Knight-Lord Experiment – Cuentos de los Nightwind: La Crueldad del Silencio.
¿Qué le pasa a la gente?, ¿Acaso no puede concebir que una persona no hable?, ¿Acaso le cuesta entender que no todas las personas no quieren hablar simplemente porque no les place? ¿Por qué se esmeran en forzar a uno para hablar, acaso el silencio no los hace entender? ¡El Silencio es un lenguaje internacional!
Rusia, año 2603.
A continuación, os contaré la historia de una pequeña niña que vivía en una zona boscosa cerca del área siberiana, es un pueblo pequeño, en el que los chismes, el trabajo de leñador y el mercado son lo que más tienen actividad. El ruido de la gente invade el ambiente, ideal para algunos sociables, un dolor de cabeza para los introvertidos. Si bien es un pueblo pequeño, tiene bastante gente, algunos de sus miembros viven en el centro, otros en las afueras y otros más, en zonas un poco más alejadas, pero aún al alcance del pueblo. En uno de los hogares hay un establo y más allá el bosque. En este hogar vive una pequeña niña de 6 años con sus problemáticos padres que no paran de discutir entre sí, la pequeña no entiende los temas que tocan pero cuando quiere saber, es interrumpida y le contestan “son cosas de adultos”. Entonces ella se desentiende de ellos y se va a pasear en el bosque. Sabe cómo regresar, empíricamente ha aprendido a volver a casa conforme más y más se iba adentrando. El efecto de luces, el silencio y la calma, eran su compañía por lo regular hasta que de nuevo trinaban las aves que habitan ahí. Su niñez no era fácil, tenía muy pocos amigos y era invisible a los ojos de sus padres que se comportaban ajenos y sólo en ocasiones le hablaban por cosas de la escuela o por objetos perdidos.
Pero un día, estando en el corazón del bosque, descubrió que había también un zorro que huía si se acercaba mucho, era un animal hermoso; en la escuela le enseñaban que era blanco o rojo, pero nunca había visto uno con su pelaje blanco matizado de negros a lo largo de su cuerpo, más tarde se daría cuenta que era un zorro de mármol. Entonces ella, iba al bosque con la esperanza de volverlo a encontrar y regalarle parte de la carne que no se comía de la comida. En un inicio el zorro le rehuía, no se sentía seguro, pero con el pasar del tiempo y varios intentos, ella logró ganarse su confianza, al punto de alcanzarlo a acariciar.
-Eres muy bonito -dijo la niña.
Ella tenía un nuevo amigo, uno suave y afelpado, llegó a jugar con él y pasaban las tardes en la soledad de los árboles y la nieve, el blanco matizaba con los cafés de la madera y contrataba con el abrigo crema de la niña y los negros del animal. El zorro se comportaría como un perro pero aún salvaje.
Y entonces la tragedia llegó, en un momento dado, cuando ella cumplió 8 años celebraba con el animalito su cumpleaños, improvisando un pastel con trozos de carne y ella sujetando uno pequeño de panadería.
-Siempre me he referido a ti como Sr. Zorro, ¿pero que tal te parece si te pongo un nombre? -decía mientras terminaba de comer su pastelito y el zorro a su vez seguía devorando el suyo.- ¡Ya sé! ¡Te llamarás como yo: Zoa!
El zorrito seguía comiendo cuando algo llamó su atención.
-¿Zoa?
El zorro miraba hacia un punto del bosque, atento.
-¿Ocurre algo, Zoa?
Entonces ella miró hacia el sitio en el que el animal miraba, aparentemente no había nada.
-Quizá sea un conejo, no…
Antes de que ella terminase la frase, sonó un sonido estridente, tanto, que hizo que ella se erizara de pies a cabeza, el zorro empezó a correr, huyendo del peligro que se venía. La niña, tropezó y luego se levantaría confundida.
-¡Lo tengo! -alguien gritó-.
Entonces sonó otro sonido estridente seguido de un quejido cánido. Entonces Zoa se dio cuenta que había pasado y emprendió carrera hacia el ruido.
-¡Zoa! -gritaba la niña desesperada.- ¡Zoa!
Y entonces vio al zorro queriendo levantarse inútilmente, pues estaba herido por impactos de bala sobre su minúsculo cuerpo.
La niña, en cuanto vio que en la nieve que le rodeaba estaba manchado de aquél líquido rojo que le daba vida, corrió aún más hasta el animal.
-¡Zoa!
Ella empezó a llorar, abrazó al zorro y trató de llevárselo.
-Vaya, no pensé que tuviéramos compañía -dijo un hombre joven que caminaba hacia ella armado con un rifle de caza.
-¿Por qué hacen esto? -murmuró la niña, sollozando, seguía abrazando a su amigo.- Él no hizo nada malo.
Vinieron otros cuatro hombres, todos armados. Uno de ellos titubeó, pero luego caminó hasta ellos.
-Dámelo
-¡No!
-¡Dámelo ya!
-¡NO! ¡ZOA!
Entonces el hombre empezó a forcejear con la infante por el débil animal, después se hizo con este.
-¡ZOA!
-Oh, por Dios, ¡Cállenla!
-¡Él es mi amigo! -entonces fue empujada.- ¡No! ¡Déjenlo!
Un hombre la agarró cuando intentó hacer carrera hasta el animal.
-Excelente, con este ejemplar nos darán hasta un aumento -dijo uno de ellos.- Está vez yo invito.
-¡Zoa!
Ella vería que el último esfuerzo del zorro, Zoa, antes de dejar el mundo fue hacer un esfuerzo por ubicarla con la mirada en un gesto de despedida y luego cerró sus ojos.
-¡¡ZOA!!
-¿Qué no dije que la callaran?
-Si la matamos nos perseguirán -mencionó el que la sujetaba-.
-No me refería a matarla tarado.
Entonces aquél cazador joven, caminó hasta la niña y la agarró del cuello y comenzó a apretar...
Pasaron al menos dos horas después de eso. La niña despertó bocabajo en la nieve, casi cayendo la noche, su abrigo estaba manchado con sangre, producto de haber abrazado al zorro, su teléfono sonó, lo tomó y se lo puso delante ya que no se podía levantar aún, era un mensaje de texto que rezaba “¿Por qué no estás en casa? Si no llegas antes de las 8, te quedas afuera.” Sin embargo, lejos del mensaje y de las apps que iban en el teléfono, el fondo de pantalla era una fotografía en selfie de ella sujetando a su amigo el Sr. Zorro, luego llamado de forma homónima a ella.