Kassandria. La Ciudad Perdida

Cap. 28 Pequeñas alegrías

 

Aydan Gael Prewet era, a sus veinte años, uno de los sujetos más secretamente deseados del departamento de aurores y de casi todo el ministerio. Había heredado la altura de su padre y ciertos rasgos del rostro el mismo, pero casi nada más, porque a diferencia de sus hermanos que eran casi copias al carbón de su progenitor, Aydan no podía ser más distinto. Tenía unos hermosos ojos color caramelo con destellos dorados, y una melena en los mismos tonos que sus ojos, y en opinión de muchas de las féminas que lo conocían, era incluso más guapo que su arrogante hermano mayor y ciertamente mucho más dulce y amable, características ambas que había heredado de su abuelo Remus.

En su época escolar había sido una positiva amenaza en materia de chicas, pero a raíz del secuestro de su hermana y sus primos, aquel simpático y alegre individuo se había ido apagando, y aunque seguía siendo amable, el brillo de sus ojos había desaparecido y una expresión de tristeza se había instalado en su semblante.

Aydan al igual que todos los chicos que en cuanto salían de la escuela se habían ido incorporado al trabajo en el departamento, había estado trabajando incansablemente en la búsqueda de sus parientes, pero cada vez crecía más la desesperanza, pues ya habían transcurrido cuatro largos años y estaban por cumplirse los cinco sin tener ni la más leve señal de ellos. Él sabía que su padre y Louis se estaban dejando la vida en aquella casi ininterrumpida tarea, al igual que Iván con quien Aydan estaba muy agradecido, porque no solo trabajaba al mismo ritmo de Jason y Louis, sino porque habían tenido tantos enfrentamientos y algunos con consecuencias muy graves para los dos primeros, y de no haber sido por Iván que los había trasladado con rapidez al hospital, era posible que no hubiesen sobrevivido. A pesar de todos los horrores que habían estado viviendo durante aquellos años, nadie estaba dispuesto a renunciar, de manera que aquella mañana Aydan bajó como todos los días, aunque al parecer era muy temprano, pues no había nadie en el comedor. Más de la mitad de los habitantes de aquella casa estaba fuera, y los más jóvenes estaban en la escuela, así que Aydan se preparó a comer solo. Aunque no tenía mucho apetito, hizo su mejor esfuerzo, pero era inevitable que cada vez que se iba a la cama o que comía, pensase en su hermana y en sus primos preguntándose dónde y en qué condiciones estarían. Aydan no fue consciente de las silenciosas lágrimas que se deslizaban por sus mejillas hasta que no sintió un dedo que intentaba recogerlas.

  • Espero que no estés dándote por vencido, señor Prewet, porque si es así me decepcionarías mucho  --  dijo Vittoria
  • No es eso Vi, jamás podría darme por vencido, pero… duele, duele mucho  --  dijo él con la voz cargada del mencionado dolor
  • Lo sé, pero vamos a encontrarlos, no sé dónde, no sé cuándo, pero vamos a hacerlo

Aydan asintió y se puso de pie para marcharse, pero al hacerlo, notó que los ojos de Vittoria también estaban anegados.

  • Lo siento Vi, sé que tu también los quieres mucho y…
  • Así es  --  lo interrumpió ella  --  pero en este momento no es por ellos por los que me siento así, sino porque… bueno… porque me duele tu dolor

A pesar de que el sufrimiento de Aydan no había disminuido ni un ápice, no pudo sustraerse a la inusitada alegría que le produjo escucharla. Sin embargo, siendo que llevaba años luchando por la atención de Vittoria, decidió ser cuidadoso.

  • ¿Vi…?  --  comenzó, pero ella colocó un dedo sobre sus labios
  • Estoy cansada de correr, estoy cansada de pelear y estoy cansada de negarme a mí misma lo que siento por ti Aydan, así que si vas a destrozarme el corazón… 

Sin embargo, no alcanzó a concluir, porque Aydan prescindiendo de unas palabras que encontraba inútiles, cerró su boca sobre los labios de Vittoria y de inmediato fue trasladado a otra dimensión, una donde el dolor podía ser olvidado por unos segundos y ser sustituido por el furioso latir de su corazón contra su pecho, pero no haciéndose pedazos, sino lleno de una felicidad difícil de describir.

Vittoria por su parte, tal y como había dicho, había estado luchando contra aquel sentimiento que se había instalado en su corazón desde aquel lejano día cuando lo vio por primera vez y él extendiendo su mano le dijo: Hola, mi nombre es Aydan. Primero habían sido amigos y luego ella había ido enfureciendo y muriendo de celos al verlo ir de chica en chica, de modo que había hecho hasta lo imposible por enterrar aquel molesto sentimiento que le hacía la vida miserable, pero todo había sido inútil, y ahora en sus brazos, Vittoria sentía que finalmente había llegado a casa.

Aydan hizo un supremo esfuerzo por separarse y la miró acariciando su rostro en un intento por convencerse de que no estaba soñando

  • Sé que soy el mayor de los imbéciles y que no te merezco, Vi, pero te juro que por ti estoy dispuesto a girar el mundo con mis propias manos si con ello te hago feliz
  • Me conformo con que prometas comportarte y no hacerme daño
  • ¿Hacerte daño?  --  preguntó con horror  --  Eso equivaldría a hacérmelo yo mismo

Vittoria lo obsequió con una sonrisa y él fue incapaz de resistirse, de modo que volvió a besarla y no se enteraron de que Becky, Pauline y Lyra habían entrado al comedor, así que la última arrastró a las chicas fuera. Por una parte, Lyra se sintió muy contenta de que Vittoria finalmente hubiese dejado de intentar matar a Aydan y hubiese aceptado que lo amaba, pero por la otra, ese mismo hecho le recordó lo mucho que Cassandrea se había preocupado por aquello, así que, sin más, comenzó a llorar haciendo que Becky se sintiese desesperada, porque Lyra no lo había notado, pero Pauline también lloraba, aunque en su caso lo hacía pensando en Arthur. Cuando Lyra notó que Pauline estaba llorando, automáticamente su instinto protector salió a flote y secándose las lágrimas se acercó a la chica.

  • ¿Pauline?
  • No te preocupes  --  le dijo ella  --  estoy bien
  • Por supuesto que no ¿qué te sucede?




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