Kassandria. La Ciudad Perdida

Cap. 10 Buscando ayuda

 

Después de la boda, a Steffano le habría gustado mucho poder llevar a Ameliè a Italia, pero dadas las circunstancias y los terribles momentos por los que atravesaba el mundo mágico, aquello no sería posible, pues significaba arriesgar su seguridad, de manera que los pocos días que habían aceptado tomarse, los pasarían en una propiedad de los Black que Sirius les había ofrecido.

  • Padre, sabes que estoy muy feliz con este matrimonio y creo que Ameliè es maravillosa, pero voy a pedirles algo  --  les dijo Steffano cuando estaban a punto de marcharse y la pareja lo miró con curiosidad debido a la seriedad
  • ¿Qué cosa?  --  preguntó Ameliè
  • Supongo que están conscientes que este no es el mejor momento para aumentar la familia, pero suponiendo que no lo tuviesen en cuenta, al menos esfuércense en que sea varón por favor, porque tengo a mi cargo ocho mujeres y les quedaría muy agradecido si mostrasen algo de conmiseración hacia un servidor

Ameliè había adquirido el color de las manzanas mientras que Steffano parecía a punto de ahogarse, ya que esto había sido dicho en medio del salón y todos miraban a los Arvelino con expresión divertida

  • ¡Steffano Lisandro!  --  exclamó el padre de la criatura con evidentes deseos de sacudirlo
  • Vamos hombre  --  le dijo Sirius palmeándole la espalda  --  es una petición justa
  • Deja el drama Steffano, después de todo y a menos que quisieras una esposa para adornar tu sala, todos aquí sabemos lo que vas a…
  • ¡James Potter!  --  exclamó Steffano
  • Es mejor que se vayan ya  --  dijo Rowena mirando a la nueva señora Arvelino con sonrisa maligna  --  Ameliè, espero que esta noche…
  • ¡Rowena!  --  la detuvo ella cuando finalmente había encontrado su lengua y antes de que dijese una inconveniencia

Después de una apresurada despedida, los Arvelino se marcharon y un poco más tarde todos subieron a sus habitaciones. Hermione ya se había metido en la cama mientras que Remus revisaba unos pergaminos cuando Lyra asomó la cabeza.

  • ¿Se puede?  --  preguntó, aunque ya estaba dentro

A pesar de que Lyra había crecido, nunca había perdido la costumbre de entrar sin llamar, de modo que Hermione meneó la cabeza y Remus sonrió.

  • Claro linda  --  dijo poniéndose de pie  --  ¿Sucede algo?
  • No, es solo que…

Sin embargo, no concluyó la frase, sino que se refugió en los brazos de su padre y comenzó a llorar. A ambos les dolió el corazón, porque, aunque Lyra se había mantenido firme y hacía gala de una fuerza y un valor indiscutibles, ellos sabían que tenía el corazón destrozado.

  • Lo siento, Pa  --  dijo un rato después
  • No tienes por qué, hija, sabemos que esto no ha sido fácil para nadie, pero tú eres su madre y tienes todo el derecho a expresar tu angustia y tu dolor  --  le dijo Remus

Lyra se quedó un rato muy largo con sus padres, y mientras Remus le hablaba con su característica dulzura, Hermione acariciaba los cabellos de su hija que aun hoy seguían presentando el mismo enmarañado desorden que cuando estaba pequeña.

Aunque Lyra estaba más calmada cuando volvió a su habitación, sintió un enorme vacío al no ver a Jason. En los últimos casi tres años, y aunque Jason se mantenía en contacto, había tenido que acostumbrarse a verlo muy poco, pero eso no lo hacía más fácil. Echaba de menos su calor, su risa, su voz y hasta escucharlo reñirla cuando en su opinión ella había hecho algo que no debía. Caminó hacia el armario abriendo a continuación uno de los últimos cajones donde guardaba todos los regalos que él le había hecho en su infancia mientras había permanecido lejos, y una vieja chaqueta que Jason había dejado de usar hacía mucho. La sacó, la abrazó y se sentó en el sillón donde solía hacerlo él para leer. Normalmente Jason leía en su estudio, pero desde que se habían casado, él había ordenado que subiesen su sillón a la habitación y Lyra recordó la conversación que habían tenido en ese entonces.

  • Ya había un sillón aquí  --  había dicho ella cuando habían entrado y había visto el cambio
  • Sí, pero éste es el que me gusta para leer
  • Ajá, pero tú lees en el estudio
  • Así era  --  había dicho enfatizando el tiempo verbal  --  pero teniendo en cuenta que nunca te ha gustado estar sola y que ya no duermes en una cuna, resultaba más fácil trasladar el sillón acá que la cama al estudio
  • Tonto  --  le había dicho ella golpeándole el brazo, pero luego había agregado  --  ¿Supones que vas a tener mucho tiempo para leer, señor Prewet?

Jason había reído como a ella tanto le gustaba y ciertamente había tenido muy poca oportunidad para leer.

Aunque unas silenciosas lágrimas resbalaban por su rostro, Lyra sonrió al recordar aquello y aferró con más fuerza la chaqueta contra su pecho, pero al segundo siguiente creyó estar alucinando.

  • ¿Nena?  --  escuchó y se giró con violencia chocando contra los ojos grises
  • ¡Jey!  --  exclamó corriendo a abrazarlo  --  Pero… ¿qué estás haciendo aquí?
  • Yo también te echo de menos, Nena  --  dijo apoderándose de sus labios a continuación




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