— Espera... Giluhepa, tía, detente. Explícame esto ¿Qué está pasando?
Giluhepa se volteó nuevamente, esta vez con el rostro serio y algo tensa.
— Nut, sobrina. Mi nombre es Nut, no Giluhepa. Debes olvidar tu nombre, tus creencias y enterrarlas en Mitani. Eres Egipcia ahora, has de comportarte como una Egipcia ya que es lo que esperan de ti. Es una demostración de lealtad a faraón y, principalmente, no les darás motivos a Sitamón y su madre para acabar contigo.
Se mantuvo en silencio. Era cierto, no entendía aún cómo funcionaba internamente el harén, pero estaba claro que Nut y ella eran minoría. La experiencia de su tía estos años viviendo en el harén le era valiosa, pero le costaba aún confiar del todo.
— Comprendo Nut. Pero explícame ¿Qué sucede? ¿Por qué debo demostrar mi pureza? ¿Quiénes comprobaran eso y de qué forma lo harán? No tengo miedo, porque no hay nada que esconder. Me mantengo pura como establecen nuestros dioses, pero nadie nunca me habló de esta ceremonia y estoy muy segura que no debiste pasar por esto.
Nut agachó la cabeza, se veía incómoda. Abrazo su cuerpo con su brazo derecho.
— Esto es obra de Tiy. Has de saberlo pero actualmente ninguna esposa ostenta el título de Gran Esposa Real, su hija Sitamón está embarazada y todos esperan que cargue en su vientre al heredero. Faraón no tiene descendientes masculinos, Tiy sólo pudo dar a luz niñas y de ellas la única con vida es Sitamón. Yo tuve un hijo diez lunas atrás—. Los ojos de Nut se llenaron de lágrimas al mencionar esto—. Pero mi pequeño Amenhotep no vivió más que un par de días.
A pesar de que Tiy y Sitamón tienen una relación terrible debido a los celos de su madre por las atenciones que faraón tiene con Sitamón, ella es de la idea que la sangre real egipcia debe prevalecer. Por eso, sobrina mía, nosotras somos una amenaza para ella. Esa mujer hará todo lo que este en su mano por destruirnos. La idea de esta ceremonia es para dejar en claro que cualquier hijo concebido por ti sólo puede ser de faraón, es una idea inocente si no te detienes a analizar el trasfondo, pero el verdadero objetivo de Tiy es sembrar la semilla de la duda en la mente de faraón. Eres joven y hermosa Nefertiti, faraón ya no tiene la juventud para satisfacer las demandas de una jovencita como tú. Eres un peligro para esa mujer y su hija, quiénes desean mantener el poder en familia sin importar los problemas internos que ello conlleva. Tu belleza y juventud despertará el deseo en otros hombres indudablemente, ella quiere que faraón desconfíe de ti y ésta es la primer pieza del juego.
Ahora Nefertiti empezaba a comprender la complejidad del asunto. No era sólo la humillante experiencia que tendría que experimentar en breve, debía encantar a faraón y ser lo suficientemente astuta para pelear contra madre e hija sin plantar cara directamente, tal como ellas jugaban.
Tras la conversación acompañó a su tía sin más resistencia. Dos sabias mujeres de edad realizaron la ceremonias y sin mayores dudas comprobaron que la pureza de Nefertiti estaba intacta. La experiencia le resultó de lo más humillante, si bien es cierto estaba acostumbrada a la idea de menosprecio a la mujer y el trato como objeto tan común en su reino y el de Egipto, siempre prevaleció el respeto como miembro de la familia real y con ello, el miedo que las personas sentían por ofenderla. Aún siendo mujer en Egipto tenía derechos, muchos más que en su país natal, por ende vivir una experiencia extraordinaria sólo por la inminente conspiración de Tiy y Sitamón le resultaba aún más humillante. Esto no quedaría así, pensaba Taduhepa, iba a tomar revancha de esta humillación, pero de momento observaría y aprendería cómo funcionaba todo.
Las mujeres del harén le prestaban poca atención a Nefertiti y un ambiente hostil reinaba entre las egipcias sirvientes del harén para con ella y su tía. Probablemente era obra de madre e hija, pero por fortuna al embarcar a Egipto un selecto grupo de sirvientes de Mitani la acompañaron. Su tía tenía sirvientes también, no eran muchos, pero el círculo cercano y cerrado era más seguro que un tumulto de gente corrompible.
Nefertiti salió al patio exterior, necesitaba aire y tiempo a solas para pensar. La casa Jeneret era enorme y custodiada por milicia especialmente destinada para su protección. Aquí sólo revoloteaban niños, mujeres y sirvientes, era una maqueta perfecta de felicidad y despreocupación. Estas personas desconocían completamente lo que ocurría tras estás decoradas y finas paredes. La muerte reinaba en Egipto, pero era un panorama tan común que había insensibilizado a todos y aquí, donde el hambre no existía y los problemas más grandes eran la combinación del maquillaje adecuado para resaltar la belleza o que tela usarían para el próximo vestido, difícilmente encontraría el estímulo suficiente para hacer un amigo. Los oficiales parecían más bien parte del mobiliario ya que no interactuaban con nadie y ella como forastera y recién llegada, estaba en la mira constante de sus hombres. ¿Cuántos de ellos serían aliados de Tiy y Sitamón? ¿De qué serían capaces esas dos mujeres con tal de mantener el reinado? Nefertiti se sentó y comenzó a masajear su cabeza. No llevaba ni siete lunas aquí y ya sentía que se asfixiaba.
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Editado: 08.10.2018