Khalid Cafiero.

Capítulo 24

—Ni se te ocurra insultar a mi esposa.

—Ella empezó —ataca Rosalie sin quitarme la mirada.

—Oh, solo conversábamos —mi boca se mueve sola—, pero al parecer ella no soportar unas dosis de realidad.

Ella gruñe y baja su arma—. Valoro mucho mi vida.

«¿Qué te pasa? ¡Nos pudo haber matado! Después eres la que me reclama de que no arriesgue mi vida» le reclamo a Detta.

—A diferencia de ti, yo puedo defenderme —escucho la risa de Detta.

Me doy cuenta que mi respiración se corta. Khalid baja su arma y no quita su vista en Rosalie; de lejos puedo ver como las personas se hacen a un lado y Salazar sale del gentío, sus ojos están muy abiertos y sus puños cerrados.

—Dije nada de armas en esta reunión —gruñe; Khalid al escuchar aquello se da vuelta y lo enfrenta.

—Dile eso a Rosalie —su voz sigue siendo la misma—, apuntándole a mi esposa ¿con qué derecho me reclamas a mí?

—Quiero que te deshagas de tu arma —dice—, yo me encargo de Rosalie.

Salazar agarra con fuerza el brazo de Rosalie y chilla al sentir el jalón, ella trata de soltarse pero él tiene un buen agarre; se pierden de vista. Los invitados vuelven se giran y todo pasa como si nada; Khalid se detiene al frente de mi vista.

—¿Qué hiciste para enfurecerla? —su tono de voz es ronca y arisca, me estremezco.

—Nada —miento, no soy loca en decirle la verdad—, estaba viendo los aperitivos que están en la mesa y ella se me acercó.

—¿Y qué le dijiste para herir su orgullo?

—¿Importa?

Khalid me agarra con fuerza mi barbilla, mostrándome un poco de su bestia.

—Me importa ya que si no hubiera llegado a tiempo, estarías en estos momentos en el suelo con tus sesos dispersados.

—¿Y eso a ti que te importa? Recuerdo muchas veces las ganas que tenías de matarme, ¿recuerdas cuando me encerraste en aquella celda? Ahora no te hagas el jodido héroe de mi vida.

Khalid me suelta la barbilla, sube una mano y lo pasa por su rostro; mi corazón sigue aun latiendo con fuerza, mi pecho duele y mis ganas de llorar no hacen falta, pero Detta se encarga de mis sentamientos negativos, ella…

—¿Falta mucho para irnos?

—Tengo que cerrar un negocio —menciona— y aun no veo a Tiburón.

—¿Qué te hace creer que él está acá?

—Rumores.

«No lo vi antes, o tal vez sí y no lo quise aceptar, pero soy el objetivo para que Tiburón se haga presente».

—No dejaré que mueras —habla Detta.

«Me está importando poco lo que digas. Hoy me has demostrado que puedes ser una bruja».

—Lo que pienses de mí, me vale, con tal, no puedes sacarme de acá.

Respiro profundo, no me siento bien; miro por otros lados y las personas están alegres y gozando de la noche; a una distancia puedo ver a una mujer jugando a los juegos de apuestas; me acerco al saber qué tipo de juego es. Aquel juego de apuesta es fácil pero arriesgado; usan dos dados y el número mayor se lleva todo la cantidad del dinero que haz apostado, hasta que una persona quede en cero, se salen del juego.

La chica muestra más poder en aquel juego, levanta la mirada y me regala una sonrisa perversa.

—Señora Cafiero —me dice—, observo qué le llama mucho la atención el juego ¿desea jugar?

La observo por unos segundos más; algunos momentos invaden mi cabeza, recuerdo ser buenas en las apuestas. Camino hasta la silla más cercana y me siento, quedo al frente de la mujer que me invitó; dos chicas se sientan a los lados de la mesa cuadrada. Khalid coloca una mano en mi hombro y se inclina un poco para llevar sus labios a mi oído.

—¿Sabes lo que haces?

—Sí.

—Cada ficha vale un dólar —menciona ella jugando con una ficha entre sus dedos—. Cada ronda la apuesta sube ¿vale?

Sus ojos se mueven a las dos chicas que se encuentran, tiene una actitud un poco intimidante. Nadie dijo nada, y eso le dio a entender. Empieza a repartir las fichas hasta que cada una tiene cincuenta en su poder.

—El número más alto dirá de cuánto será la apuesta —comenta agarra solo un dado de la mesa.

Ella menea un poco su mano derecha y lo suelta en la mesa, vemos como el dado va dando vueltas hasta quedarse quieto, sale un cuatro. La chica de mi derecha agarra el dado y lo lanza, le sale un cinco y sonríe. Extiendo mi mano para agarrar el dado, pero la chica de mi izquierda es rápida y lo agarra; sin discutir, me encojo de hombros y ella lo lanza, el dado se queda en un tres; en mi turno, muevo el dado y lo lanzo, el dado por un momento reboto un poco y gira hasta llegar al frente de ella, el dado ha muestra un seis. La chica me mira y sonríe.

—Me imagino que te toca elegir —dice ella. Mis ojos van a las fichas y agarro unas cuantas.

—Quince —lo coloco en el centro de la mesa.

—Un comienzo que no esperaba —menciona ella mientras divide sus fichas y pone los quince en el medio.



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En el texto hay: mafia, drama, accion

Editado: 16.06.2022

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