El reino de Iveria era regido por los gobernantes más audaces de la generación cristiana. Su reino era codiciado por todo el mundo, sus riquezas eran las más deseas. Pero el favor de Dios estaba con ellos.
El joven príncipe, que era el heredero de la gloria. Fue criado por los obispos de la capital, los cuales le cultivaron el amor cristiano, según la tradición. Estaban en una era muy productiva y creían en que se levantaría la mano de Dios en el joven.
Ha temprana edad el niño, fue visitado por Fovón, el miedo personalizado, que con astucia lograba la caída de reinos.
El joven sabía, por cuentos de los obispos que era un ser malévolo y timador. Entonces tuvieron una plática en la habitación del joven.
Fóvon tenía la forma de una criada muy bella, para no levantar sospechas en el castillo.
—el joven príncipe, con gran herencia en el reino. Deseado para las hijas de los esclavos ¿Puedes hacerte cargo del reino, sin caer ante el miedo?
— ¿Eres el horrible demonio que desgarra a los hombres en la tierra y destruye los reinos prósperos? Yo soy el príncipe de la generación futura, el que hará temblar las torres y las murallas de los castillos que se interponga en mi camino. No daré lugar al miedo que acecha los reinos.
—eres el rey futuro, y aunque seas muy “valiente” serás destruido por la desconfianza y el temor a la soledad— descubriendo su forma real, el joven príncipe cayó estremecido al suelo.
Conteniendo su aliento y empuñando una espada de madera (regalo de su abuelo) —soy un guerrero valiente y no cederé ante ti, nunca lo haré—. Batiendo la espada al aire e hiriendo la bestia.
Desapareció en el aire y envolviendo en polvo la habitación. Y embistiendo la puerta, el rey y unos guardias se sorprendieron al ver al joven en el piso.
— ¿Qué ha sucedido?—. El rey se abalanzó hacia el niño, observándole minuciosamente, una sonrisa se dibuja en su rostro. —cuéntame que ha sucedido.
—p-pues… hablé con él.
— ¿Con él?—. El rey con una seña, le dice a la guardia que se retire —háblame de eso.
El niño le relata a su padre la situación y sosteniendo la espada, se levanta. —No tengo miedo de mi destino— blandiendo la espada —seré un gran rey.
Al día siguiente, se levanta temprano para acercarse a la catedral a su clase de mañana. Precedido por una aire de temor y guardia. Ya cerca de la catedral, se encuentra con los jinetes reales, los cuales tenían guardia. Ese momento el joven príncipe se detiene a pensar, todo el tiempo que pasaba en la catedral y lo poco que sabía de defensa y combate.
Cuando hubo llegado a la catedral se adentró y buscó con la mirada al obispo que, con una imagen de “santidad”, se acercó al altar. Presenciando con gloria, suspiró —¿Qué tal tu charla de anoche?— dio media vuelta, se acercó al joven, posó su mano en el hombro y elevó su mirada.
—¿Cómo sabe qué…?
—yo lo sé, está es la edad en que es confrontado el miedo de frente. Y tu padre me envió un mensaje anoche— caminó unos pasos más y cerró las puertas.
Caminaron hacia un bosque frondoso, en el que se encontraba una habitación oculta y abriendo la puerta el obispo miró a su estudiante.
—ya es hora de que conozcas tu pasado— al abrir la puerta, el joven se percató que había un ambiente de guerra —aquí es donde te vuelves hombre.
La habitación, llena de cuadros y armamento pertenecientes a sus antecesores. Rodeó la habitación con su mirada y se detuvo en un objeto especial. Era una espada, esa espada era idéntica a la que le regaló su abuelo de niño. El mango cubierto por cuero y una hoja delgada y brillante, eran los rasgos más apreciables del arma.
—aquí se encuentran los objetos pertenecientes a la realeza de Iveria. Con ellos los reyes lograron la victoria en diversas batallas— se detuvo a mirar otra vez al joven —pronto serás inmortalizado junto con tus antepasados.
Ya en el castillo se acercó a su padre, que estaba revisando unos papeles (porque no todo era guerra y peleas). Él no parecía muy sorprendido por su llegada, y dejando a un lado su labor se dedicó a mirar a su hijo, el cual le miraba con nerviosismo.
—¿no quieres hablar conmigo?
Mientras el joven traga saliva y se dispone a responder —el obispo dijo que estoy listo… ¿qué toca ahora?
