Kensington Hall, formada por sus cinco palacios de estilo moderno, era el sueño de cualquier niña que hubiese visto alguna vez “Barbie y la escuela de princesas”. Lamentablemente, no todas las niñas podían disfrutar de estudiar en aquella prestigiosa institución, que recibía a todos aquellos que poseían un título nobiliario, no importaba si pertenecían a Frionia o no. Aquella institución era lo único que hacía que nuestro pequeño país pudiese sobresalir en medio de las grandes potencias.
Miré la verja dorada que rodeaba los territorios de Kensington Hall y sonreí con gran emoción. Miré a mi amiga Paty, quien se encontraba a mi lado tan maravillada como yo. Era el día en el que se cumpliría mi mayor sueño desde que era niña, por fin tendría una oportunidad para entrar a aquella majestuosa escuela. La entrada de la institución nos recibió, en el centro de la misma se encontraba el símbolo de la escuela, que consistía en una corona, con dos ramas a sus costando creando casi un círculo, era muy hermoso. La reja se abrió dejando paso a la gran multitud que llegaba al lugar con el mismo objetivo que nosotras, lograr la beca que habían ofrecido para la universidad de Kensington Hall.
Dos palacios gemelos nos recibían dejando el amplio camino despejado hacia el palacio principal, en donde residía la rectoría. Los mismos eran de paredes celeste, ventanales amplios, tejados blancos. El rectorado poseía el mismo diseño que los palacios que había visto antes, pero esta destacaba por sus torres con techos cónicos bañados en oro, que refulgían como estrellas cuando el sol se posaba en ellos. Todo allí era tan majestuoso, que me hacía sentir muy pequeña, como una diminuta mota de arena en la playa.
En la escalinata principal nos esperaba una mujer de unos cincuenta años, aunque podrían ser menos. Tenía un cabello castaño, el cual presentaba un corte Bob perfectamente acomodado, llevaba una camisa de mangas largas acompañada por una falda recta de color beige, que llegaba hasta sus rodillas y su conjunto se terminaba de completar con sus elegantes y altos zapatos stilettos.
—Bienvenidos queridos aspirantes —dijo la mujer tomando el micrófono, que habían colocado frente a ella—. Yo soy Lady Charlotte Brinsgtor, Condesa de Blacksfoore y directora de Kensington Hall, es un gusto para mí darles la bienvenida a los aspirantes para la primera beca que ha ofrecido esta institución. Gracias a la generosidad de nuestro amado príncipe, uno de ustedes podrá acceder a esta institución educativa y convertirse en parte de las grandes personalidades de nuestro país.
Sentí un apretón en mi mano y dirigí mi mirada hacia un costado para ver la emoción en los ojos de Paty, ella compartía mi sueño de pertenecer a aquella institución, para nosotros era un cambio que podía afectar de manera positiva nuestra vida. Los presentes aplaudieron con gran energía y algunos chiflidos también se escucharon. Miré a mi alrededor y me di cuenta de la gran cantidad de personas que se encontraban allí, lo que reducía la posibilidad de entrar a Kensington Hall, pero tenía fe de poder lograrlo, confiaba en que Dios sabía lo mejor para mí.
La directora explicó a continuación la forma en que se realizaría la prueba. Siendo mayormente un colegio político, las prueba trataría principalmente sobre ello y al terminar la misma tendríamos una entrevista con un profesor. Una vez aclarado aquellos términos, fuimos divididos según nuestras fechas de nacimiento, lo que significó separarme de mi amiga, ya que ella había nacido en enero y yo en agosto. Un profesor fue nuestro guía hasta el aula que nos habían asignado.
El salón se encontraba en la planta baja de uno de los palacios secundarios y la misma era bastante grande, aunque poseía pocas mesas. En la pared principal se encontraba un proyector y junto a este una pizarra, el resto de las paredes se mantenía sin ningún adorno, más que el de la propia estructura que sobresalía en un marco del suelo alrededor del salón. Tomé asiento en un pupitre cerca de uno de los grandes ventanales de madera y cristal desde el cual se podía admirar los otros edificios y el verde del pasto que los rodeaba.
La prueba tenía una duración de cuatro horas, pero en tres horas había terminado, al igual que algunos otros, quienes ya habían entregado y marchado hacia la entrevista. Salí del aula sintiéndome satisfecha de lo que había escrito en la prueba, la historia era una de mis asignaturas favoritas. Siguiendo las instrucciones del profesor, subí una hermosa escalera de madera, adornada con una alfombra roja y bordes dorados hasta llegar a un segundo piso. A partir de ahí, las indicaciones que me había dado el profesor se volvieron confusas e inentendibles.
—¡Hey! —grité al divisar a un hombre de cabello rubios y cuando se detuvo, me acerqué a toda prisa—. Buenos dí…
Mis palabras se perdieron al darme cuenta que frente a mí tenía al príncipe William Velmón. Lucía mucho mejor que en cualquiera de sus fotos o apariciones en la televisión. Vestía un traje negro casi sin ninguna arruga, su cabello rubio perfectamente acomodados y su corbata correctamente anudada. Sus ojos grises como los míos me observaban desde su posición con una mirada inquisitiva.
—Su Alteza —dije haciendo una reverencia—. Lo siento, no le había reconocido.
—No hay problema —respondió él con un tono amable, pero gélido a la vez.
—Soy una de las aspirantes a la beca, buscaba indicaciones para llegar hasta los salones de entrevista —expliqué sin saber dónde colocar la mirada, pues me parecía demasiado irrespetuoso mirarlo a los ojos, siendo él mi futuro rey.
—Claro, yo la guío —contestó antes de emprender la marcha, por los largos pasillos del palacio.
Me preguntaba si su manera de hablar y actuar se debía a su desagrado hacia las personas que no fueran nobles, pero descarte esa hipótesis con rapidez. Él había sido el creador de esta nueva oportunidad única en su tipo, e incluso, fuentes comunicativas habían mencionado que él había patrocinado el envío de profesores a otras provincias del país para garantizar que la prueba llegará a todos por igual.