Sasuke se había alejado del pasillo donde había escuchado la confrontación verbal entre Sasori y Karin. A cada paso que daba, los fragmentos de esa conversación se le astillaron la mente y le hizo reflexionar sobre qué tanto, en realidad, conocía a Sakura.
La primera vez que la había visto fue en el primer año de secundaria, durante la ceremonia de apertura. Ella no mostraba la misma cara feliz que todos los presentes, parecía abstraída y desanimada; como si su cuerpo se moviera más por inercia que por necesidad. Recordaba que le había llamado la atención porque su cabello era largo y hermoso. Su tono natural lo resaltaba ampliamente a la vista: Rosa como los árboles de cerezos que adornaban el patio de su antigua escuela.
Su curiosidad no pasó a más hasta que hizo amistad con Naruto, quien a su vez se hizo amigo de ella, también. Gracias a ello, Sasuke llegó a conocerla de manera superficial sin ahondar demasiado; tan solo era la amiga de su amigo y hasta ahí. En ocasiones se encontraba mirándola cuando ella no hacía lo mismo con él y se percataba de los cambios que había sufrido su personalidad a lo largo del tiempo. Gracias a la buena compañía de Ino y Hinata, logró convertirse de una niña triste e introvertida a una joven espontánea y alegre; no hubo duda que en su rostro, el mejor adorno era su sonrisa.
Él constantemente la atrapaba mirándolo a lo lejos entre esa bolita de admiradoras que se formó a su ingreso y aquello le producía gracia porque de la muchacha triste ya no le quedaba nada. En las prácticas de basquet, su grupo de admiradoras se ponían en primera fila para verlo; por supuesto, Sakura e Ino entre ellas nunca faltaban. Sabía que ella debía sentir admiración hacia él, los mismo sentimientos que compartían las demás chicas hacia su persona y que las motivaba a asaltar su gaveta y taquilla los 14 de febrero, atiborrando chocolates, regalos y cartas llenas de dedicatorias, esperando una respuesta positiva de su parte. Sin embargo, aunque muchas chicas valientes se atrevían a poner su nombre, Sakura solía ser más reservada, cada año le regalaba una bolsa de bombones de chocolates envueltos en una bolsa de celofán con la imagen de un botón de cerezo. Puede que él se equivocara, pero algo le decía que eran de su parte, porque el año pasado volvió a recibirlos sin falta. En el fondo se alegró, que ella nunca se hubiera atrevido a decirle sus sentimientos. Si lo hubiera hecho en esa época, él la hubiera rechazado como a las demás. Su vida dio un giro muy importante en ese tiempo y otros asuntos ocupaban su mente como para prestar atención a chicas que nada sabían de él realmente.
Pasó el tiempo, las cosas en su vida comenzaron poco a poco a estabilizarse y cuál fue su sorpresa en su primer día en la preparatoria Konoha, que la hermosa flor de cerezo volvía a coincidir con él. Naruto le había dado un pequeño empujón y le había dicho algo relacionado con “el destino” para animarlo a actuar esta vez, pero nuevamente prefirió esperar porque no estaba del todo seguro de lo que sentía por ella hasta la noche en que la escuchó gritar asustada y sus pies lo llevaron corriendo hasta su casa. Descubrió con mucha inquietud, que después de todo no le era indiferente y que sentía molestia cuando alguien la hería. Sakura provocaba en él una variedad de emociones a las que no estaba acostumbrado a sentir y terminaba frustrandose consigo mismo por no poder controlarlas del todo. Como cuando la regañó efusivamente por dejar a Sasori pasar a su casa, luego de que le hubiera cortado el cabello en la escuela o el desazón que había sentido cuando él la besó a la fuerza y no pudo contener el impulso de querer golpearlo cuando lo encontró en el pasillo. Que Sasori se la pasará rondando alrededor de Sakura le irritaba bastante y odiaba admitir que sentía celos de él y eso aumentó la inquina que tenía contra el pelirrojo.
Desde su llegada, la atención de Sakura se había enfocado a Sasori, hasta el punto en que llegó a preguntarse si de verdad ellos no tenían relación alguna. Por último, las palabras de Karin habían creado una marea de dudas que no le permitieron creer del todo en la confesión de Sakura.
La campana que anunciaba el cambio de hora sonó sacándolo de sus pensamientos. Había estado caminando sin destino alguno, olvidando que buscaba a Sakura en un principio. Volvió sobre sus pasos para regresar a su salón de clases cuando se encontró con Suigetsu a lo lejos, tenía un aspecto desalineado, varias vendas cubrían su rostro y brazos. Éste al percatarse de su presencia, corrió, o mejor dicho, caminó cojeando hasta él para saludarlo.
—Yo, Sasuke ¿Qué haces por aquí?— lo saludó Suigetsu con su habitual sonrisa mostrando sus afilados y blancos dientes.
—Buscaba a alguien—contestó secamente sin ánimo de dar explicaciones. Sin querer sus ojos se concentraron en las heridas de su amigo que parecían bastante serias. —¿Qué te sucedió?—preguntó al fin.
—Ah esto—contestó el chico sorprendido que Sasuke sintiera curiosidad de sus heridas.— Defendí a Karin de un tipo y su novia que la amenazaron pero él tipo barrió conmigo el piso; no pude hacer nada y Yugo tuvo que intervenir...— El rostro de Suigetsu abandonó sus facciones alegres y bajó su mirada ensombrecida como si se encontrará incómodo.
— ¿Sucede algo?—preguntó Sasuke notando su desazón.
—Nada. Es una tontería, algo que me dijo el tipo ese—Suigetsu alzó su rostro y pasó la palma de su mano detrás de su nuca pero enseguida se arrepintió; un dolor punzante le recorría todo el antebrazo—Aght, seguramente no es nada importante—suspiró para restarle importancia.—En fin, tengo que irme, hay clase.
Palmeó a Sasuke en el hombro y dio media vuelta para retirarse.
—Suigetsu, te conozco de hace tiempo. Ese “Nada” siempre es “Algo” ¿Qué fue lo que ese tipo te dijo?—insistió serio Sasuke tomándolo del hombro.
—Antes respóndeme algo—dijo Suigetsu con tono serio sin alzar su mirada —¿Conoces a una tal Sakura?—