Siempre los reyes tenían está charla. La costumbre lo decía así, pero esta vez sería diferente.
—tendrás que resolverlo por ti mismo. Yo tuve las mismas dudas que tú, pero esta vez el padre no te dará las respuestas— miró una pintura de al lado —Déjate guiar, por la sabiduría de Dios. Una vez que tengas duda, piensa primero en la respuesta que yo te daría. Tal vez reines mejor que tus antepasados.
“déjate guiar” —¿qué debería hacer ahora?
El príncipe no tiene consejo, ahora está por su cuenta. Esto le siguió durante su adolescencia.
Cuando hubo crecido, ya eran un joven apuesto e inteligente.
Se encontraba dispuesto a entrar, pero algo lo detuvo. Frente a la puerta de la catedral, se encontraba el príncipe que sería coronado en pocos días. Mirando al piso, giró su rostro a la derecha para encontrar una silueta a pocos metros de él. Guiado por la intriga se acercó y se encontró con Fóvon.
—cerca tan cerca de ti… qué lindo que te encuentras listo para gobernar.
Se mantuvo estático y en silencio frente al miedo, quién permanecía oculto en las sombras.
—¿Qué haces aquí?— dijo cerrando su puño —nadie te ha invitado.
—no necesito su invitación, siempre estoy aquí ¿Gustas de charlar en otra parte?— dijo bajando la cabeza.
'cabe mencionar que el miedo toma forma humanoide para más comprensión de las personas. Como una sombra que elude el conocimiento humano'
—me siento cómodo donde estoy.
El miedo revela una sonrisa tenebrosa, la cual conmueve al príncipe. —acaso tienes miedo—. Estiró una mano de las sombras.
El príncipe sin saberlo, y como en contra de su voluntad. Guiado por una escalofriante sensación que no entendía, estaban ya en medio del bosque.
Miró a su alrededor y vio en la niebla, que cubría, una pequeña habitación de madera.
Caminaron un poco más, apreciando el misterio que cubre la ubicación de la pequeña casita.
La puerta se abrió y un escalofrío cubrió al joven, que se acercaba lentamente hacia ella. Fríamente se deslizaba el miedo hacia el interior de la habitación, y seguido por el joven hicieron frente a su futuro.
—mira tu desastre— Fóvon le mostró escenas de los acontecimientos futuros —Serás la decepción del reino, causarás la destrucción del imperio que algún día perteneció a tu familia. Guiado por tu miedo, será el fin de tu descendencia. Y te seguirá hasta el fin de los tiempos— guerra, desastre y muerte, fue lo que se alcanzaba a ver.
Las lágrimas brotaban por sus mejillas. Pero no se dejó dominar, tuvo la valentía para enfrentarse al miedo —muéstrame más. Hay algo que no me has mostrado.
Fóvon mostró una sonrisa más histérica, haciendo dudar al príncipe —tienes razón— dijo alejándose del joven.
Cuando el obispo se encontró al joven frente a la capilla, se sorprendió de su aspecto de somnolencia.
—¿Qué ha sucedido?— dijo el obispo estudiando el aspecto del joven.
—me encontré otra vez con Fóvon.
El obispo le invitó a pasar adelante. Adentro ya, el príncipe se encuentra a una jovencita muy bien parecida.
—¿Para qué me ha llamado?— dijo, contemplando a la jovencita.
Ella tenía puesto un vestido de azul y cintas naranjas, una coleta amarrada con una tela café, y un collar de piedras lisas.
Al percatarse de la presencia del obispo y su acompañante se levantó con cuidado. Se volteó lentamente, para contemplar a un joven príncipe, muy apuesto y elegante.
“La muchacha es muy hermosa ¿Estará aquí para rezar?” Fue lo que pensó el joven al ver a la muchacha de frente. Deberás se quedó perplejo, sin palabras.
—ella es Christina. Una humilde panadera.
—un placer mi príncipe.
—ella es la que ha sido elegida para ser tu reina— dijo, viendo a su discípulo con una sonrisa. La muchacha estaba también un poco sonrojada, por el privilegio de ser una reina, por lo que tuvo que aguantar sus ánimos.
—espero que nuestro matrimonio sea próspero— el joven apenas podía ver a su pareja.
—pues, deberían tener un poco de tiempo a solas— una evidente sonrisa se apareció en su rostro —recuerden que esta es la casa de Dios.
Ya la puerta cerrada, el joven se acercó a su prometida y tomó su mano.
