Permanecieron junto a Libiak por un buen rato. Sayarumi lo recostó en su regazo tarareando la canción que más le gustaba mientras acariciaba suavemente su melena. Libiak se mantenía relajado agarrando fuertemente la rodilla de Sayarumi. Samin miraba a ambos hombres en una esquina, aunque uno era conciente de sus sentimientos, el otro solo quería el bienestar de ellos.
Samin Sayri fue a buscar más leña, cuando regresó observó a Libiak con los ojos entrecerrados, por fin había despertado.
—¿Cómo te sientes?—fue lo primero que dijo el líder.
—¿Cuánto tiempo estuve dormido?...—su voz era seca y tierna—puedo recordar cuando estaba volando y…
Sayarumi se cansó de escucharlo.
—Dos días.
"¡!" Libiak se sobresaltó cuando vio al hombre que lo miraba con ojos rojos por encima de él. Se acomodó al lado de Sayarumi haciendo que pueda extender su pierna ya entumecida.
—¡¿Dos días?!—miró al líder con temor—¡Oh! Discúlpeme líder, por mi culpa nos atrasamos… recibiré el castigo que me merezco.
Samin Sayri se molestó, Libiak recién había despertado como para recibir un susto como ese.
—¡Deja de mentir Sayarumi!—lo miró como un cazador a su presa—No le hagas caso, Libiak, solo dormiste unas horas.
El joven Libiak seguía erguido como siempre.
—No tienes que ser tan expresivo conmigo, somos amigos ¿Recuerdas eso?
—El único amigo aquí ¡soy yo! ¿Verdad, pequeñín?—A Sayarumi no le importó mentir y jugar con los sentimientos de Libiak.
Libiak pensó que era una tontería actuar tan mimado como lo hacía Sayarumi, así que lo ignoró y siguió conversando con Samin Sayri.
El líder se sentía incomodo por su comportamiento delante de Sayarumi, no le gustaba ser un intermediario ¡Jamás lo volvería hacer! ¡Jamás se metería en asuntos de otros!
Comenzaron a contar las cosas que ocurrieron antes de que Libiak se desmaye. Descansaron unos minutos antes de caminar de vuelta al pueblo.
En el camino se encontraron con una choza un poco descuidada, los exteriores estaban lleno de lodo, como si así hubiera estado por años. Habían cosechas y luces de velas encendidas. Ya estaba oscureciendo y Libiak estaba cansado por caminar mucjo, la hierba en la cabeza lo hacía sentir adormecido.
Cuando la mujer abrió la puerta, los tres mayores se quedaron quietos, la mujer que estaba al lado de la choza era una Pampayruna*.
[Pampayruna: Son prostitutas.]
La mujer reconocía que las personas no les tenían respeto. Así que las miradas que le daban no la incomodó.
" Vienen a mi choza y llegan con esa actitud" pensó molesta la mujer.
Al ser líder, Samin Sayri tenía que hablar primero:—Señorita, sé que no son horas de llegar, pero mi amigo se encuentra herido y ya no puede mantenerse de pie, por eso le pido que nos pueda hospedar solo por esta noche.—fue lo más tranquilo posible.
La mujer que no había tenido compañía por bastante tiempo aceptó gustosa.
Al principio pensó que podrían ser algunos criminales, pero al ver sus posturas erguidas, la forma de hablar y demás actos se dio cuenta que no era como ella pensaba.
Ya en la choza, Samin Sayri vio como la mujer se acercaba seria.
—Aquí hay un tazón para su amigo. Saldré un rato a preparar algo, no me demorare mucho, acomódense.
Samin Sayri solo sonrió y dijo:—Gracias... no se preocupe por nosotros, puede seguir con sus cosas.
La mujer se fue sin marcha atrás.
Samin Sayri sabía que los hombres odiaban a las pampayrunas y por eso eran desechadas de los pueblos.
La atención que les brindó fue muy favorable, tenía buenas hierbas para tratamientos de cabeza.
Sayarumi estaba siendo dramático en este momento, no dejaba dormir a Samin Sayri.
—¡No te duermas! ¡No! No te dejaré dormir en ese estado ¿Qué pasa si te mueres? No seré capaz de llevar dos muertos en mis hombros.—le habló a Libiak
Samin Sayri pensó que para la próxima salida no traería a estos dos soldados.
Se frotó el rostro y dijo:—Si no puedes cargarlo, te ayudaré.
Libiak se sintió ofendido por lo que decían ambos jóvenes:—Si Sayarumi se muere... ¡llevaré su cuerpo a qué se lo coman las bestias!
Sayarumi se rio.
—Que malvado Libiak, así tratas a un amigo tan cercano, dañas mis sentimientos.
"¿Quién es el que daña sus sentimientos a quién?."
Samin Sayri se levantó de su pequeña cama y comenzó a caminar de lado a lado.
—Partiremos al amanecer, prepárense y… Libiak, procura hacer tu mayor esfuerzo, no creo que encontremos una suerte como esta más adelante.
Asintió.
Las horas pasaron y la mujer regresó, los atendió y se fue a sus chacras. Samin estaba atento a sus movimientos, no sabe a donde fue esa mujer tan tarde por la noche.
Samin Sayri se acercó de forma desprevenida asustando a la joven. No quería dudar de la mujer y tampoco lo hizo, ella conocía mejor el lugar que los tres mayores.
Miró el cielo y dijo:—Es una buena noche…—dudó en preguntar, pero aún así lo hizo—¿por qué no regresa con nosotros al pueblo?
La mujer esperaba este tipo de preguntas. No vivía en el pueblo que el joven, pero en todos los lugares la trataron igual.
—No, aquí estoy muy cómoda, no quiero volver con esos aldeanos.—se acercó más a Samin—Gracias por ofrecerme algo nuevo, pero será algo malo si tu líder se entera de esto.
Las pampayrunas son abandonadas por el pueblo, les lanzan piedras para que no vuelvan. El asco recorría por cada persona, hasta los niños.
—No está bien quedarse aquí, es peligroso.—se alejó por respeto—si me permite, puedo comunicar al pueblo que no la traten como antes. Este tipo de casos no ha sucedido en mi pueblo, así que nadie la reconocerá allá, puede estar segura, permítame llevarla.
Aunque solo pasaron unas horas juntos, el líder Samin Sayri cayó rendido a los pies de esa mujer. Había algo en ella que lo dejaba hipnotizado, su voz transmitía seguridad, cariño y otras cosas mas que solo Samin podía escuchar y sentir.