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Capítulo 2

Capítulo 2

      ...Como la matemática en su inconmesurable perfección, estas señales que me demostraban la futura relación con Viviana Carvajal eran imposibles de ignorar...        ¡bueno! Para mí, el único ser capáz de entender el patrón oculto en las acciones fortuitas que el destino ponía en funcionamiento.
Ése primer día de clase la chica subía la escalera en compañía de sus amigas. Resultaba impresionante el contraste que opacaba a las demás chicas, no porque no fueran lindas, sino porque resaltaba la voluptuosidad de Viviana de manera impresionante. Al verlas recordé una película que vi alguna tarde de vacaciones en la televisión satelital barata de casa, en ella había un grupo de chicas estudiantes muy similar, y ésa joven especial era como una abeja reina a la que todas seguían fielmente y estaban dispuestas a humillarse al máximo para complacerle. Tirarse al suelo para servirle como alfombra era el sueño de muchos, era un privilegio para las jóvenes de la preparatoria estar cerca de ella y todos los chicos, sin excepción, se baboseaban al verla. Ahora la historia saltaba de la pantalla para hacerse realidad frente a mis ojos, confirmando el dicho "la realidad, supera la ficción".
Una carpeta fucsia estaba apretada entre el brazo y el abdómen de la abeja reina y cubriá parte del escote, dejándo una visión media para la manada de tarados, atrapados por aquél encantador cuerpaso. Aunque aparentaba sentirse incómoda, resultaba demasiado evidente su desdén por tener todas las miradas sobre sí. Yo me encontraba en el vestíbulo de la facultad, en la parte alta, justo al final de la escalera y con una visión periférica hacia el campus. Las estudiantes de tercero ascendieron la escalinata y al tenerme a dos metros escasos, Viviana me observó...      como a un pequeño insectito insignificánte ¡Ésa fué la primer señal!
El desprecio siempre fué la catapulta que me lanzó a la conquista. Destrozar el orgullo de las chicas y demostrarles que cualquier reticencia resultaba inútil se convertía en mi consigna principal, desde el instante mismo en que su actitud pretendía alejarme de manera rotunda. 
En el final de la segunda semana llegó la siguiente señal. Nunca me significó un problema el hecho de socializar y en unos cuantos días habíamos conformado el primer prospecto de corillo para compartir con algunos muchachos de la facultad. Los espacios libres permitían compartir información básica y hablar de diferéncias y cosas en común. Fútbol, política, mujeres, carros. A veces se presentaban disgustos o discusiones acaloradas, pero no se rompían las barreras que traza el respeto y éso ya era lo suficiéntemente bueno para estrechar el vínculo y permitir que se forjara una amistad. Era un grupo de primíparos en medio de la inhóspita selva, debíamos apoyarnos y velar los unos por los otros para que ninguno terminara devorado por las peligrosas manadas y jaurías que ya se habían asentado en el poder y que buscaban nuevas presas para saciar su hambre. Se hablaba de sectas, partidos políticos, movimiéntos religiosos, fundaciones, guerrillas, grupos terroristas entre otros. A pesar de saber que todo aquello no era como hablar de una mitología, era cierto que las historias siempre eran exageradas y llevaban un toque malicioso para asustar a los novatos. Sin embargo, había evidéncias pintadas en los muros, gente con mirada maliciosa y en algunos pasillos del campus el ambiente tenso era constante.
Esa noche de viernes iban a caer bien unas cervezas después de clase de socioantropología. Siete de la noche cuando mucho, salimos por la carrera treinta con los muchachos y decidimos tomar un taxi hasta la séptima con cuarenta y cinco. Estándo allí el deseo de fumar algo de mota nos obligó a bajar y caminar un poco, hasta llegar a uno de los bares rastafari más reconocidos en Bogotá. 
Habíamos bajado jirafa y media, ya me sentía caluroso y hablaba levemente enredado. Divisé el grupito peculiar y bastante llamativo esperándo  que les ubicasen un lugar cómodo para sentarse a disfrutar un tiempo juntas, pero apartadas del ambito universitario. Es cierto que entrar al mismo lugar para beber no se puede llamar coincidencia, designio del destino ni señal sobrenatural, menos cuando se está en uno de los lugares más frecuentados por jóvenes universitarios en la capital colombiana, pero para mi sí, ya lo dije, solo yo entiéndo cómo funciona todo a mi alrededor. Es cierto, me he equivocado al malentender las señales, así funciona mi lógica cuándo un gran trasero, unos pechos lindos y una cara de revista se cruzan en mi camino; pero con Viviana todo era diferénte. 
Bebimos un poco más con los muchachos, la música era relajante y el ambiente tranquilo como de costumbre en aquél sitio, nada podría impedir que me acercara a ella. Sabía con lo que contaba, pues, a pesar de no ser un galán altamente codiciado, tenía una estrategia casi infalible a la hora de entrar en el círculo social de cualquier mujer. Solo debía observarla un poco, dejar que bebiera lo suficiénte y esperar que se alejara un poco de sus amigas para poder acercarme. Fácil no era, suelen incluso ir al baño juntas, por ello me armé de paciencia y le bajé a la cerveza, para no estar ebrio cuando se diera la oportunidad.
