Khalid Cafiero.

Capítulo 17

Despierto exaltada de mis pesadillas, enciendo la lámpara de mi mesa y empiezo a analizar las pesadillas. La mayorías de ellas, son por Camilo, siendo perseguida, o torturada o incluso haciéndome ver como mata a mis seres queridos. Las otras pesadillas son del hospital y las escaleras de incendios.

Hago a un lado todo y camino hasta el baño, me hecho agua fría por todo mi rostro sudado, mientras que agito un poco mi camisa para pasar el calor; me miro al espejo y veo un parche en mi frente, ojeras marcándose con profundidad y ojos achinados de tanto llorar. Salgo del baño, abro la ventada y me siento en ella.

Algunos hombres están haciendo guardia; los perros están sueltos sin su correa, corriendo por todo el lugar, y más allá, la playa sin muchas olas. «¿Por qué no escuché antes los disparos en el hospital?» me ataca aquella pregunta, la cual me la estuve haciendo desde que me encerré por mi cuenta en la habitación.

«No, no tanto» vuelvo a recordar las palabras de ella. Decidida, le doy la espalda a la ventana y me concentro en llamarla, cierro mis ojos, pero cuando los abro nadie está. «Hey, te necesito» intento hablar con mi mente «¿Hola? Sé que estás ahí» no tuve respuestas.

—Sabía que esto no está bien —me susurro y camino hasta la cama para dormir lo que puedo, pero cada vez que cierro los ojos, él está ahí, cazándome como una hiena.

• • •

—Oye, despierta —escucho hablar a alguien—. Vamos, que no tengo todo el día.

Abro los ojos poco a poco y no puedo evitar asustarme al ver mi otra yo tan cerca de mí, ella ríe por mis expresiones y se aleja. Me siento en la cama, paso mis dedos por mis ojos, limpiándolos.

—Te llamé anoche.

—Eso lo sé, pero no estoy aquí por eso —su voz suena monótona.

—¿Entonces a qué?

—Deja de meterte en momentos donde tu vida peligra ¿sí? —arrugo mi frente al no entenderle y ella señala su brazo, el mismo brazo donde la bala me rozó.

—Oh. —estoy sorprendida al ver que ella también tiene una venda.

—¿Oh? ¡Joder! Trato que tu miserable vida este a salvo y tú solo dices “oh”. Oh mi culo.

—Eliseo ha sido bueno conmigo.

—¿Cómo para recibir una bala por él?

—Él recibió la bala de Camilo.

—Corrección, ellos dos tenían algún problema con la tal Elena. Tú no tuviste nada que ver.

—Solo fue un roce.

—Ese roce te pudo costar la vida, Ody.

Aquel apodo me hace muchísimo ruido, lo siento tan mío, tan importante en algún lugar de mi vida, «pero ¿en dónde?»

—¿En dónde qué?

—Nadie me ha llamado Ody, desde que apareciste.

—Claro.

—Pero ese apodo… siento que alguien más me lo dijo.

—¿Te refieres al líder de esta mafia?

—¿Qué?

—Cuando te desmayaste en el baño, él te dijo Ody.

—¿Por qué?

—Solo leo tu mente, no la de los demás.

—¿Puedes buscar en mis recuerdos? Mencionaste que sabías muchas cosas que yo no, tal vez estoy olvidando a alguien.

—En fin, esto no es importante por ahora —menciona y sé que odia la idea de que le manden—. Vamos a lo que nos importa; ya que te dije que no coloques de nuevo tu vida en peligro, dime para lo que necesitabas.

—¿Tú tuviste algo que ver que no llegara a escuchar los disparos en el hospital?

—Sí.

—¿Cómo y por qué?

—¿Te has visto cómo te colocas cuando escuchas los disparos? Todo tu cuerpo deja de funcionar como debe; y el cómo, tengo acceso para controlar parte de tu cerebro, claro está que no puedo hacerte daño, mi deber es protegerte, así que envié información a tu mente para que no se concentrara en aquellos sonidos.

Quedo asombrada por lo que me está diciendo.

—Claro que gracias a tu amiguito, tu cerebro dejó de recibir mi información y lo empezaste a escuchaste.

—Así qué ¿debo de aceptar esta realidad y que tú no eres producto de alguna droga o algo parecido?

Ella rueda los ojos—. ¿Te parezco producto de una droga?

—Llegué al punto de creerlo.

—Mi primera aparición fue a tus quince, la cual no lo tomaste tan bien como ahora.

—No tuve tiempo de ir a un psicólogo ¿no?

—Cierto. ¿Eso es todo?

—Sí —ella desaparece y de inmediato me invade un dolor de cabeza fuerte, cierro mis ojos para tratar de controlar aquello. Cuando se calma un poco, camino al baño.

A los minutos, después de salir del baño y aun con el dolor de cabeza, tocan la puerta con delicadeza, «no es él» pienso al acercarme a la puerta y abrirla.

—Marta.

—Buenos días, señora Cafiero —comunica ella, amable—, me alegra verle con más ánimos; si me permite, el desayuno está listo. ¿Prefiere comer aquí o en el comedor?



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En el texto hay: mafia, drama, accion

Editado: 16.06.2022

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