Helen
Cuando le di la dirección al taxista me miró como si estuviera loca, pero sin hacer preguntas. Conduciendo en silencio mientras la lluvia sonaba en los cristales haciendo calmar mi mente. No sabía lo que me esperaba de ahora en adelante, pero estaba segura que el punto de llegada era el indicado. Jugué un poco con mi cabello rizado corto, llegando al lugar mas forestado y alejado de la ciudad.
El pánico se apoderó de mi pecho cuando no vi casas algunas. Todo era verde, bosque y árboles. Por una carretera vieja que parecía no tener fin. Cuando llegamos, al final había un portón lleno de plantas. Afortunadamente la lluvia había cesado y era mas fácil distinguir todo por el cristal. Me bajé del auto viendo como salía un poco de humo por mi boca. Vestida con unos jeans y una sudadera para el frío. Tomando mi maleta del baúl del auto.
— ¿Esta seguro que este es el lugar? —pregunté escuchando los pájaros a lo lejos cantar.
— Si… ¿y usted esta segura que desea quedarse aquí? — preguntó el taxista, montándose en su auto para dejarme ahí parada y sola.
No entendía cual era la prisa. Parecía como si estuviera temeroso del lugar. Traté de no darle importancia, entrando por el portón oxidado con maleta en mano.
Todo era verde… sólo la piedra del camino y las flores que no tenían fin. Un sin número de árboles de todo tipo, mientras las mariposas revoloteaban en una danza. Había magia en ese lugar, estaba segura.
Llegando al final de la vereda, me encontré con una casa exuberante. Algo descuidada pero sin perder su encanto. Por alguna extraña razón había una belleza en la estructura que no se podía describir. Como si la casa permaneciera obligatoriamente al panorama del bosque.
Subí las pequeñas escaleras para tocar la puerta. No sabía que era lo que me esperaba en su interior. Abriendo la puerta con suavidad esa mujer de cabello alborotado. Esperando a que yo diera el primer paso como si fuera una aceptación.