Como si el cosmos hubiese alineado las estrellas a mi favor, la cadena de acontecimientos seguía encajándolo todo, pues, después de una hora larga, las chicas se despidieron y salieron del lugar, dejándo a Viviana sola, pero no sin antes haberse burlado de casi todos los sujetos en el bar, quienes no mostraban ni un poco de pudor al ver idiotizados hacia ellas. Yo traté de ser un tanto discreto, pero me sorprendieron y no pude evitar entrar en la lista de garabatos graciosos que fueron objeto de risas entre el peculiar corillo. Dos o tres tipejos se acercaron estándo ellas, y otros cinco al menos cuando se retiraron. El mesero se acercaba de manera iterativa con una copa o una cerveza en la mano, le pronunciaba dos o tres palabras al oído  y se marchaba tras ver un ademán negativo producido por la cabeza de Viviana. Sospeché que la chica había rechazado varias invitaciones y pude deducir su autosuficiéncia, pagaba lo que bebía, por ende, no era el tipo de chica que busca hombres por dinero.
Me acerqué a la barra y pedí otra jirafa para la mesa, miré en dirección a ella y puse en práctica mis habilidades de cortejo
-¿estás en tercer semestre de psicología verdad?-  Pregunté sin temblores en mi voz, muy seguro de mí mismo y dispuesto insistir un poco si recibía una respuesta negativa o agresiva.
-y usted es el depravado de primero que se la pasa desvistiéndome todo el tiempo. Evítese problemas bebé, vaya que la mami le de el tetero y le cambie el pañal.
-la mami se murió cuando el bebé tenía seis años. Contesté con un tono despectivo y me alejé despacio.
Lo sé. No es la mejor manera de atraerla, pero en verdad me enfureció que se metiera con mi mamá. No era culpa suya, pero era la única manera en que respondía cada vez que alguien mencionaba a mi fallecida madre.
-lo siento, ven, invítame una cerveza y empecemos de nuevo. 
Todas las miradas se posaron sobre mí, me observaban con rabia, admiración, asombro, envidia, y diezmil emociones más. La abeja reina, la que a todos rechazaba, ante quien todos se humillaban, se había levantado de su silla, había dado un par de zancadas y había posado su mano sobre mi hombro para detenerme. Dí la vuelta y me mostré indignado, pero la chica dejó escapar una sonrisa que resultó irresistible.
-espérame un momento- respondí con un tono neutral, disimulándo al máximo lo emocionado que estaba. Fuí a la mesa rápidamente, dejé algo de dinero para que los muchachos pagaran la cuenta y regresé con parsimonia.
- creo que no soy el único que te desnuda con la mirada, solo ve a tu alrededor.
-lo sé. Disculpa, no quise portarme así. Hace un momento un idiota se paró aquí mismo para alardear el gran pene erecto que levantaba su pantalón, me lo estaba ofreciénto, dijo que hacía juego con mis grandes pechos.
-¿y qué te hace pensar que no estoy en las mismas condiciones? Solo verte y ecucharte deja mal a cualquiera.
-varias cosas. Uno, tú no llegaste a comprarme con una cerveza, dos, en verdad estuvo mal el comentario de tu mamá, te irritó en serio, me siento mal por ello, tres, fuiste educado, la mayoría sólo deja salir estupideces de su boca, cuatro, tú eres lindo, además, si te quedas aquí me quitarás de encima a los fastidiosos estos.
Traté de mantenerme sereno, pero que hallara un atractivo físico en mí resultaba excitánte, aceleraba mi ritmo cardiaco a niveles increíbles, teniéndo en cuenta que estabamos sentados, nada de esfuerzo físico. Por fortuna la iluminación del sitio y el licor que había bebido ayudaban a ocultar la dilatación de mis vasos sanguíneos, causada por dicha excitación.
-entonces soy una especie de repelénte para insectos-   El tono jocoso de mi comentario y lo oportuno del mismo abrieron una puerta que jamás creí poder abrir. La chica rió, se sonrojó, hizo algunas confesiones, preguntó diezmil cosas, y después de un rato, quizo ir a otro sitio, ahora ibamos a entrar en mi terreno, dónde yo me movía como pez en el agua, dónde mis mejores habilidades de conquista daban fruto. Nos fuimos a bailar.
-¿porqué se fueron tus amigas? Pregunté para amenizar la caminata por la carrera séptima.
-estaban afanadas, da la casualidad que todas son mamás y ninguna encontró quién le cuidara los hijos.
-¿y tú no tienes hijos?
-¿es en serio?
- bueno, hoy en día no es común encontrar una chica de más de diecisiete sin hijos.
-pues siempre hay una excepción a la regla.
Esa noche fué mi gloria y mi perdición. Su esbelto cuerpo entre mis brazos, sus movimientos salvajes y sus miradas sensuales tenían paralizada la discoteca y yo estaba extasiado, pero mi regla siempre fué ¡no sexo en la primera cita! Así que...       
-Al carajo Oscar, ya pagaste más de quince cervezas y media botella de ron, yo pago el hotél.



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En el texto hay: violencia explicita, suspenso

Editado: 22.07.2018

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