V

Durante el viaje a su siguiente destino, Hoshi, con la cara apoyada en la ventana para observar el cielo estrellado que estaba siempre presente, pensó y analizó su aventura, dándose cuenta de que, a pesar de que Tsuki le insistía en que tenían que cumplir una misión, en realidad no tenían ningún rumbo definido. Esto lo confirmaba al percatarse de que habían bajado en una parada detrás de otra, cómo si su compañera dijera que tuvieran que bajar a ese lugar porque sí, además de que nadie más bajaba con ellas, ya que seguían estando los mismos pasajeros que habían subido con ella la primera vez que llegó a la estación. De hecho, al detenerse de nuevo el tren, justamente su "amiga" le dijo que debían bajar, que esta era su parada. La niña no quería levantar sospechas, así que se levantó de su asiento sin decir palabra alguna. Al momento de bajar, se dio cuenta de que había perdido al señor Bear, tal vez en él mundo anterior. Sin embargo, no lo echaba de menos y de todas formas, a pesar de que supuestamente era su peluche favorito. Ante tal silencio e incomodidad, la chica de ojos morados decidió preguntar a su compañera de viaje. 

—¿Te encuentras bien?

La niña asintió y dio una pequeña sonrisa. Aún así, la tensión seguio en el ambiente hasta que llegaron a un jardín lleno de rosas blancas, siendo la entrada un palacio de marfil que era igual de blanco que la luna. El cielo estaba cubierto por un manto negro lleno de estrellas, asombrando así a la pequeña Hoshi 

—Este lugar es hermoso —dijo, acercándose a uno de los arbustos para apreciar mejor las rosas—

—Sí, tienes razón—dijo Tsuki con una expresión calmada, ya la tranquilidad del lugar hacía desaparecer cualquier sentimiento de incomodidad o desconfianza—. Me gusta mucho la Luna y la noche.

—¿De verdad? —pregunto Hoshi con curiosidad, poniendo atención a lo que estaba apunto de decir su compañera—

—Tal vez venga a vivir aquí cuando terminemos la misión y cuando vengas de visita, te daré todos los dulces que gustes —Hoshi no pudo evitar sonreír al escuchar aquello, ya que al menos su compañera sabía que la niña era una gran fanática de los postres—.Podrías venir a vivir conmigo, así comerías dulces todos los días y seríamos felices las dos. 

Al escuchar esas últimas palabras, la niña recordó su mundo ideal, aquella isla llena de conejos, ríos de chocolate y árboles de regaliz adornados con algodón de azúcar. En ese momento se percató de que ese lugar no era real, y, debido a ésto, puso un rostro lleno de tristeza ya que, a pesar de que fue una mentira, debía admitir que había disfrutado su estadía en aquel lugar y si no hubiera abandonado aquel mundo tan maravilloso, tal vez no se habría dado cuenta de todo lo que sucedía a su alrededor. Aunque, por otro lado, también tenía curiosidad de saber realmente quién era ella, por lo que dio la siguiente respuesta ante la sugerencia. 

—Tal vez me lo piense. 

Decidieron seguir su camino y continuaron andando por unas baldosas blancas que se dirigían al interior del castillo. Al entrar, se percataron de que tanto puertas como ventanas estaban completamente abiertas, sin cortinas o tablas de madera que impidieran la entrada a cualquier ser. El pasillo estaba lleno de cuadros, los cuales representaban los ciclos lunares. Justo donde debía estar el cuadro de la luna llena, había una puerta bloqueada por una enredadera llena de espinas. Hoshi, quién se percató de ésto, se e quedó mirandola un rato, pues se le hacía familiar. Sin embargo, esto causó que ambas compañeras se separasen, de lo cuál la niña se dio cuenta demasiado tarde. 

—¿Tsuki? —pregunto al darse cuenta de que estaba allí sola, sólo para observar de nuevo la enredadera. Miro su mano un momento, recordando lo que aprendió en Vergel Radiante de su amiga Cloe— Fuego —tras pronunciar esa palabra salió una llama de su mano, la cuál acerco a la enredadera, causando que está muriera poco a poco por las llamas. Tras deshacerse por completo, pudo ver claramente que lo que bloqueaba la peligrosa planta era una puerta de cristal. La niña la empujó con suavidad y al entrar, camino por un pasillo que estaba repleto de espinas. Tuvo que ir con mucho cuidado, ya que con sólo estar cerca de estas podía notar lo dolorosas y afiladas que eran aquellas largas y gruesas enredaderas—. 

Al final del camino, se encontró con una puerta de madera que abrió con mucho cuidado, sin mucho éxito ya que está tenía sonido demasiado chirriante. Tras cruzar, pudo ver un lago que estaba rodeado de antorchas. Hoshi se acerco levemente a este y se agachó para poder su reflejo, aunque se sorprendió al ver este mismo en el agua, ya que las ropas que veía en el lago eran muy distintas a las que llevaba, siendo una una capucha con orejas de conejo de color beige, cuando en realidad ella llevaba un lazo azul que le servía para recoger su pelo.

Se acerco de nuevo al lago, y en esta ocasión, apareció un pez de color plateado.Este miraba directamente a los ojos la niña, dándose cuenta está misma de qué él animal podría entenderla perfectamente. 

—¿Has venido a ayudar a mi señora? —pregunto el pez. Hoshi miro a todos lados y, al ver que no había nadie más que ella, miro de nuevo al animal de agua—

—¿Me lo dices a mi?

—¡Por supuesto! Mi señora, la reina de la noche, necesita tu ayuda, pues fue puesta a dormir hace mucho tiempo por culpa una hada malvada y codiciosa. Tal vez su nombre os resulte familiar, pues no es él único desastre que ha causado, ya que es conocida cómo Maléfica.

Al escuchar ese nombre, pudo recordar la imagen de una hechicera vestida de negro acompañada de unas llamas verdes. 

—Ocurrió hace un siglo —continuo hablando el pez—, ella llegó nuestro mundo con la intención de que éste cayera en la oscuridad. Fue directamente a por mi reina. Ahora que vos estáis aquí, podremos despertarla y que nuestro mundo vuelva al reino de la luz. 

—¿Que tengo que hacer? —preguntó Hoshi, aún confundida ante la extraña petición del animal—