—entonces… Christina, no sabía que escogerían mi pareja— después de todo, en su charla con Fóvon se enteró que ella sería su pareja —que debería hacer ahora.
—si somos pareja… realmente, no se… pero creo que deberíamos conocernos mejor.
Se sentaron juntos en una banca. Aún con intención de hablar, el silencio cubría la habitación. Pero al fin, el príncipe tomó valor (de algún lugar) y tomó la mano de su pareja, por segunda vez.
—bien, debemos confrontar esto. Somos una pareja y esto será todos los días— se acercó más a ella notando cada uno el tono rojizo de las mejillas del otro —si eligieron que estemos juntos, fue con una razón.
Tuvieron una charla, cada cual compartieron su vida. Él no contaba los sucesos con Fóvon.
A la tarde, llegaron juntos al castillo. Comieron en la mesa, y el rey sugirió una pequeña charla.
—entonces ya se conocen…— lanzó una mirada sarcástica hacia el muchacho.
—si, en realidad… aún no tenemos esa intimidad. Pero estamos de acuerdo con el matrimonio— miró a su pareja, quién no se sentía tan segura de comer, con el rey. Los nervios eran evidentes.
—es un verdadero placer, formar parte de la familia real.
—no estés nerviosa. Te acostumbras muy rápido— miró también a la joven, quién no dejaba el nervio —además, hoy será muy placentero para ustedes.
La joven se volvió roja como tomate. Al verlo el príncipe respondió —¡oye! No es gracioso. Ella aún no está tan cómoda.
El rey y la reina contenían la risa. Lo cual no podía calmar los nervios de los muchachos.
Después de la cena, la reina se llevó a su habitación a la doncella, para ataviarla (prepararla para una noche con el príncipe (´-﹏-`;) ).
—descuida, al principio hay muchos nervios. Pero pasa el tiempo, de seguro el también se encuentra un poco nervioso.
—seguro que si ¿Usted conoció al rey así?— mirando por el espejo a su suegra.
—pues… en realidad, no— vuelve su mirada al piso —él y yo, pues nos conocimos porque fue al río donde estaba yo, cuando estaba bañándome. Al verme así, pues tuvimos una relación…
—¿Ustedes…?
—¡no! Solo me vio y sentimos que teníamos que seguir juntos. Pero al momento, en que tuve que dormir con él (tener intimidad sexual)… no sabía qué hacer.
—hijo… tienes muchas responsabilidades por delante— decía el rey a su sucesor en la habitación del joven —Solo cuando duermas con ella, podrás asumir tu puesto como rey— posó su mano en el hombre de su hijo.
—bien, papá, seré responsable con esto.
Se dieron un abrazo (que emotivo), cuando en la puerta sonó unos golpes.
—¿disculpe?— era la prometida del príncipe.
—¡ADELANTE! Nos vemos hijo…
Se abrió la puerta, y la muchacha vio el rostro del rey.
—¿Está su hijo? Estoy lista.
El rey dio paso a su nuera, quién se veía muy hermosa. Pero dejando a una lado eso, se alejó.
El joven se encontraba sentado en una silla junto a la cama. Ella bajo su rostro, para que no se notaran los nervios en su rostro sonrojado.
Tomó su mano nuevamente. Y cuando miró la sonrisa del príncipe, sonrió también. El príncipe tomó valor para besarla. Ella soltó una lágrima, no sabía porqué. Pero el tiempo se detuvo por un instante, en que se desprendieron de la realidad.
Ya de día, el príncipe estaba preparándose para salir. Cuando ella despertó, vio que el príncipe se estaba vistiendo.
Miró bajo las sábanas y al ver que estaba desnuda, se tapó el rostro, la vergüenza no la dejaba entender lo que sucede.
David se acercó (porque así se llama, David) y descubrió el rostro de su compañera. Ella evitaba su mirada, pero él se acercó y besó su mejilla.
—Está bien— acarició su mejilla.
Ya estaba cerca. La pareja de jóvenes se acercaba a la catedral, para la ceremonia. Christina tomaba la mano de su prometido, para la entrada.
—creo que me gustará pasar por esa puerta— la sonrisa de Christina brillaba en su rostro.
—antes que todo, tú y yo, Christina y David, seremos una feliz pareja de Iveria— David acarició su rostro, con dulzura y delicadeza.
Se abrieron las puertas de la catedral, dejando pasar a los enamorados (porque se enamoraron en el camino). Y la felicidad de los invitados, se veía en sus sonrisas.