criminal con todos esos tatuajes y esa mirada que te dio, no me ha gustado para nada —la miro con desaprobación.
—Mamá, no puedes andar juzgando a las personas por como lucen. Siendo sincera, a mi me pareció muy misterioso, algo me llamó la atención de él. Quisiera volver a encontrarlo, solo para que vuelva a regalarme una mirada de esos ojos azules —ni siquiera sé lo que estoy diciendo, ya me volví loca. Pero siempre he tenido este tipo de confianza con mi madre.
—¿Qué cosas dices? Mejor debería llevarte a un psicólogo hija, ya estás delirando —me río con ella. Tal vez tenga razón.
***
Salgo del dentista sintiendo un sabor amargo en mi boca. Maldito líquido violeta que me causa acidez.
Llegamos a casa y papá llega al auto para recibirnos.
—Bienvenidas sean mis hermosas mujeres —dice envolviéndonos en un abrazo a ambas.
—¿En dónde está Brad? —pregunto soltándome del abrazo para ir con mi hermano mayor.
—En su habitación, creo que tiene los aparatos en los oídos.
—¿Los audífonos, papá? —pregunto riendo.
—Si, eso.
Entro a la casa, subo a mi habitación y dejo mis zapatos allí. Me meto al baño y me despojo de mi ropa para luego meterme a la ducha.
Debajo del agua tibia cierro mis ojos y los intensos ojos del muchacho volvieron a mi mente.
Salgo de la ducha luego de unos merecidos veinte minutos y me seco.
Ya con mi pantalón de dormir de seda y una camisa del mismo material, salgo de la habitación y entro a ver a mi hermano.
Él está con sus audífonos puestos, sentado frente al computador.
Me acerco a él y parece como si sintiera mis pasos porque se gira para verme caminar hacia él.
Se quita los audífonos y cierra todas las pestañas del ordenador para apagarlo y dedicarme su atención.
—Hola hermanita —me saluda mientras me siento en su cama.
—Hola —digo en voz baja.
—¿Cómo te fue en el dentista? —ruedo los ojos.
—Me fue bien hasta que entramos al edificio.
—¿Cómo?
—Bueno, es que vi a un muchacho muy guapo salir del dentista, no pude dejar de pensar en sus ojos azules mirando los míos, aún no puedo dejar de pensarlo —suspiro y miro a Brad.
Editado: 05.04.2018