Un día tan soleado que rajaba el cielo una niña de cabellos dorados, piel blanca y ojos celestes corría encantada por toda la vereda de su hogar, sus juguetes se encontraban dispersados por todo el jardín delantero, su madre cocinaba a gusto en su casa mientras observaba a la niña jugar.
Un golpe seco se escuchó detrás de la niña, la pequeña asustada comenzó a girarse levemente, frente a ella yacía un balón de fútbol bastante brillante.
—¡Uff!, no era nada— susurró gustosa observando el balón.
—¡Ruo!, ¡Trae el balón!— gritó una voz aguda desconcertando a la niña, de seguro vendrán a querer quitarle sus juguetes como le hacían siempre las niñas de la cuadra.
Comenzó a juntar todos sus juguetes rápidamente olvidando la existencia del balón.
—¿Puedo tomar el balón?— cuestionó una voz aniñada pero firme.
—Sí es tuyo estás en todo tu derecho— tomando su mochila se dió media vuelta para ver al portador de tal voz y se sorprendió al ver una niña con el cabello bien corto y con ropa deportiva de niño.
—Hola, soy Ruo Ki— saludó la niña de forma cortés.
La pequeña rubia sintió curiosidad y un poco de asco al ver que la niña estaba toda llena de barro menos la cabeza y el cabello.
—Yo soy Lily— soltó para salir corriendo con todos sus juguetes dentro de su casa.