Colocaron sogas en las muñecas y cuello de Libiak, su cuerpo fue preparado para las peleas, así que era más fácil que escape. Colocaron sogas en las muñecas de Qisu, su cuerpo es débil y femenina, así que sería fácil atraparla.
Partieron sin dejar huella en sus pasos. En el camino, los soldados los mantenían vigilados con sus largas cuchillas. Aunque es algo necesario que el líder vaya adelante guiando a los soldados, esta vez no, debía tener en cuenta cada cosa que ocurra con los jóvenes.
Libiak no dejaba de temblar, ¿Cómo Sayarumi es capaz de verlo? La idea de que el líder pueda destruir su propio cuerpo lo atemorizaba. Llevarse a alguien preciado podía malinterpretarse.
Qisu mantenía la calma, alguien tenía que hacerlo en el momento más oscuro de un amigo. Observó a Atuk que estaba a su lado, ya era costumbre verlo tan destrozado, no podía olvidar lo feliz que era cuando el líder todavía no lo reconocía. Ahora sus ropas estaban empapadas de barro, tenía heridas profundas que dejarían muchas marcas en su cuerpo, ¿Desde cuándo se volvió así? ¿El líder era realmente malvado? El joven estaba hecho un desastre, un gran desastre.
Qisu pensaba en su pasado, en las cosas que Kusi le dijo y lo que no recuerda, fue extraño para ella saber eso, el pasado desconocido de Atuk Kusi le importaba.
Ella no podía creer en el daño que le hizo el líder al joven, no tenía zapatos para sostenerse, "sus pies deben estar llenos de heridas" aunque lo pensara, sus talones y planta de sus pies demostraban eso.
El castigo solo debe ser a las personas que merecen en castigo, sin embargo, Atuk también recibiría los golpes.
Ahora que estaban caminando, los tres jóvenes parecían perros siendo jalados por sus dueños. Si alguien los estuviera viendo sentiría lástima.
—¿Cómo te fue con el líder?¿te hizo algo malo?¿puedes caminar?—Qisu movió sus dedos vagamente.
El poco tiempo que pasó con Qisu, comprendió el habla a través de una mano, así que eso le facilitó comunicarse sin escuchar.
Atuk tenía miedo de que alguien lo esté mirando, pero igual hizo sus movimientos:—Fue bueno, me trató como debió tratarme desde el inicio. Tal vez me suelte al llegar o la muerte me espere, es algo que no he estado seguro en mucho tiempo.
Todo volvió a ser silencioso.
Estaban ocultos entre las montañas, el trabajo que se les indicó a los soldados fue dejar a los tres jóvenes en una cueva, sin luz y sin esperanzas, para que sientan el miedo a su alrededor.
Los tres jóvenes sostenían sus manos entre sí, temblaban por lo que podía ocurrir, sin embargo, las horas pasaron y nada se manifestó.
Sus corazones latian rápido por la repentina presión del aire. Se escucharon pasos cercanos a ellos. Lo que puso sus pieles de gallina fueron las risas que sonaron sin parar.
En la entrada de la cueva había la sombra de un animal, la luz de la luna hacía notas sus pelos puntiagudos que tenía en su cuerpo, su tamaño no era igual al de ellos, era muy superior y su porte era indescriptible. Ninguno de los soldados había visto algo así; el líder y algunos de los soldados estaban escondidos en otra cueva.
El eco de la bestia se escuchó por todas las montañas, así que los soldados mantuvieron su guardia protegiendo al líder. Sayarumi estaba con los tres jóvenes sentado en un piedra, solo querían que fueran espantados, no que llegaran con el fin de su vida.
La bestia entró a la cueva.
Con delicadeza, Sayarumi sujetó con fuerza su espada, sus antorchas no estaban encendidas...no podían reconocerse; los tres jóvenes oían de cerca las pisadas, el miedo y sudor recorrían en sus cuerpos delgados.
Qisu lloraba y rogaba para que alguien la sacara de allí, los otros dos jóvenes fueron drogados con hierbas y alcohol que los dejó alucinando. Todo lo que Qisu podía ver, se multiplicó para ellos. Por eso es que los jóvenes gritaban como un bebé recién nacido, sus ojos estaban vendados, estaban aterrados. Gritaban y gritaban que alguien los salvaran, pero sus voces eran mudas para los otros.
Los pasos de Sayarumi no se distinguían con los de la bestia. Le daba tristeza verlos en esas condiciones a los dos jóvenes que a querido por mucho tiempo, en su corazón y garganta se le formaba un nudo, quería ayudar, llevarlos lejos…
¡Pum!
Un sonido seco se escuchó detrás de la bestia. No le dio más tiempo para pensar en sus sentimientos.
—¡Ataca por allá!—el líder salió de su cueva y decidió atacar.
Sayarumi no demoró tiempo para agarrar su espada y abalanzarse contra la bestia.
—¡Ah!—no dejaba de gritar, sus gruñidos salían al atacar a la bestia.
Los soldados sostenían sus armas y atacaban sin ver a donde.
—¡Qué alguien me salve!—Libiak gritó por su vida. Solo escuchaba más bulla que lo atemorizaba.
Qisu solo logró agarrar las manos de ambos con movimientos temblorosos, Atuk que había estado calmado, dejó salir todo sus pensamientos a flote.
—¡Líder malvado!—respiró por aire—, no eres nadie, solo quieres salvarte de los males culpando a los demás—sentía sus ojos cerrarse y abrirse con cansancio, por alguna razón la droga le afectó por un tiempo, luego lo hizo sentir mareado.
—¡Mamá!—una luz apareció ante sus ojos vendados, sus labios se fruncieron, no pudo evitar llorar.
La bestia había sido destruída, los soldados y el líder escucharon las palabras de Samin.
—…
—¿Mamá?—un soldado que estaba cerca a él se rio.
Los demás por ver lo graciosa que era la escena, también lo hicieron.
Se acercaron a la bestia degollada, no era similar a la anterior, era más pequeño que la bestia que los atacó en la choza de esa mujer de las montañas.
El líder y Sayarumi se acercaron a los cuerpos temblorosos, ellos no reconocían lo que les rodeaba o lo que estaban tocando, solo podían sentirse entre sí.
—Por favor, por favor…no me hagan daño—rogó—, no hice nada malo.—su voz lastimlsa y agonizante se hacía eco en la cueva. No saber lo que sucede a su alrededor es un sentimiento horrible.