Kendall

Capítulo 11: Gale Harries

Después de una larga media hora, en realidad mucho más, salió con uno de aquellos vestidos que antes solía usar. ¿Por qué no? Apenas se maquillo un poco, casi nada, antes de tomar un pequeño bolso y mirarse al espejo. Se veía diferente, pero era ella. El rostro de una muchacha sonriendo le reflejaba la imagen de Kendall Wiese, quien realmente solía ser alguna vez, esa que cambió por un desamor.

Y lo quería olvidar, porque ya no le dolía, pero el recuerdo de un doloroso rompimiento continuaba desgarrando su pecho una y otra vez. Gale Harries, su primer amor que, además, la engañó con su ex—mejor amiga Katherine Bourne. Aún recordaba haber entrado a la habitación de Gale para darle una sorpresa cuando los encontró desnudos en la cama. Le gritó, le dijo que por qué lo había hecho, intentando convencerse a sí misma que sólo fue una equivocación. Pensó incluso que él le tocaría perdón y diría el típico "no es lo que crees, amor"

Pero no, Gale, desnudo entre las sábanas con el cuerpo de la rubia encima de él, la miró inexpresivo.

"— ¿Qué jodidos haces aquí? —gruñó aquella vez."

Kendall meneó la cabeza para alejar el doloroso recuerdo de ella y se apresuró a salir de habitación donde se suponía iría con Darren. Y tan pronto salió, tal como imaginó, lo encontró hablando muy animadamente con Jane. Darren estaba sentado en el sofá mientras la cobriza se mantenía a distancia de él.

—Bueno, en realidad hay muchos chicos que quieren salir con Kendall así que no te creas el único. Estoy segura que cualquiera pagaría por estar con mi hermana y...

—¡Jane! —Le reprochó.

Su ceño se frunció con exageración al entender lo que Jane estaba intentando hacer. Se cruzó de brazos cuando dos pares de miradas se giraron hacia ella.

—Nada mal —reconoció Jane, asintió ligeramente al inspeccionarla con la mirada.

Darren Ford se quedó callado, la boca tan abierta que se obligó a cerrarla para no verse estúpido. Y aún así, sólo pudo reaccionar cuando Jane le propinó un furioso golpe en las cosillas. Dio un paso hacia la castaña y no pudo sentirse más idiota cuando, en un repentino y extraño nerviosismo, tropezó con su propio pie.

—Tranquilo, Darren, no tienes que ponerte nervioso —rió Jane antes de dirigirse a su habitación.

Refunfuñando por lo bajo, se acercó a Kendall y bufó al reconocer internamente lo bien que se veía, demasiado, en realidad.

Se suponía que debía decir algo, ¿no? Si quería enamorarla tenía que hacer más que solo sonreír y besarla.

Sacudiéndose el cabello, sonrió y se acercó a ella lo suficiente hasta que sus rostros se tocaron. Deslizó entonces el pulgar en su mejilla, contoneando su rostro y observándola de cerca.

—Preciosa —murmuró antes de darle un casto beso en los labios.

De pronto se le habían ocurrido muchísimas ideas sobre qué hacer en la supuesta fiesta de Drake. Y decía supuesta porque, aunque le pareciera demasiado ridículo, Donovan lo había hecho solo para una finalidad. Así, él aprovechaba y...

—¿Nos vamos?

Kendall asintió apresuradamente cuando él entrelazó sus manos. Y Darren Ford la condujo hacia la salida hasta llegar a uno de sus tantos autos. Y media hora después, por fin, habían llegado. La casa de Drake no era tan grande como la suya pero era cómoda. Además, la conocía tan bien que apenas llegaron a la fiesta, se apresuró a conducirla dentro y darle una bebida. Lucía algo nerviosa y eso lo intranquilizaba demasiado. No le había pasado desapercibido que miraba a todos lados, como si buscase a alguien. En realidad, no dejaba de acomodarse el cabello como si, de alguna manera, intentase quedar bien para otro. Y eso lo enfadó muchísimo. Porque se suponía que sería solo él quién podría invadir sus pensamientos.

¿Acaso estaba pensando en un chico?

—Kendall, ¿estás bien?

Ella lo miró por un corto instante antes de asentir con una sonrisa nerviosa.

—Sí, es solo que cre...

Pudo ver cómo en cámara lenta Kendall abría los ojos en desmesura y, peor aún, el vaso que tenía en mano siendo estrujado con fuerza. Siguió su mirada asombrada al instante, y solo al saber de qué se trataba, quiso bufar sonoramente. Entendía lo desesperado que Jace parecía estar, pero le parecía muy animal la manera en la que, acorralando a Hannah Carter en un oscuro rincón bajo las escaleras, parecía incapaz de alejar las manos de ella. Estaban besándose pero, ¿y? ¿Qué había de nuevo? Darren los había visto en peores situaciones muchísimas veces más y continuaba pareciéndole únicamente desagradable.

O eso creyó.

Porque al parecer no era a Hannah a quién Kenda miraba casi con desprecio. Todo lo que podía ver era a Gale Harries bailando muy de cerca con otra chica, ¿cuál era el problema?

—Kendall... —murmuró fastidiado antes de tomarla del brazo, quitarle la bebida, y deslizar las manos en su cintura.

A muchas chicas les encantaba bailar, ¿o no?

—¿Qué sucede? —insistió, algo desesperado cuando ella siguió sin responderle.

Y con las manos detrás de su cuello y la cabeza sobre su hombro, se movía muy lentamente contra él, sin ninguna prisa. Lucía preocupada, devastada, y eso le fastidió mucho.

—Nada, estoy bien.

Frunciendo el ceño, dio una larga bocanada de aire antes de hacerle la pregunta que debió haberle hecho en un inicio.

—¿Quieres estar aquí? Si quieres puedo buscarnos algo más tranquilo, pequeña.

Kendall se alejó apenas un poco de él y le dio una floja sonrisa cargada de aflicción.

—Estoy bien, Darren.

La estrujó aún más contra él como acto reflejo, prácticamente abrazados bajo la oscuridad del salón. No lo estaba. Y aunque no sabía qué sucedía, no era tan idiota como para no notar que ella estaba incómoda. Mejor para Darren.

—Tengo un lugar mejor.

Deslizó su mano en la cintura de la castaña y la condujo hacia las escaleras, pasando por parejas muy cariñosas, algunos jóvenes bebiendo y otros bailando hasta que llegó a la puerta que tan bien conocía.



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En el texto hay: apuesta, amor, corazonesrotos

Editado: 12.06.2020

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