Khalid Cafiero.

Capítulo 39

—¿No estamos en Honolulu, cierto? —pregunto mientras seguimos un largo camino desde que dejaron el cuerpo de Koa atrás, tirado; en la ventana veo que estamos rodeados de vegetación verde.

—No —responde Giles, sentado en el asiento del copiloto del jeep—, fuiste trasladada a la isla vecina, Molokai.

Dos autos están delante de nosotros, guiando el camino por Eliseo y Khalid; y dos jeep más detrás de nosotros, manejado por Hedwig y Sebastián.

—Así que Addyn no es mafioso de Hawái —caigo de repente al saber el origen de Honolulu—, sino de los Estados Unidos.

Giles suelta una leve risa—. No, solo Hawái; los Estados Unidos le pertenece a otro mafioso, hubo una especie de acuerdo entre ellos y la ReMa lo aceptó…

—Den Mund halten [Calla tu boca] —interrumpe con voz severa el alemán que está manejando.

—Calma, Adal, no revelé nada —se defiende Giles—. En fin, pronto llegaremos a un lugar donde puedas descansar, mientras esperamos a Coby para que venga por nosotros.

—¿Dónde está él?

—Tuvo que solucionar otros problemas, pero de seguro mañana por la mañana estará con nosotros, y un barco esperándonos.

«¿y luego?» me pregunto en mis pensamientos, «¿Cuál será el siguiente paso?» tiro mi cuerpo en el asiento, suelto un gemido al sentir la textura de los asientos en mi espalda, pero aguanto, aguanto el dolor hasta que se hace soportable y logro relajarme. Los recuerdos de hace unas horas me atacan, mostrándome cada escenas y las veces en las que pude haber muerto y algo dentro de mí lo deseaba con todas las fuerzas.

El rostro de Julius pasa por mi cabeza, y recuerdo lo que sucedió con Addyn y sus robots en forma de araña persiguiéndonos. Cierro los ojos dejando que la oscuridad de paso.

—Fuiste valiente —comenta ella a los segundos—. También fuerte.

—Estaba muerta de miedo —susurro al recordar lo que me hizo Khalid—, al ver lo que había hecho, solo quería huir.

—Y lo hiciste.

—Pero no fue lo suficiente.

Detta me mira, esta vez con una mirada casi vulnerable, casi de simpatía, casi de cariño. Suelto un bufido.

—¿A qué viene esa mirada, Detta?

—A las jodidas pastillas, aun no me he recuperado del todo, pero estoy mejor que antes.

—Me haces falta en mi cabeza, por lo menos contigo hay un plan bueno.

—¿Qué? ¿Ya estas dependiendo de mí tan rápido? —bromea.

Siento que muevo mis hombros hacia arriba—. Somos una sola ¿no? Quiera o no, juntas somos mejor que nada.

—Tienes razón, pero aun tienes un largo camino por recorrer, Odette.

—¿Estarás ahí?

—Nadie me puede alejar de ti —en su voz hay algo—, que lo intente y verá el infierno con sus propios ojos.

—Amo tus amenazas —me sincero—, recuerdo cuando apareciste por primera vez.

—En la celda…

—No, antes.

Detta se me queda viendo con un poco de extrañes.

—En el parque, a mis quince años.

—¿Recuerdas los detalles?

—Sí y no sé cómo —digo y todo se hace claro de inmediato—. Estaba en el campus de la preparatoria… y te vi, sentada en la grama, exactamente la misma vestimenta que tenía aquel día, la misma edad… recuerdo que te señale a mis amigas, pero ellas no te veían, luego tú me saludaste, estirarte tu mano izquierda y grité.

—Uf, sí, recuerdo ese grito —suelta ella con una risa de satisfacción—, y eso que iba en son de paz.

—Pero ¿cómo se lo explicas a una niña que no tenía noción de tu aparición?

—Y luego tus padres te llevaron a aquel psicólogo.

—Sí —afirmo con un poco de dudas en mis recuerdos—, pero aun no recuerdo mucho aquella escena, recuerdo cuando entro a la habitación… pero el rostro del psicólogo sigue aún borroso y el resto se nubla más.

—¿Y ese accidente?

—Tenía tiempo que no lo recordaba, tenía siete años cuando sucedió ese accidente.

—¿Y de dónde venían? —pregunta Detta.

—No lo recuerdo, creo que de la casa de la abuela.

Hubo un momento de silencio.

—No tienes recuerdo de tu abuela, Odette.

Aquello me agarra de sorpresa—. ¿Qué quieres decir? Claro que tengo una o dos abuelas.

—No, no recuerdas ni nombre ni físico.

—¿Qué estás diciendo?

—¿No puedes verlo? —Cuestiona Detta—. No tienes ningún recuerdo antes del accidente, todos aquellos años se esfumaron.

Voy entendiendo lo que dice y realmente no recuerdo nada de antes del accidente, ni de mis otras años o cumpleaños.

—¿Qué me está pasando?

Ella suelta el aire—. Creo que alguien ha estado jodido tu mente.

—Lady, despierta —siento la mano de Giles tocar mi hombro y abro mis ojos para ver su rostro desde la puerta del jeep—. Hemos llegados, baja.



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En el texto hay: mafia, drama, accion

Editado: 16.06.2022

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