Kendall

Capítulo 20: Final

*ATENCIÓN: Este capítulo contiene lenguaje fuerte y violencia*

Capítulo final

Estaba tan dolido como furioso después de aquella noche que tan hermosa lo había sentido. Kendall acababa de dejarlo una vez más, como si la ayuda que le brindó el día anterior fue solo producto de sentirse comprometida. Eso era seguramente, Darren se lamentaba internamente con cada segundo que transcurría, pensando que la única sensación que causaba en ella era pena y nada más. Se había convertido en un triste muchacho que destilaba lástima por todos lados.

Estaba acongojado y sin saber qué hacer cuando la puerta de su habitación se abrió abruptamente aquel día. Jace lucía furioso ahora, pero realmente enfurecido.

―¡¿Y tú qué jodidos quieres, Harries?!

―Por tu estupidez sucede que ahora Hannah no me habla. ¡Ha terminado conmigo por tu culpa, miserable cabrón! ¡Todo estaba yendo bien, hijo de perra! ¡Te dije que tenías que acabar con esa apuesta de mierda, y lo primero que se te ocurre es publicar fotos de Kendall y tú! ¡Todo el mundo sabe que fue por Katherine y yo! ―Jace lo sacudió del cuello y lo empujó violentamente al suelo, tumbándose encima suyo para darle golpes en todo el cuerpo―. ¡Hannah nunca me lo va a perdonar, maldita sea!

Estaba tan confundido por la situación, tan desencajado, que apenas lograba cubrirse inútilmente el rostro, sacudirse en el suelo con fastidio y sin ganas.

―¡Déjame en paz! ¡Tú estuviste de acuerdo con esto!

―¡Pues ya no, soluciona esta mierda de una jodida vez! ―Jace lo dejó tirado y pisó encima suyo con fuerza―. Soluciona esto o la próxima vez voy a desconocerme contigo. Al menos, no sé, pudiste haberme dejado afuera de esta basura.

Fue lo último que dijo el rubio antes de dejarlo y desaparecer de allí a paso furioso y veloz. Darren ni siquiera tenía una idea de que su amigo mantenía una relación seria con Hannah, porque no lo parecía. Ellos habían tenido disgustos, molestias incluso y desplantes muchas veces como para pensar en algo así, al parecer no había durado tanto.

Y luego estaba ella...

¿Dónde había quedado el gran Darren Ford, aquel hombre que podía hacer a todos caer a sus pies con una sola palabra? Él, siempre orgulloso y egocéntrico, acaba de ser despojado de su dignidad por una joven de la que había querido burlarse alguna vez. Kendall le había desnudado el alma y se había llevado todo atisbo de amor quedaba en él. Se había rebajado a ser alguien que parecía incapaz de suspirar por ella, de alejar cualquier pensamiento que se refiriera a la castaña. Le encantaba imaginarla y recordar cada momento que pasó con ella, aquellos preciosos instantes cuando parecía capaz de tocar el cielo con la punta de los dedos.

Además, el solo recordar lo mucho que el inescrupuloso de Kyle West estaba siempre detrás de ella lo hacía enfurecer en demasía. La noche anterior el pelirrojo había querido incluso alejar a su preciosa Kendall de su lado. Y eso nunca lo permitiría.

Decidido a no quedarse de brazos cruzados, se pasó una hora vistiéndose, perfumándose y mirándose al espejo para cerciorarse de que se veía bien. Tanto como los minutos transcurrían, sentía los nerviosos aflorar en él con los latidos golpeando fuerte contra su pecho. Recitaba en silencio las palabras que le diría aquella tarde, seleccionadas cuidadosamente para ella.

Iba a recuperarla ese mismo día y no dejaría que otra semana más sin Kendall transcurriera. Ya le era muy doloroso tener que verla, adorarla en la distancia y observar embelesado cada sonrisa que la castaña soltaba. ¿Por qué no perdonarlo? Le daría todo lo que pudiera y haría cada día de Kendall los mejores junto a él. La haría tan feliz como pudiera y no dejaría que ninguna pena la inundara jamás. Resguardaría sus sueños y la querría por siempre. Aquello que habían construido era demasiado grande como para abandonarlo y olvidarlo.

Ella era lo mejor que le había pasado y no pensaba dejarla escapar, mucho menos por un error suyo que tan caro lo había resultado. Ninguna apuesta, ni un estúpido plan de venganza y mucho menos una ridícula niña rubia iban a arrebatar a su hermosa castaña de su lado. Iba a recuperarla aunque ello le costara mucho, ella lo valía todo.

Entonces la buscó y solo cuando estuvo apenas aparcando el auto notó el barullo que se daba frente a la casa de los Wiese. Bajó extrañado, viendo cómo el hermano mayor de Kendall cargaba enormes maletas rosas hacia el interior del auto. Se acercó con cautela, dando firmes pero silenciosos pasos hacia aquella casa que tan bien conocía. Se sentía incluso tan ansioso que no le importó en lo más mínimo que Tyler Wiese estuviese a escasos metros de distancia de él. No le importó mucho menos cuando en ese preciso instante, con su corazón palpitando desenfrenado, una respuesta llegó veloz a él hasta hacerlo sacudirse de pies a cabeza.

Solo cuando llegó a la entrada de la casa, sintiéndose impotente, miró dentro con la intención de saber qué estaba sucediendo en aquella familia. Al menos hasta que un fastidioso sonido lo sobresaltó.

―¡¿Qué estás haciendo aquí?! ―bramó Tyler detrás de él antes de, con una mano en su hombro, girarlo bruscamente para encararse mutuamente―. Parece que no te bastó con meterte con mi hermana, ahora tengo que verte la cara otra vez.

Tragó en grueso, temiéndose lo peor y pasando por alto los comentarios maleducados de quien alguna vez fue su mejor amigo.

―¿Dónde está ella? ―pidió con la voz tan baja y ronca que le resultó a sí mismo inaudible―. Tyler, ¿dónde está Kendall? ―repitió angustiado.

Se presionó los nudillos, pasó los dedos fríos y ansiosos por todo su cabello ante el silencio de Wiese. Tragó en grueso, su rostro se crispó de furia y maldijo internamente al no verse con las energías necesarias como para tranquilizarse un minuto más. Y, sin embargo, se mantuvo callado y siempre altivo, con la barbilla en alto apuntándolo con desespero y desprecio. Siempre tendría el orgullo de un Foster, incluso en momentos en los que tan nervioso lo ponían.



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En el texto hay: apuesta, amor, corazonesrotos

Editado: 12.06.2020

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