Khalid Cafiero.

Capítulo 2

En el trayecto me colocan una tela oscura en mis ojos, mi cuerpo da pequeñas sacudidas a cada segundo y mis lágrimas siguen cayendo, el único sonido son las ruedas moviéndose a una velocidad estable; mi cuerpo por ningún motivo se mueve desde que entró al auto. De la nada, empiezo a escuchar aquel idioma desconocido, mi cuerpo se tensa al segundo, mi corazón bombardea más rápido y ellos siguen hablando, algunos de ellos se ríe con fuerza, haciendo que mi cuerpo se mueva más a la puerta; muerdo mi labio para no soltar ningún gemido mientras que mi mente empieza a torturarme con pensamientos horribles detrás de aquellas palabras. El auto se detiene y un fuerte escalofrío viaja por todo mi cuerpo, escucho que se abren tres puertas y se cierran al mismo tiempo; cada segundo que pasa sin ver y sin escuchar nada me mata por dentro, trago fuerte al sentir el mismo golpeteo de mi corazón en mi pecho. La puerta se abre y mi cuerpo por un momento se va con ella, pero el susto me hizo recuperar la postura y mis manos se agarran del asiento del copiloto.

Me agarran por el brazo y me sacan del auto, trato de sincronizar mis pies al seguir sus pasos rápidos y no caer, él me jala a cada segundo, perdiendo la sincronización con mis pies. Me quitan la tela de golpe y mis ojos se acostumbran a los rayos fuertes del sol, mi respiración se corta al ver la entrada del aeropuerto, «¿me van a sacar del país?» mi cabeza empieza a mandar alertas a todo mi sistema, buscando algún escape u organizar un plan. El hombre que me sostiene el brazo, me coloca una chaqueta larga en mis hombros, dando paso a que mi piel se erice; me hacen caminar hasta la entrada del aeropuerto, siguiendo a los otros hombres y antes de entrar, el hombre se acerca a mi oído.

—No hagas nada tonto, evita una masacre en pleno día.

Me sacudo y vuelvo a morder mi labio inferior para no darle el gusto de gemir por lo aterrada que estoy en solo imaginarme aquello. Entramos al aeropuerto, donde la temperatura cambia a una fría, casi helada para mi piel. Las personas que nos pasa por los lados, se me quedan viendo un tanto confundidos por mi vestido de novia hecho un asco total. Mi estómago da una sacudida y por un momento siento que voy a caer, dejo de respirar como antes y solamente puedo mover mi vista en aquellas personas para pedirle ayuda, pero ninguno hace el intento de devolverme la mirada y sencillamente pasan de largo. «¿Qué tipo de gente son?» me pregunto al ver que nadie hace nada, nada. Me suben por aquellas escaleras eléctricas y por el otro lado aparecen dos oficiales hablando entre ellos; uno de ellos hace contacto conmigo, pero la quita al momento, les pasamos a un lado y ellos siguen charlando con normalidad.

Mi corazón da una sacudida por lo que acabo de experimentar «¿no se supone que ellos juraron lealtad hacia su gente? ¿Qué pasó con el proteger a las personas del mal?». Mi garganta duele, como si un cuchillo caliente hubiera pasado varias veces en esta y ha dejado un camino caliente y muy, muy doloroso; llegamos al primer piso, donde se encuentra algunos asientos y más allá, pantallas con los vuelos a salir. «Esto no me puede estar pasando, no, no» me digo tantas veces, el deseo que despertar de este terrible sueño y volver a estar en mi boda, con Julius y mi familia sana y salva. Me empujan hasta una hilera de sillas, me obligan a sentarme mientras él se sienta al frente de mí tan relajado, tan tranquilo.

Él hace una seña a sus hombres y cuatro de ellos empiezan a caminar, disolviéndose por todo el aeropuerto. El resto de los hombres se queda, como si estuviera protegiendo a algo o alguien de mucho valor. Visualizo a un vigilante salir de un pasillo, pero al ver a mi dirección de inmediato me da la espalda y sigue por un camino diferente.

—Tengamos una charla, bonita. —escucho la voz de él, pero no hay empatía, no hay ningún sentimiento positivo en aquellos ojos grises.

Puedo sentir como él se cambia de silla a la que está a mi lado y me coge la mano, su tacto en esos guantes de cuero me eriza, pero no hago nada en quitar aquella sensación tan repugnante. Suelta mi mano y observo como saca una carpeta de su traje, al abrirla dejo escapa el aire al ver mis datos personales en ella; él, descaradamente, pasa el resto de las hojas donde puedo ver las fotos de mis padres, de mi hermano, de Julius y su familia. Vuelve a centrarse en mis datos.

—Desde ahora te llamarás Sara Cafiero —no suelto ninguna palabra—, ¿se entendió?

—Sí —murmuro, pero él logra escucharlo, se acerca demasiado a mí.

—Y cuida esa lengua al soltar tu verdadero nombre.

Lo miro de reojo y este tiene la vista al frente; su rostro es frío, calcula cada paso que da, emana peligro en todo su cuerpo. Vuelvo a mirar al frente y trago.

—¿Qué quieren de mí? —me atrevo. Siento su mirada en mí, petrificándome por completo, dejo de respirar y el miedo me ahoga.

—Negocios.

Mis ojos se cristalizaron al escuchar aquello.

—¿Por qué yo?

—Menos preguntas y tendrás tu vida asegurada, bonita.

—No me llames así —rechino con miedo.

Él se acerca, siento su aliento en mi mejilla.

—Yo te llamo como me plazca y desee, bonita.

Hago a un lado mi rostro al tener el suyo tan cerca del mío, él suelta una risa seca y se aleja; vuelvo a respirar con regularidad y coloco mi vista en mis manos, estas ya han tomado su color habitual. Levanto un poco mi rostro hacia la ventana donde puedo ver varios aviones detenidos; desvío un poco la mirada y puedo ver a uno de los cuatro hombres que él envió a dispersar por la zona; trago con fuerza y coloco mi vista en él, está viendo algo en su celular y de inmediato llegan los recuerdos de las amenazas.



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En el texto hay: mafia, drama, accion

Editado: 16.06.2022

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