1 mes después...
Llego a mi habitación y me lanzo sobre la cama, las lágrimas salen de mis ojos como cascadas, solo quiero morir.
Acabo de llegar de ver a Brad a su tumba, hoy se cumple un mes de haberlo perdido.
Todo está siendo tan complicado para mi, él era mi luz, siempre estaba para mi en todo momento, al igual que yo para él.
Pero... podría estar con él. Desde que se fue no he obtenido nada más que sufrimiento en mi vida. Ya hace dos semanas me quitaron todo tipo de yesos y vendajes. Pero sigo sintiéndome adolorida y no un dolor físico. Aún así me duele respirar, me duele mi pecho, mi cabeza no deja de martillar, quiero morir, quiero hacerlo.
Una idea llega a mi cabeza pero la descarto enseguida, Brad no estaría orgulloso de mi, obvio no, pero... Tal vez unos pequeños, diminutos e insignificantes cortes me ayuden a relajarme.
Me levanto de la cama y voy corriendo al baño, allí empiezo a buscar, encuentro una caja de navajillas. Me servirán, solo usaré una.
Me aseguro de cerrar bien la puerta y me siento en la tapa del retrete.
La caja de navajas está en mis manos, y la miro una y otra vez. Tomo una entre mis dedos y admiro su filo. Lo imagino cubierto con mi sangre y mi muñeca completamente ensangrentada, llena de cortes.
Suelto el aire que llevaba conteniendo y paso el filo de la navaja por mi muñeca, lo suficientemente fuerte para comenzar a sangrar pero con bastante delicadeza como para no causar un daño excesivo. Vuelvo a hacerlo, una y otra vez, hasta que mi mano queda repleta de ardientes y sangrantes cortecitos. La sangre sale de a poco, de un rojo pasión, brillante y fresca.
Sacudo la cabeza y alejo la imagen de mi mente. Dejo la cajetilla de navajas donde estaba y me pongo en pie. Al mirarme en el espejo veo unas bolsas negras bajo mis ojos, me veo pálida, mi cabello es un desastre, luzco terrible.
Salgo del baño y camino alrededor de mi habitación.
Extraño a mi hermano, pero él jamás querría esto para mí, nunca le habría gustado verme tan destruida, tan tirada, tan abandonada.
Brad siempre estuvo para mi, en todo. Y ahora lo necesito más que nunca pero ha sido alejado de mi lado, ha sido arrancado de mis brazos y debo salir adelante, no por él ni por nadie, por mí.
Era mi tesoro y ahora tengo que aprender a vivir sin él, se ha ido pero mi vida continúa, sigo aquí. Él me salvó la vida y no pienso desperdiciar la segunda oportunidad que se me ha otorgado.
Me siento en la cama, pensando en cuánto me amaba mi hermano. Debe estar por alguna parte, cuidándome, y no le fallaré.
El sonido de la puerta me hace salir de mi trance. Rápidamente sacudo la cabeza y miro a mi madre asomarse a la habitación.
—¿Te encuentras bien, hija? —pregunta con rostro preocupado.
—Si, mamá, estoy bien —le sonrío para darle tranquilidad, aunque en realidad esa sonrisa es la más falsa que jamás pude haber dado.
—Haré limonada, ¿quieres un poco?
Asiento y ella sale de la habitación.
Miro a un rincón de mi habitación, ahí yace mi nueva mochila, en dos días será el inicio de clases y yo debo estar más que lista para afrontar mi realidad.
***
El sonido de mi celular me hace despertar de golpe. Por un momento mi cabeza duele pero es fugaz.
—¿Hola?
—¿Leslie?
—Obviamente, no estás llamando al Presidente.
—Soy Bella.
—Sé que eres Bella.
—¿Te parece si vamos a algún lado? Me has estado evitando casi todo el verano y te entiendo, pero tal vez podríamos hacer algo. Te extraño amiga —ella tiene razón. Bella ha sido mi amiga desde el jardín se niños y desde que pasó lo de Brad he estado evitándola a ella y a todo el mundo, pero ella solo quiere ayudar a sentirme mejor y no estoy siendo muy agradecida.
—Está bien, Bella, nos vemos esta noche, puedes quedarte en casa a dormir, me gustaría algo de compañía.
—¿En serio? Digo, me encantaría, te veo a las 7 en la pizzería cerca de tu casa, nos vemos amiga —puedo sentir su sonrisa a través del teléfono.
Editado: 05.04.2018