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Noah

Me da rabia que Konan sea así.

Sé que está pasando por momentos difíciles y saber que su pasado no ayuda en nada es peor.

Vivía en Londres, sus padres por cuestiones económicas tuvieron que venirse hacia Canadá y vivir con el abuelo.

Konan es muy divertida, amorosa e impecable.

Por fuera es super mamona, enojona y criticona.

No entiendo por qué sus padres le hacen eso. Es una chica que apenas con 15 años está pasándola de lo peor. Lo mejor que han hecho es dejarme pasar a verla y salir con ella.

Sus padres me conocen, suelen ser muy hipócrita. En mi presencia la quieren muchísimo. Pero cuando no estoy la detestan.

Se puede ver su aura de que solo lo hacen porque yo los vea bien, pero están mal. Los odio desde el fondo de mi pura alma ―que de pura no tiene nada― pero si ellos pueden fingir amar a su hija en mi presencia, yo puedo fingir ante el mundo que no he probado una gota de alcohol y que en mi vida he visto porno.

Amo a Konan, es una gran pequeña amiga. Si pudiera cambiar su vida lo haría. Si pudiera darle mi vida, lo haría.

Estamos en su casa, la vengo a visitar dos o tres veces a la semana, cuatro o cinco cuando me dice que valla. Los fines de semana son de ley porque Konan y yo decidimos vernos a “escondidas”.

Una vez ella pidió salir de su casa para un after party y como sus padres si le dieron permiso, se la dio de que fue a la fiesta dos horas, después ella llegó a mi casa a las 10:00 p. m. borracha. Me dio risa porque al siguiente día no recordaba ni siquiera como había llegado o quién le había traído.

Recuerdo ese momento como si fuera ayer:

―¿Qué pasó anoche? ―pregunté.

―¿Cómo que qué pasó? ¿No es obvio? Tengo resaca y estoy al borde de querer vomitar, me duele la cabeza hasta más no poner y eso que solo bebí tres copas ―dice tocándose la cien.

Rio a carcajadas y le digo:

―¿Será porque tienes 15 años? No habías tomando ninguna gota de alcohol y seguro lo bebiste rápido, ¿segura que no cogiste con alguien? ―pregunté, aunque la respuesta siempre era la que me imaginaba.

―Yo creo que fue contigo a las 11:00 p. m.

Ambos reímos hasta que dijo algo que me dolió hasta el alma.

―O quizá volvió mi tío y me cogió en el baño de hombres como lo hizo hace 7 años ―se dejó caer a la cama y mi estómago se revolvió.

―Perdón, no quise…

―Lo sé.

Y fue lo único que dijo.

Hice un gesto de desaprobación.

―¿Qué sucede? ―pregunta.

―Nada, ¿por qué?

―Tu cara está echa un asco ―dice riendo. Esa era la Konan que quería ver por el resto de mi vida.

―Oye…

―¿Qué?

―¿Crees que en unos años sigamos estando juntos y solteros?

Ella ríe.

 ―¿Estás loco? ¿Por qué seguiría contigo? Obvio que soltera estaré, ¿pero contigo? ―dice con sarcasmo, sabe que estoy pensando lo peor de los escenarios―. No pienses en el futuro aún. Nos queda unos 70 años por vivir ―pausa―. Más bien a ti.

Eso duele, duele porque sé que ella no está bien.

―¿Y si nos vamos? ―pregunto.

―¿Adónde?

―De aquí, rehacemos nuestras vidas, viajamos sin rumbo, sin celulares ni redes sociales. Sin GPS.

Mis pensamientos eran de lo más idiotas y mortales del mundo.

1.- Me imagino a Konan un día tirada en el piso de la sala de su casa con un charco de sangre bajo de ella.

2.- La imagino a ella colgada de un lazo 45 centímetros arriba del suelo, solo la soga sosteniéndole del cuello.

Y 3.- La imagino a ella drogándose hasta más no poder y que muera de una sobredosis.

―¿Por qué? ―digo olvidando el tema anterior.

―¿Porque qué?

―¿Por qué tus padres son así? ¿Qué no miran que estás sufriendo? ¿Qué estás mal? ¿Qué necesitas de su ayuda? ¿Ho qué? ¿Qué esperan? ―pregunto con desesperación.

―Creo que… ―pausa―. No puedo responder a tus preguntas porque no sé. De verdad, no sé.

―Vámonos de aquí ―digo y tomo de su mano― ¿Quieres una vida mejor? Vívela conmigo.

―No. Te quiero.

―¿Y?

―Y porque te quiero no quiero que nada malo te pase. ―finaliza.

―Al centro comercial ―digo tratando que su sonrisa aparezca.

―Pediré permiso ―ella sonríe y yo asiento con la cabeza.

―Bien.

Espero ahí en el patio de la lujosa casa de Konan…