Hola! solo quiero decir que falta un capitulo para que se acabe el primer libro:) comenzaré el segundo el año que viene. Gracias si lees esto, y ¡¡te deseo mucha felicidad!!
La densa niebla no le permitía ver a Kecia y a su dragón, tampoco dejaba ver bien al tesco y a Ceom montado en su lomo. Ambos comenzaban a preocuparse por no ver a sus amigos que iban por tierra firme.
—Están bien, no te preocupes hermana. Debemos continuar.
Kecia asintió a Ceom. Y a pocos metros lo vieron, el castillo, sobresaliendo entre la niebla, la niebla que era provocada por los seguidores de Sakara. El castillo blanco, sobresaliendo en una colina fuerte y alta, el punto más alto de la aldea cercana, con enormes paredes y hermosos jardines, la casa de los jóvenes hermanos, la que les fue arrebatada.
Es hermoso y curioso, como algo que aguarda algo peligroso luce tan bello, tan familiar.
Ceom miro a Kecia y esta le dedico una sonrisa triste. Ni siquiera los aldeanos, en la aldea alta, los vieron, pues la niebla arrasaba con todo, cubría los cielos y una parte de la tierra.
Fue en un segundo, la niebla se dispersó dejando ver a sus amigos confundidos en la tierra y sorprendentemente al montón de bestias murciélago que rodeaban el cielo del castillo. La vio en el balcón grande que daba a la vista de la aldea, ubicado en todo el frente del castillo blanco.
Un ejército de Skies estaba en tierra firme. Kecia tenía en su bolsillo la caracola que le habían dado las brujas marinas en caso de que necesitase a más personas. Fue allí donde el miedo comenzó, ¿y si sus amigos morían? Sabía que algunos morirían, todos allí lo sabían, en cada batalla ganada al menos uno muere.
—Sálvame, fuente de piedad…—Susurro aquella oración que le habían enseñado en su orfanato, estaba asustada, después de todo, era solo una jovencita. —…Salva a mis amigos, gran rey, tremenda majestad que nos regaló salvación…sálvame fuente de piedad….
—¡Kecia!. —Exclamo Ceom para llamar su atención. —Debemos dar la orden.
Kecia iba a dar la orden, pero antes una voz familiar y bastante fría resonó en su cabeza y en la de Ceom.
—Chicos…jóvenes, sé que me oyen Kecia y Ceom, soy una mujer madura, comprendo la gravedad de lo que intentamos hacer, piensen, ustedes son tan solo jóvenes…no merecen morir, entre su ejército hay personas inocentes, que ni siquiera deberían estar allí…tengan piedad de ellos…tan solo pido hablar, y si las cosas no se dan…peleamos. Acérquense, todos.
—Y si es una trampa…sabes como es. —Hablo Kecia.
—Acerquémonos, de cualquier forma, debemos pelear.
Ambos dieron la orden a sus amigos de avanzar y al acercarse notaron que ninguno se movía a pesar de estar en posición de defensa, las bestias murciélago solo seguían volando y los Skies esperando alguna orden.
—Díganme cuál es su propósito.
—Nuestros amigos…los cambiaformas, los queremos de vuelta, libres. —Hablo en voz alta Ceom. Estaban cerca del balcón.
—Así que tú eres Ceom…el hermoso Ceom. Pero yo sé, querido, que esto va más allá de salvar a sus amigos. Desean destronarme. ¿no es así? Además, tu Kecia, eres peligrosa, das ideas a los demás y los pones en mi contra…mataste a la mujer serpiente
—¡Querían hacerle daño a mi amigo!...si tus intenciones fueran buenas, ni siquiera lucharía por recuperar el mando…si tan solo fueras buena.
—Yo lo intento, querida.
Kecia negó enojada con su cabeza.
—El oeste pasa hambre y una horrible sequía. He visitado aldeas en donde las personas viven demasiado mal y sobreviven con poca comida, pasan frio con arapos puestos, y los niños desaparecidos…yo sé lo que haces con ellos.
—Eres narcisista Sakara, no cumples con los valores requeridos para mandar. Te ordenamos que nos entregues a nuestros amigos…este día será para liberarlos, aún falta mucho por sacarte de ahí, lo sabemos.
Sakara comenzó a reír, al tiempo en que parecía que estuviese buscando algo entre la multitud que tenía en frente.
—Como quieran, de todas maneras, sus amigos ahora me sirven.
—Sabemos que hay pocos vivos. —Dijo Kecia. —no te creemos.
—No, no Kecia…te equivocas…Bethan, acércate cariño. —Dijo y Bethan salió del gran umbral que daba a la entrada del castillo al balcón.