Escuchó que alguien tocaba una puerta.
~toc~ toc~ toc~
El sonido se magnificó confundiendo sus sentidos.
—¡Sasori!— gritó alguien en la oscuridad, Sasori reconoció la voz de Sakura en la lejanía.
—¿Sakura?— pronunció débilmente en la oscuridad. No podía ver nada, salgo cubría sus ojos, intentó quitarse lo que le obstruía la vista pero le resultó imposible.
—¡Sasori!—volvió a escuchar su voz afligida, como si pidiera ayuda.
—¡Sakura ¿Dónde estás?!—gritó él caminando a ciegas.
Luego una mano emergió de la oscuridad y le arrebató la venda de los ojos de manera violenta. Frente a él estaba nuevamente ese par de ojos amarillos que tanto lo perseguían en sus pesadillas. Esta vez pudo ver el rostro del dueño de aquella mirada. Se trataba de un hombre joven, de tez tan pálida como la nieve que enmarcaba una soberbia sonrisa. Lucía un sedoso y lacio cabello negro que le caía de manera libre sobre su rostro y hombros.
—Basta, aléjese de mí...—se escuchó así mismo hablar.
—¿Qué pasa Sasori-kun solo estamos hablando?— siseó el hombre y quemó un papel frente a él.
Sasori pudo sentir como el miedo se apoderaba de su cuerpo y bajó la mirada.
—¡Vamos! Mira bien su rostro, míralo, tan solo míralo...— pensó consciente de que estaba soñando y se obligó a mirar aquel rostro con detenimiento.
—Se lo que hiciste, se lo diré a todos— se escuchó así mismo.
—¿Quién te va a creer? Tú no tienes ni un solo amigo, eres tan poco sociable ...— contestó el hombre. y luego se inclinó a hablarle al oído.—Además no quieres ver fuego en la casa de tu tío abuelo Ebizo ¿Cierto? Lo sé todo sobre ti Sasori-kun, lo sé todo...—
Un rayo cruzó el cielo; estaba lloviendo nuevamente. Sasori abrió los ojos sobresaltado, sudaba frío y recordó que aún se encontraba en la escuela.
El salón del club de arte se encontraba a oscuras, alguien había apagado las luces y al observar por la ventana notó que ya era bastante tarde; el sol se había ocultado dejando paso a la noche.
Se preguntó por cuánto tiempo había dormido para no notar que la escuela había quedado en completo silencio; tan solo el golpeteo de las gotas de lluvia era audible.
—Maldición, me quede dormido— se dijo así mismo y se frotó los ojos. Se levantó de la silla para estirarse, se sentía incómodo por el tiempo que había dormido en aquella posición.
Sacó su celular para comprobar la hora:
“7:33 p.m. y 10 llamadas perdidas de Chiyo Obasama”
Sintió un pequeño escalofrío y marcó sabiendo que Chiyo le gritaría.
—¡¿Sasori, eres tú?!— escuchó la voz de Chiyo-obasama preocupada al otro lado de la bocina.
—Hablo para decirte que llegaré tarde. No quiero que te preocupes— dijo recordando como lo había estado esperando en el sillón de su sala la noche que había pasado con Sakura.
—De acuerdo— suspiró Chiyo y luego preguntó—¿Te quedarás con Sakura-chan?
Sasori no pudo evitar bajar la mirada y soltar un suspiro al escuchar el nombre de Sakura.
—Si, me ayudara con unos apuntes que me faltan— mintió.
—De acuerdo, se amable con ella— dijo su abuela con un tono alegre y colgó.
Sasori miró la pantalla de su celular durante un largo minuto y luego lo guardó en su bolsillo. Levantó su mochila del piso para irse, jaló la perilla de la puerta del club pero esta no abrió. Intentó varias veces hasta que se dio cuenta que estaba encerrado.
—Pero qué carajo...—sacó la llave de su bolsillo y se dio cuenta que la llave no abría desde adentro.
—No puede ser...— jaló la puerta un par de veces cuando lanzó su mochila a un lado y se dejó caer en el piso con la espalda recargada en la puerta.
—¿Cuánto más podía empeorar este día? —pensó colocando una mano sobre su rostro.
Se quedó así un rato cuando volvió a sacar su celular y revisó su lista de contactos, este se limitaba a dos personas: Sakura y Chiyo. El número de Sakura lo había obtenido cuando recogió su celular la vez que discutieron, no porque ella se lo hubiera dado sino porque él lo tomó. Era verdad, había impuesto su voluntad varias veces sin importarle lo que ella quisiese; se sintió avergonzado. Ahora entendía un poco lo que Sakura le había querido decir y supo que no podía llamarle para pedirle su ayuda.
—¿No vas a llamar?— preguntó una voz en la oscuridad, haciendo que Sasori se pusiera de pie enseguida buscando con la mirada a su interlocutor.
—¡¿Quién está ahí?!—gritó Sasori poniéndose en alerta.