El sonido de la ducha rellenó el tenso silencio en el que nos encontrábamos. Durante el camino a la casa de Bruce éste no se dignó a pronunciar palabra y atravesó la puerta del baño con celeridad. Se encontraba en una especie de trance desde que salió del agua del pantano y la inexpresividad de sus ojos daba realmente miedo.
— Tienes que olvidarte de todo esto, Adam. —Volvió a repetirme Syed— Toda esta historia nos supera.
Jugué con mis manos como si fuera lo único relevante en el día. Por mucho que intentáramos desmentirlo, los tres estábamos completamente aterrorizados por la visión de aquella criatura.
— ¿Te crees que es tan fácil olvidarlo? —le espeté— casi nos mata algo que estoy seguro no era natural. No puedo dejarlo atrás tan fácilmente. Llevo días soñando cosas raras y todo empezó cuando mataron a Janice.
Syed negó con la cabeza llevándose las manos a ésta.
— Son sueños, por el amor de Dios. No hay nada de realidad en ellos.
— ¿Y cómo explicas lo de hoy?
Su silencio era la respuesta que esperaba. Me levanté del sillón, sacudí mis vaqueros en un acto reflejo y caminé hacia la puerta principal.
— El problema es que necesito una respuesta a esa pregunta —hice una pausa— ¿Te llevo a casa?
Él me miró expectante como si esperase que yo añadiese algo más pero cuando se dio cuenta de que no era así apretó la mochila en sus manos.
— No, estoy cerca de casa así que iré caminando.
Asentí conforme y apoyé la mano en el pomo de la puerta aún con la melodía de aquella criatura en la cabeza.
***
El motor se encontraba apagado, mis manos continuaban aferrándose al volante y mis ojos no dejaban de mirar hacia el frente. La brisa de agosto entraba por la ventanilla abierta mientras la luz se filtraba bajo la puerta del garaje.
No era habitual que mi padre trabajase hasta altas horas de la noche ni que yo llegara tan tarde a casa.
Por muchas situaciones que nos hubiéramos imaginado nada podía predecir lo que vimos en el Atchafalaya. Si hubiera estado sólo podría haber pensado que todo era una pura alucinación pero jamás había oído de personas que compartiesen la misma visión.
Los colmillos afilados y los ojos brillantes de la criatura aún rondaban en mi cabeza sin ninguna intención de irse. Al menos hasta que despertara de la terrible pesadilla en la que estaba viviendo.
Cuando por fin me armé de valor para salir de la camioneta habían pasado treinta minutos desde mi llegada. Era muy probable que mi padre me hubiese visto y no comprendía por qué no había salido a buscarme.
Golpeé la puerta del garaje con los nudillos y al no obtener respuesta decidí entrar por la puerta principal. Las manos me temblaban al introducir la llave en la cerradura y tuve que realizar varios intentos para abrir la puerta.
El salón se encontraba a oscuras cuando entré. Avancé con rapidez hasta llegar a la cocina, la cual conecta con el pequeño taller de mi padre.
Con la cámara aun colgando del cuello irrumpí en el garaje siendo golpeado de inmediato por la tenue luz de la lámpara. La cabeza de mi padre se encontraba entre sus brazos mientras su espalda se movía a un ritmo acompasado y tranquilo que evidenciaba que se había quedado dormido.
Con un pequeño gesto le moví el hombro pero tuve que repetir la acción varias veces para que sus ojos se abrieran. Me miró adormilado y confuso hasta que consiguió enfocarme y reconocerme.
— Es muy tarde, papá. Será mejor que vayas a descansar.
— ¿Dónde estabas? —contestó con la voz cansada.
De inmediato me sentí culpable por no haberle avisado de nada pero era en lo último en lo que estaba pensando.
— En casa de Bruce. Perdona por no haberte dicho nada.
Le ayudé a levantarse y lo acompañé como pude hasta su habitación. Sólo tuvo que tocar su cama para quedarse completamente dormido.
Yo también me encontraba agotado y apenas me fijé en lo que me rodeaba cuando atravesé el pasillo hasta mi cuarto. Encendí la luz y observé las sábanas esparcidas por el suelo justo como las dejé esa mañana. El portátil hacía un ruido tremendo después de tantas horas encendido y las anotaciones de la página web sobre la mesilla de noche parecían burlarse de mí como diciéndome: “Haberme creído”.
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Editado: 08.09.2019